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OPINIÓN - VIERNES, 2 DE MAYO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Hablar como un carretero
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno, es menudita y aparenta fragilidad física, dando la impresión incluso de que puede quebrarse de un momento a otro; pero el martes pasado, durante una sesión de control en el Parlamento, un taco suyo resonó en el hemiciclo con tanta fuerza que nos ha dejado a todos con los oídos maltrechos.

La culpa de que una señora de derecha, de la derecha de toda la vida, dijera, con voz de trueno, que ella no había cobrado sobresueldos -“en su puta vida”- fue porque le calentó el triangulo de las Bermudas la otra Soraya, apellidada Rodríguez, portavoz del grupo socialista, y natural también de Valladolid, al decirle que tanto ella como Miguel Arias Cañete formaban parte de las personas agraciadas por ese distribuidor de pagas extras que está pasando una temporada a la sombra.

Acusando así, de manera tan directa a su paisana, la portavoz del grupo socialista, consiguió algo tan inesperado como divertido: que una chica, criada entre ursulinas, se expresara como un camionero de los auténticos. De aquellos que bramaban contra los ‘domingueros’ en la carretera y olían a tabaco negro y a huevos recalentados en los asientos de escay.

El uso de tacos lo sacaba siempre a colación un amigo mío como signo de izquierdismo y transgresión en la dictadura. Pero con la llegada de la democracia y el triunfo de los socialistas, la izquierda se volvió muy correcta y decidió evitarlos para dar ejemplo. Puesto que, la verdad sea dicha, teníamos y tenemos bien ganada fama de ser pueblo muy rico en vocablos injuriosos, en juramentos e interjecciones. De modo que sólo los napolitanos, según decía ya en su día, Fernando Díaz-Plaja, son capaces de disputarnos semejante galardón.

La utilización del taco ha pertenecido siempre al lenguaje machista. La de veces que habré oído yo a lo largo de mi vida la locución de que hablas como un carretero. No obstante, desde hace ya mucho tiempo, las mujeres, sin posible sospecha de machismo, no le hacen ascos a expresarse con lenguaje tabernario.

Y vaya usted a saber si la vicepresidenta del Gobierno, tras el calentamiento primero y primaveral del martes pasado, no cogió el móvil y le dijo a su paisana, la otra Soraya, algo parecido a lo que sigue:

-Que a ver si te comportas, joer, tía, que tu mal rollo me lo paso yo por donde más me place, un respeto, que no eres más que una amargada porque no te comes un rosco en nada.

Las mujeres de ahora no dudan en ponerle banderillas de fuego al más pintado y, sobre todo, entre ellas se dicen de todo menos bonita. Y además defienden su parcela de poder y, por supuesto, con uñas y dientes la del hombre que las situó en sitio privilegiado.

Ahí tenemos a dos de ellas haciendo labores de guardaespaldas de la política de Mariano Rajoy. Ambas siempre discrepantes entre sí pero fieles al presidente: María Dolores de Cospedal y la ya reseñada Soraya Sáenz de Santamaría son capaces de matar por su Pigmalión.

Es lo mismo, más o menos, que anda repitiendo a cada paso nuestra Yolanda Bel: “Yo doy la vida por Vivas”. Por cierto, Yolandita, entre bastidores, emplea palabras malsonantes a granel. Todas las que no se atreve a decirle a Emilio Carreira. A quien detesta tanto o más que Soraya a la otra Soraya y a la inversa. Pero, de momento, tiene que ponerle cara y lengua de ursulina.
 

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