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                     De segundo de Bachillerato, se 
					entiende, de los que ayer nos despedíamos. Y si toda 
					despedida, cuando de trata de gente de bien, es dolorosa, en 
					este caso lo es todavía más, porque llevábamos unidos desde 
					hace dos años, con ocho horas semanales, lo que hacía que 
					ellos hayan estado más horas conmigo, en todo este tiempo, 
					que, en muchos casos, con sus propios padres, con lo que yo, 
					también, encontré en ellos la familia que no tengo en Ceuta. 
					 
					Son palabras sinceras, como sinceridad ha sido la suya hacia 
					mí, en una carta de despedida que guardaré toda mi vida. Es 
					así y así lo han considerado ellos, pero yo no lo puedo 
					considerar de otra manera. 
					 
					La diferencia de edad, ellos en torno a los 17 o 18 años y 
					yo llegando a los 70, no ha impedido que hubiera una 
					estrecha amistad desde el primer día, amistad que va a 
					seguir, aunque a partir de ahora, en ocasiones, podamos 
					estar a cientos de kilómetros los unos de los otros. 
					 
					Y todo esto ha podido ser, porque hay en la juventud hoy 
					unos valores que en pocas ocasiones se tienen en cuenta y 
					mucho menos se tiene en cuenta, de verdad, cuando, como en 
					este caso te encuentras con más de una docena de chavales 
					jóvenes que son muy buenas personas y están llenos de 
					sensatez, aunque haya unos muy estudiosos y otros con un 
					nivel inferior intelectualmente, pero que todos ellos, sin 
					excepción, presentan unos valores que los mayores debemos 
					resaltar y airear por todas partes. 
					 
					Y estoy diciendo esto cuando desde algunos foros se discute 
					sobre la juventud y desde otros foros se menosprecian 
					algunas de sus perspectivas. 
					 
					Todo eso me parece lamentable y todo eso lo rechazo, con la 
					legitimidad que me dan 45 años consecutivos, sin una sola 
					baja y sin ningún tipo de prebenda o de lo contrario, en la 
					docencia, siempre en el aula, con y para los que han sido 
					mis alumnos. 
					 
					No se me oculta que el tiempo se me va acabando en mi 
					profesión, concretamente cuando termine el próximo curso, 
					con lo que luego ya alguien me podrá decir:” Váyase a 
					ordeñar cigüeñas...”, o algo parecido, pero eso no me va a 
					poder restar ni un ápice de conocer, valorar y seguir 
					valorando, cada vez más, lo que es la juventud de hoy, 
					formada, informada y sabiendo, siempre, el terreno que pisa. 
					 
					Nunca, por algo me quedé tantos años en la enseñanza, me 
					llevé mal con un curso y eso que, como es natural, los hemos 
					tenido de todos los pelajes, como también dirán ellos de los 
					profesores que tuvieron, pero el Segundo de Bachillerato del 
					IES “Siete Colinas” de Ceuta, de este curso 2013-2014, en 
					mis clases, fue especial. 
					 
					Todos, sin excepción, los que han logrado un sobresaliente, 
					como los que se quedaron con un simple aprobado, han 
					mostrado una dignidad y una decencia que merece todo tipo de 
					encomio y me alegra haber podido colaborar, en parte, en su 
					formación. 
					 
					Y hoy, con la sociedad que chirría en casi todos sus 
					estratos, poder decir de unos chavales que, más que chavales 
					ya se han hecho hombres de bien, con toda la decencia del 
					mundo, eso a mí, como creo que a sus propios padres, nos 
					debe llenar de orgullo al haber comprobado que aquí tenemos 
					personas serias y bien avenidas. 
					 
					La hora del adiós es difícil, pero yo a mi segundo de 
					Bachillerato del 2013-2014 sólo les puedo decir, hasta 
					mañana, “que todavía nos quedan más temas por debatir”. De 
					verdad os digo que, os quiero mucho, y eso lo sabéis todos, 
					por igual. 
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