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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 2 DE ABRIL DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Clientelismo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

De los parados he escrito muchas veces. Del pánico de los parados he escrito otras tantas. De tal drama he llegado a decir que un varón sin trabajo se siente casi emasculado. Todos sabemos que un hombre sin trabajo va de un lado a otro por la casa como un perro abandonado. Esto se comprende. Debido a que el mundo del trabajo fue concebido organizado y construido por los hombres.

Hasta no hace muchos años éramos nosotros quienes controlábamos exclusivamente su funcionamiento, arrogándonos todos los mandos. Las mujeres trabajaban, ciertamente, pero eran muy pocas las que tenían acceso a las responsabilidades.

Christiane Collange, autora de “No es fácil ser hombre”, dice que las mujeres que deseaban progresar levantaban los ojos hacia lo alto y sólo veían hombres. Pero desde que lo dijo las cosas han cambiado y las mujeres han ido consiguiendo logros más que merecidos.

Para obtener un empleo, ahora más que nunca, la mejor manera es pertenecer a un partido político y hacer todo lo posible para que el baranda de turno acceda a enchufarte. Es cuestión de tiempo, y sobre todo de tenacidad y de hacerse visible todos los días y fiestas de guardar allá donde esté presente la primera autoridad de la ciudad.

Hacerse visible y aplaudir a rabiar cuantas sandeces diga el alcalde, el presidente de la autonomía o el cuñado del gobernante a quien le había dado por dar una conferencia sobre el espejo de la conciencia. Que es algo que está de actualidad y de lo que ya hablaba con propiedad Juan de Mairena: ese profesor apócrifo que se sacó de la manga Antonio Machado.

En mi caso, trataré de hablarles del clientelismo político. Política basada en la existencia de clientes. El clientelismo es un intercambio extraoficial de favores en el cual los titulares de cargos políticos regulan la concesión de prestaciones, obtenidas a través de su función pública o de contactos relacionados con ellas, a cambio de apoyo electoral.

Hablando claro: el mejor ejemplo de clientelismo lo evidenció Juan Luis Aróstegui cuando, al parecer, se dirigió a nuestro alcalde de esta guisa: “Yo colocaba a la gente en el Ayuntamiento mediante el envío de un fax”. Y nuestro alcalde, tras recuperarse de la sorpresa, no dudó en seguir el consejo de su amigo, el más íntimo que tiene, y asesor principal.

Desde entonces, y de ello hace ya la tira de años, nuestro acalde no ha perdido la oportunidad de colocar a dedo a cuantas personas sean de su cuerda y, por encima de todo, a parientes que disfrutan de canonjías: empleos de mucho provecho y poco trabajo. Prebendas, bicocas y gangas que están a disposición de quienes se dediquen a contar las bondades y el buen hacer del hombre que lleva ya 15 años dándonos la matraca con que vivimos en una ciudad pequeña, marinera y ejemplo de convivencia entre diferentes culturas.

Nuestro alcalde debería andarse con tiento en lo tocante a hacer del clientelismo tarea diaria. Porque cada vez son más las personas que están dispuestas a seguir el rastro y, desde luego, a decirle que ya está bien: que ya está bien que no deje de colocar mediante dedazo a parientes, amigos e hijos de quienes le rinden pleitesía.

Nuestro alcalde, que se supone que está muy aburrido, no debe combatir su tedio haciendo posible que prevalezca el consejo de Aróstegui: colocar a los amigos por fax es una alegría indecible.
 

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