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OPINIÓN - JUEVES, 27 DE MARZO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Sabrosa conversación
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La semana pasada, concretamente el martes, conté la conversación mantenida con un funcionario, rodeado de otros funcionarios, debido a que éste me dijo, sin venir a cuento, que él tenía que defender a Vivas, aunque fuera en público, porque su hermano llevaba ya la tira de tiempo ocupando un cargo muy bien remunerado, gracias a un dedazo del alcalde.

El funcionario, metido ya en faena, siguió defendiendo a Vivas y acabó augurándole éxitos electorales sin fin. Pero, no contento con lo dicho, cerró sus comentarios con la siguiente perla: “El problema de Vivas es que está rodeado de concejales y colaboradores que no valen un duro”.

El funcionario sabía de lo que hablaba. Por tal motivo, y aunque sin mencionar su nombre, yo no dudé en propalar su denuncia. Porque era una denuncia en toda regla. Incluso estaba seguro de que lo dicho por el empleado iba sentar muy mal entre quienes forman parte del equipo de gobierno.

Los que forman parte del equipo de gobierno saben, desde hace mucho tiempo, que cuentan con el desprecio del alcalde. Si bien, por razones interesadas, se hacen los distraídos. Eso sí, de vez en cuando se acuerdan de que son malquistos por el baranda y ello hace que la sola presencia de él les revuelva la bilis.

Lo de que los concejales no valen un duro, es algo que quizá se le haya escapado a Vivas, más de una vez, en la intimidad; esa intimidad que suele compartir únicamente con dos o tres personas de su cuerda. Y, claro, ha faltado nada y menos para que su lamento se haya convertido en un secreto a voces.

De ser así, y no tiene por qué no serlo, el yerro ha sido morrocotudo. Pues ese desprecio cantado hacia los suyos ha ido generando entre los menospreciados un rencor que camina ya embalado hacia la estación del odio.

Lo de que los concejales no valen un duro, analizado fríamente, es frase que carece de sentido. Y me explico: todos ellos fueron designados por el presidente del PP; o sea, el alcalde. Quien, durante mucho tiempo, venía deseando cumplir con esa misión y, naturalmente, sin que Pedro Gordillo, o ningún otro, le pusiera traba a sus decisiones.

Es lo que hablaba yo anteayer con un miembro del gobierno que se despachó a gusto hablándome de un alcalde a quien acusó de estar mal de la chaveta. De haber perdido el juicio en momentos muy difíciles en todos los aspectos y, sobre todo, de sentirse por encima de todos los ciudadanos.

Tengo la impresión, siguió largando mi interlocutor, de que le puede el odio hacia cuantas personas no piensan como él o bien no están dispuestas a decirle a mandar, señor Vivas, que para eso estamos. Y ya no te digo…, si alguien osa interrumpirle en cualquier momento en que esté haciendo uso de la palabra… Entonces, pone ese gesto de pisar mierda que ponen los habituados a que nadie cometa la imprudencia de interrumpirlos.

Mi interlocutor, que sabe lo que dice y a quién se lo dice, quiso advertirme de algo que no me era ajeno, la verdad sea dicha. Y se pronunció así: “Mira hasta donde llegan las obsesiones del alcalde que hay personas, muy afines a él, que se dedican a preguntar por algunos establecimientos si Fulano paga o no paga sus copas o lo que dicen Mengano y Zutano de él en el corrillo donde estén participando. Para tal menester, suele usar a ciertas personas, que luego son favorecidas cada dos por tres.
 

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