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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 26 DE MARZO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Política y fútbol
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

En la calle se habla de la muerte de Adolfo Suárez y del partido Madrid-Barcelona. La figura del fallecido empequeñece a los políticos actuales. Los reduce a la nada. Y los deja a todos convertidos en tipos insignificantes y sin categoría. Que es la definición de mindundi.

En lo tocante al fútbol, quien sale malparado, al margen de los errores cometidos por los entrenadores de ambos equipos, es Undiano Mallenco: colegiado de un partido dirigido entre bastidores por un comité de árbitros dependiente del topoderoso Ángel María Villar.

El fallecimiento del primer presidente de la democracia, tras las elecciones de 1977, ha evidenciado, una vez más, cómo la muerte hace posible que la gente trate por todos los medios de loar a la persona que la ha espichado. Produce vergüenza ajena, al menos a mí, oír a los enemigos encarnizados de AS, durante tantos años, decir lo que han dicho de éste durante el fin de semana pasado.

Tampoco entiendo a los comentaristas, como los Manolos, Kiko, Carrasco, Cañizares y otros más, de cuyos nombres no me acuerdo en estos momentos, que siguen defendiendo a Undiano Mallenco: árbitro navarro que estuvo peor que Cagancho en Almagro.

Adolfo Suárez, además de encanto natural, tenía lo que hay que tener; es decir, los dídimos en su sitio. Lo que hizo posible que su valor, seco y sereno, fuera suficiente para hacerse tirabuzones con la trama urdida por los golpistas.

Valor, seco y sereno, tenía también José Mourinho cuando se sobraba y se bastaba para defender al Madrid de los ataques virulentos de los enemigos furibundos de Florentino Pérez. Que comienza en Alfredo Relaño y sus adláteres: una lista interminable de periodistas y glosadores que siguen la línea marcada por él.

La muerte de AS ha puesto de manifiesto, una vez más, que a los españoles nos gustan sobremanera las necrológicas. Las que aprovechamos para tranquilizar nuestra conciencia. Porque somos muy dados a no perdonar el éxito merecido en vida. El que se le negó al hombre nacido en Cebreros (Ávila).

Los españoles, cuando hablan de la unidad de España y su deseo de mantenerla, contra viento y marea, mienten: porque luego, muchos de ellos están prestos siempre a salir en defensa de un club del cual dijo Manolo Vázquez Montalbán lo siguiente: “El Barça es el ejército desarmado de Cataluña”.

La muerte de AS, el presidente que se enfrentó a Tejero, dándole el pecho a la pistola que empuñaba el teniente coronel, como hacen los toreros singulares ante el toro que lleva Pateta reflejada en los pitones, debería servir para que los políticos de pacotilla que nos gobiernan, actualmente, se percaten de que los ciudadanos están hasta los huevos de ellos. Y que, más pronto que tarde, podemos asistir a una debacle.

Florentino Pérez tampoco tendría que seguir confiando en Butragueño y en Pardeza como portavoces de un equipo que no deja de ser maltratado por la prensa madrileña. La cursilería permanente de ambos, cuando salen a responder a los medios, no cuadra ya con los tiempos que corren. Donde el callar otorga solamente ruina. Y, desde luego, me parece cobardía dejar a los jugadores, Cristiano Ronaldo y Ramos, que digan lo que les correspondía decir a ellos. Es lo que pienso, hoy martes, cuando escribo.
 

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