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OPINIÓN - MARTES, 8 DE ABRIL DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

La honradez de nuestro alcalde
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cada día, mientras leo los periódicos voy tratando de descubrir el tema más apropiado para opinar de él. Pocas veces tengo para elegir. Pues conviene recordar que todo columnista de provincia ha de tener en cuenta que lo primordial es emitir parecer sobre asuntos locales.

En mi caso, sucede además que la ciudad es pequeña, aunque tenga problemas de urbe grande, y no todos los días ocurren hechos merecedores de que se escriba de ellos. Menos mal que los políticos suelen comportarse de manera que raro es el día en el cual no ofrecen la oportunidad de facilitarle a uno la tarea.

Si bien conviene destacar que apenas dan motivos para el elogio. Qué más quisiera yo que sentarme ante el ordenador y ponerme a enumerar destacadas actuaciones de Juan Vivas y los suyos –entre los suyos no tengo ningún reparo en incluir a los dirigentes de la coalición Caballas-. Mas ese deseo resulta tan difícil como que al Barcelona, por poner un ejemplo, no lo premien con dos penaltis en el Nuevo Los Cármenes granadino.

Así, no es raro que a servidor lo paren por la calle y le digan que nuestro alcalde está convencido de que yo la tengo tomada con él. Debido, quizá, a que yo formo parte de quienes creen a pie juntillas que la política atrae a los más sinvergüenzas como la miel a las moscas. Pero que suelo olvidarme de que hay políticos honrados. Y que él forma parte de ellos.

Ante ese mensaje, que yo no tengo por qué quitarle veracidad alguna, créanme que me pongo tierno y hasta me entran unas ganas locas de practicar la higiene de sentirme hombre masa que no prevé nada y es simple espectador de los acontecimientos durante una temporada. Aun se me pasa por la cabeza la idea de refugiarme en cualquier monasterio, cierto tiempo, para meditar acerca de si es verdad que formo parte de quienes le tienen tirria a nuestro alcalde. ¡Pobrecito mío!

Tras cavilar al respecto, lo justo y necesario, me doy cuenta de que cuando la vitalidad existe cuesta lo indecible desinteresarse de todo en un amén. En suma: que no ha llegado todavía mi momento de olvidarme de que los políticos son servidores públicos, como los funcionarios, aunque con más responsabilidades y una representatividad directa que les obliga a dar ejemplo. Ya que la honradez se les supone, y al que deja de suponérsele hay que expulsarlo de la política. Sin ambages ni rodeos.

Nuestro alcalde sabe perfectamente que la política es poder, dinero, relaciones importantes, fama, privilegio… “El privilegio. ¡Ya está ahí la odiosa palabra, contra la que se alzaron los hombres de la Revolución francesa!”. La palabra que separa, que divide, que hace distingos entre hombre y hombre, en esos dos aspectos que tanto afectan a la persona: el trato que reciben de la Ley y de los gobernantes.

El trato que están recibiendo los parados que se agolpan frente al edificio municipal no es el mismo que el de las personas que han tenido y siguen teniendo la suerte de ser elegidas por nuestro alcalde como clientes o bien engrosan la lista de quienes han tenido preferencia para acceder a los empleos públicos por el uso y abuso del nepotismo. Nuestro alcalde, además de todo eso y mucho más, sabe perfectamente que los políticos honrados, y él presume de serlo, tienen que tener mucho cuidado con sus amistades. Y, sobre todo, han de andarse con mucho tiento a la hora de pactar con ellas. ¡Cuidado, alcalde! Que todo se va sabiendo.
 

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