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OPINIÓN - JUEVES, 1 DE MAYO DE 2014

 

OPINIÓN / SNIPER

Camino de Alhucemas
 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

Cuatro caminos hay en mi vida, cuál de las cuatro será el mejor, tú que me miras llorar de angustia dime paloma por cuál me voy”, cantaba el corrido. Más que del “destino”, término religioso de raíces abrahámicas y firmemente enraizado en el islam, yo que soy más latino prefiero el “fatum” romano y el que quiera entender que entienda. El caso es que una vez más en la vida, Hoceima se cruza en el camino tozudamente, con pasión y fuerza, señas de identidad de lo más rifeñas y allá vamos pues, a paso ligero, en pos de nuestro particular Rubicón y ya te rondaré morena.

Desde 2102, la nueva Rocade Méditerranéenne o Rocade du Rif (carretera N-16) que atraviesa el litoral desde Nador cruzando el Kert hasta Tetuán, vertebra por una accidentada costa el singular territorio rifeño con sus alas oriental y occidental, facilitando el pase y recortando tiempo y distancia que si por la vieja carretera del interior, de Bab Berred y Targuist, se hacía peligroso y pesado, atravesando el Nekor y subiendo por Casita la ruta era ya delirante. Y tomo por referencia de partida a la Blanca Paloma de la Yebala. ¿Tiempos? Partiendo de Tetuán como referencia, el tramo hasta Alhucemas por Oued Laou y El Jebha (antiguo Puerto Capaz) lleva a poco que uno se descuide sus cuatro horas, mientras que desde Alhucemas a Nador la ruta, mucho menos complicada, supera apenas la hora. Paralela a una costa de singular belleza y en buena medida en un aceptable estado de conservación, discurre la cordillera del Rif, enfilando playas bordeadas de acantilados con notable altura además de numerosos ”oueds”, donde se apiña la población en fértiles desembocaduras.

Bajando del imponente puerto de montaña de Jehba (límite de la provincia de Xauen, la más extensa de Marruecos) y superada la bella y apacible ensenada de Cala Iris, dejamos a nuestra izquierda el Parque Nacional de Alhucemas, enclave natural de notable belleza con un hábitat disperso y singulares playas, particularmente en la llamada Costa de los Ibeqqoyen (Bocoias), como la llamada “Playa de las 700 escaleras” (afortunadamente sin acceso rodado), sitas todas en un agreste entorno cuyos acantilados superan, en algunos puntos, el vértigo de los 500 metros de altitud.

Si los quiebros del paisaje son a veces caóticos y la geografía se retuerce sobre sí misma, la atormentada historia no le va a la zaga. Y si bien al rifeño no puede aplicársele el dicho de “sufrir como un balcánico”, en puridad poco le cuesta. Será interesante escuchar el viernes 2 por la tarde la interesante conferencia del naturalista Hakim Messudi, en el marco de las segundas jornadas culturales organizadas por la Asociación Rif Siglo XXI, sobre el patrimonio histórico del Parque Nacional de Alhucemas, esa bellísima joya natural que como ayer les escribía besaba el Mediterráneo en la costa de los Bocoya. Y es que la historia de los Bocoya destila de algún modo la esencia misma del Rif, esa sonora tierra como su nombre indica en la que confluyen y mestizan diferentes corrientes étnicas, lingüísticas e históricas. La tribu rifeña de los Bocoya es ya citada en el siglo XI de la Era Común por el árabe El Bekri, junto a otras agrupaciones tribales como Beni Urriaguel o Temsamam, tribus que han conservado celosamente su patronímico hasta ahora. No es ahora el caso de mencionar la infiltración demográfica, después de 1942, de elementos andalusíes primero (musulmanes y judíos) y moriscos después en la región venidos de la cercana Iberia, pero para entender una historia enrevesada y en un marco de alta inestabilidad política interna y también cara al exterior (los turcos otomanos no tomaron el litoral marroquí por efecto colateral de la católica flota española), es preciso mencionar la actividad de corso, cuando no pirateo directamente y contrabando practicada, tradicionalmente, por los bocoyas. Actividades que perjudicaban el tesoro y prestigio del sultán, llevando a éstos a emprender algazaras de castigo: así, las tropas majzenianas del sultán Muley Sliman saquearon e incendiaron en varias ocasiones aduares y poblados (1802, 1810, 1812 y 1813), mientras que el sultán Muley Abdelaziz ordenó una expedición punitiva en 1898 al mando de Buchta El Bagdali, cuyas harkas no repararon en excesos destruyendo y saqueando a sangre y fuego los poblados de los Bocoya, tomando presos entre los Izemmouren a doscientos cabezas de familia mandándolos prisioneros a Fez. Todavía en el Rif y particularmente en las tradiciones de los Bocoya, el tiempo de la expedición de El Bagdali es conocida como “El gran cataclismo”.

Historias de la historia. En todo caso hay que mirar siempre hacia el futuro y hoy día, de la mano del joven soberano Mohamed VI, el machacado y marginado Rif está, por fin, empezando a levantar cabeza. Historia, cultura, arte… Doy por seguro que las Segundas Jornadas de Arte y Patrimonio del Rif serán todo un éxito. Ya les iré contando cada día a pie de obra. Haya salud. Visto.
 

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