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OPINIÓN - SÁBADO, 26 DE ABRIL DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los políticos son peligrosos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Quienes escribimos en periódicos no podemos tener amigos en la política. Claro que los políticos ni siquiera pueden ser amigos entre ellos. Son más sinceros los enemigos. Ya que vienen de frente y traen la intención de liquidarte escrita en la mirada.

Francisco Fernández Ordóñez, que fue político de muchísimo fuste, lo expresó así: “La política no es terreno propicio para la amistad”. Bien sabía del asunto alguien como él que presenció el derrumbamiento de la UCD por discrepancias entre sus varones y por algo como la envidia que es el orgullo nacional. La lepra nacional, decía Unamuno.

Si a mí, por poner un ejemplo, me dijeran que los políticos de Ceuta no me pueden ver ni en pintura, no sólo lo creería a pie juntillas, sino que además lo vería como algo natural. Y es que a nadie le agrada que le censuren su labor. Y, desde luego, mienten todos los que aseguran que aceptan muy bien las críticas constructivas.

Yo tengo asumido que los políticos vapuleados son como boxeadores golpeados: el doble de peligrosos. Es decir, que el autor de esta cita acertó plenamente. Por lo que jamás me sorprendería de cualquier mala acción perpetrada contra mí por parte de alguno de ellos.

Los políticos criticados lo primero que hacen es retirarte el saludo. Que no deja de ser un castigo menor y lógico. Digan lo que digan los manuales de la buena educación y del saber encajar las opiniones adversas con estilo: o sea, con la sonrisa al frente y la mano tendida.

Digo que es un comportamiento lógico, por más que en mi caso, cuando era profesional del deporte rey, tenía la mala costumbre de invitar a comer a quienes me ponían a parir. Y debo decir que algunos opinantes del asunto acudían y bien que se notaba el cambio en días sucesivos. Simple y llanamente porque conseguía, durante la sobremesa, disminuir la creencia u opinión preconcebida que tenían de mí, aunque no de mis decisiones profesionales. No conviene olvidar que hay quienes hacen de los prejuicios dogma.

Ahora bien, en una ciudad pequeña donde todos nos conocemos y sabemos perfectamente de qué va la cosa, me parece absurdo que haya políticos que se queden pasmados cuando a quien escribe le da por enjuiciar la actuación buena o mala de un miembro del gobierno o componente de la oposición. Sin pararse a pensar que lo que yo diga al respecto es causa de la impresión que el hecho me haya causado. Y, lógicamente, mentiría si no dijera que en mi caso no existe el menor indicio de regirme mediante prejuicio alguno.

Semejante actitud, la mía, que puede ser más o menos acertada, pero que no deja de ser expuesta con los ingredientes de la columna, tantas veces repetidos aquí, me permite en cualquier momento destacar que nuestro alcalde estuvo juncal en la intervención que tuvo en el Hotel Ritz de Madrid, cuando fue invitado a la tribuna Fórum de Europa; que Mabel Deu dio muestras evidentes de saber estar en un momento determinado; que José Antonio Carracao le echó bemoles denunciando el caso x o que, como sucedió anteayer, Emilio Carrera lo bordó como orador en el Debate del Estado de la Ciudad.

En rigor, a mí me gustaría sobremanera tener una oportunidad para dedicarle una columna festiva a Juan Luis Aróstegui. Pero no hallo motivo alguno -de momento- para proporcionarme esa satisfacción. Si bien me consta que le importa un bledo lo que yo diga de él. Por más que él viva a la sombra de Juan Vivas.
 

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