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OPINIÓN - VIERNES, 11 DE ABRIL DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Fútbol de verdad
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El atlético de Madrid ha conseguido que yo, que si de algo puedo presumir es de ser perito en la materia, vuelva a recobrar la pasión por el fútbol que se me había ido resquebrajando en los últimos años. El equipo afincado a orillas del Manzanares, ese río que a su paso por Madrid dio grima durante mucho tiempo, me ha hecho a mí recuperar todo el interés perdido por un deporte que llevaba ya mucho tiempo dándonos gato por liebre por culpa de entrenadores ávidos de jugar de la misma manera que lo han venido haciendo la selección española y el Barcelona.

Un fútbol que, incluso en sus mejores días de lucimientos y éxitos, me dejaba siempre la impresión de que era un espectáculo carente de algo tan esencial como es la emoción. Esas llegadas a la portería contraria por el camino más corto y en menos que canta un gallo, aunque sin prescindir de las jugadas de distracción cuando la situación del rival las reclamara. En suma: que echaba de menos esa agitación que produce el fútbol directo. No confundir con patada a seguir.

Cuando uno había escrito al respecto en más de una ocasión, a pesar de las críticas de quienes todavía están convencidos de que lo mejor del deporte rey son los arabescos, salió a escena Franz Beckenbauer para poner los puntos sobre las íes acerca del juego del Bayern: “Debe jugar más directo”. Parecer que ha vuelto a emitir hace unas horas. Sin importarle lo más mínimo que su equipo siga ganando como si aún estuviera Jupp Heynckes de entrenador.

Uno entiende, cómo no lo va a entender, que el ex jugador y ex seleccionador alemán eche de menos el entusiasmo que produce, siendo espectador, ese fútbol que nace en el propio campo, tras la recuperación de un balón, y en un santiamén termina causando estragos en la portería contraria.

Conseguido ello, también tiene cabida el saber mantener el balón y hacer uso, que nunca abuso -como le ocurrió al Madrid frente Borussia Dortmund-, de ese fútbol de pases cortos y horizontales, que amén de peligrosos aburren de la misma manera que un discurso de un político cursi.

El partido del Atlético de Madrid frente al Barcelona fue de los que hace que uno no se despegue del asiento de telespectador ni para darle capricho a esa próstata que suele ponerse insoportable cuando no debe. Sobre todo cuando uno está disfrutando lo indecible viendo a los componentes de un equipo sabiendo lo que hacer en cada momento para conseguir algo tan esencial como es ocultar defectos y sacarle el mayor partido a las cualidades sin tener que recurrir a gazmoñerías futbolísticas.

Eso sí, la grandeza del Atlético no se está produciendo por arte de birlibirloque. Sino porque cuenta con un entrenador que ha sido capaz de convencer a sus hombres de que lo principal en esta vida es hacer bien lo que uno sabe. Y así, haciendo lo que uno sabe y poniéndolo al servicio del bien general, el equipo de El Cholo Simeone se puede permitir el lujo de actuar sin Diego Costa y seguir jugando igual o mejor y hasta derrotando a ese ejército de una nación sin Estado –Manolo Vázquez Montalbán dixit- como es Cataluña.

Insisto: el miércoles volví a vibrar en mi butaca de la salita de estar viendo un partido que pudo terminar ganando el Atlético de Madrid por tres goles de diferencia. Y lo hice viviendo apasionadamente un espectáculo de jugadores sin remilgos. Fútbol de verdad. Creo que ese fútbol hacía falta en una España que parecía haberlo inventado.
 

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