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OPINIÓN - MARTES, 29 DE ABRIL DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Sobre el ‘caso Urbaser’
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace un año, concretamente el 20 de abril, estaba en plena ebullición el llamado ‘caso Urbaser’. Debido a que el Ministerio Público había dicho: En el presente caso existen indicios suficientes para considerar que estamos en presencia de un delito. Y la Fiscalía decidió, por tanto, trasladar al juez la denuncia para que ‘instrumentalicen’ este órgano” (sic).

La denuncia había sido hecha por José Antonio Carracao, secretario general de los socialistas ceutíes, tras recibir información de un técnico contable. Un funcionario conocedor del asunto de arriba abajo y de izquierda a derecha. Y al que principiaron a perseguir con saña desde que ‘El Pueblo de Ceuta’ decidió que su deber era publicar lo que estaba ocurriendo. Y así lo hizo sin pararse en barras.

Mientras que este periódico cumplía con su obligación de poner al tanto a los ciudadanos de un caso que olía a chamusquina los medios afines a nuestro alcalde se hacían los longuis. Y el silencio de Caballas, hasta que se pronunció la Fiscalía, evidenciaba que Aróstegui y Alí eran más que colegas del hombre que había llegado a la alcaldía mediante un voto de censura. Y, desde luego, por haber aceptado la imposición del contrato de Urbaser por parte de Jesús Simarro: tránsfuga imprescindible en aquel momento. De no haberse producido semejante hecho, quizá nunca habría sido alcalde Juan Vivas.

Pero fue decir el fiscal aquí estoy yo y salir largando los dirigentes de Caballas en la Cadena Ser: dijeron que “el contrato de Urbaser era la corrupción”. Y anunciaron que el “Ayuntamiento había sido expoliado bajo la mirada complaciente de su alcalde”. Y que “en el Ayuntamiento se gobernaba con el aval del compadreo. Y que los funcionarios firmaban, quizá por comodidad, todo lo que se les ponía encima de la mesa”. Y no se privaron de propalar que el Ayuntamiento más que la casa de tócame Roque parecía más bien Patio de Monipodio.

Transcurridos unos meses, me fue posible conectar con alguien que se sabía de memoria cómo se estaba investigando el ‘caso Urbaser’. Y, conocedor de mi forma de proceder, me puso al tanto de que todo se estaba haciendo tan mal que el asunto acabaría siendo archivado. Mi forma de proceder, como ustedes sabrán ya, es que jamás se me ocurriría mencionar el nombre de quien me vaticinó lo que iba a ocurrir.

Lo que iba a ocurrir es, más o menos, motivado por lo que se ha quejado, hace nada y menos, Eduardo Torres-Dulce: fiscal general del Estado. De modo que a mí no me ha sorprendido lo último que se nos ha dicho sobre un caso que tiene tantas ramificaciones como para que en provincias nadie se atreva a meterle el diente. Lo cual no quiere decir, líbreme Dios, que yo vaya a despotricar contra la decisión de quien ha sentenciado. Mi intrepidez no da para tanto.

Lo que si da mi forma de ser es, sin duda alguna, para decirle a nuestro alcalde que ha perdido los papeles. Que anda desnortado. Y que bien haría en pedir ayuda a un profesional de la cosa con el fin de que le devuelva al redil del buen comportamiento en el menor tiempo posible.

Nuestro alcalde, hablando del ‘caso Urbaser’, ha respondido a una pregunta preparada por él, acusando a los socialistas y a este periódico de persecución contra su persona. Y se ha quedado tan pancho. Nunca antes le había visto yo actuar mejor. Como pobre hombre.
 

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