Como recordaba estos días el
director de currículum del ministerio de Educación Nacional,
Fuad Chafiqi, “Hay muchas dudas sobre la veracidad de los
hechos y datos de la Historia de Marruecos”. Algo usual y
común a muchos países, máxime cuando se empeñan en escarbar
dudosas referencias identitarias en la nebulosa de la
mitología a fin de anclar excluyentes antiguallas
nacionalistas. Para el caso que nos ocupa y antes de entrar
en detalles, veamos dos perlas cultivadas de L´Armée
Marocaine à travers l´historire, hagiográfica publicación
del laureado doctor Abdelhak El Merini, “Prix du Maroc de
l´année 1968” y que lleva ya seis ediciones, repletas por
cierto de palmarios errores históricos para asombro de
propios y extraños. Ya en su prefacio, el Mariscal Mizzian
(militar hispano-marroquí, en otros tiempos al frente de las
capitanías generales de La Coruña y Canarias y también de la
Comandancia General de Ceuta, sí, leyeron bien) recuerda
como “Tarik Ibn Ziad había conquistado la Península Ibérica
con el concurso de intrépidos combatientes marroquíes”
(ignoraba que los beréberes del 711 eran ya “marroquíes”), o
como señala El Merini: “... l´armée marocain fit don à
l´Empire islamique naissant d´une partie de l´Europe (…)”.
Empezamos bien. Por su lado Mohamed Cherkaoui, ministro de
Defensa en 1967, afirma sin sonrojarse que Marruecos está
entre las “raras naciones” (sic) que “tienen fronteras
precisas y una identidad propia desde una época que se
remonta a los fenicios sino a una antigüedad más lejana”. ¡Y
yo sin enterarme!
Pero acotemos el tema que nos ocupa precisamente este año
2014, centenario de la creación de las Tropas Jalifianas, es
decir los efectivos militares del sultán (el título de rey
viene después de la Independencia, en 1956), o sea el
ejército marroquí de la época que luchaba al lado de su
homólogo español en la dura pacificación del Protectorado
(Paz de Bab Taza, 1927), enfrentándose tanto a El Raisuni en
la Yebala como a las harkas de Abdelkrim El Jatabi y su
posterior República (Islámica) del Rif. Claro que sobre las
Tropas Jalifianas, el laureado doctor El Merini, nombrado en
2010 historiógrafo del Reino y Conservador del en 2010, se
nos hace un lío. Porque si por un lado estaba “El ejército
marroquí en la zona jalifiana” (pág.320) formado por
“Regulares, Mejalas Jalifianas y la Mejaznía armada”…. ¿cómo
entonces podía Abdelkrim levantar un “ejército marroquí del
Rif”, es decir un “ejército de liberación rifeño”
enfrentándose a los españoles… y al sultán? Que me lo
expliquen. “Cosas raras veredes, amigo Sancho, dijo Don
Quijote”.
En cuanto a la Guerra del Rif y la batalla de Annual, veamos
lo que nos dice el doctor El Merini quien, por cierto,
califica acertadamente a Abdelkrim como “Emir de la Yihad”.
Para empezar, las fuerzas españolas al mando del general
Fernández Silvestre están estimadas en “30.000 soldados” y,
sorpresa, atribuye a Mohamed Tlemcani el “invento de obuses
conteniendo un producto tóxico para los cañones del calibre
75” (pág. 335). De lo que se infiere que Abdelkrim practicó
también en la medida que pudo la guerra química. El Merini
se hace eco de una cita de Abdelkrim sobre Annual recogida
por un compañero de éste, Mohamed Omar al-Qadi, en la que se
comenta de paso el presunto suicidio de Fernández Silvestre:
“Fue una masacre de la que nadie escapaba. El estado mayor
fue aniquilado y el general Silvestre se tiró una bala en la
cabeza. En total, habíamos matado más de 12.000 españoles e
hicimos 700 prisioneros. Repito lo que ya he sostenido:
Igueriben fue la fosa de sangre que, para siempre jamás, me
separó de España”, hasta llegar al crimen de guerra de Monte
Arruit, donde “Esta vez, los españoles se defendieron como
leones”. En fin, “la guerra contra las fuerzas españolas
entre 1913 y 1925” (hay errores como ven en los años) es
glosada con ditirambos por el laureado doctor Abdelhak El
Merini, quien exultante nos larga el siguiente panegírico
final: “Ella constituye un glorioso patrimonio de la Yihad
plena de heroísmo que marca la historia de las epopeyas
eternas”. Una suerte de diarrea mental, puesto que el propio
El Merini reconoce que “El Jatabi exigía el reconocimiento
de la independencia de la zona norte”, como así reconoce por
lo demás el propio líder rifeño en sus Memorias: “Yo soñaba
con un Rif independiente”. Un Abdelkrim que, con todo, es
tratado finalmente en el libro como “héroe marroquí”, un
héroe “marroquí” que luchaba por la independencia de una
parte del Reino de Marruecos….
Al otro lado, en el “pequeño Rif”, en la Yebala, el doctor
El Merini no tiene empacho en reconocer los actos de
“bandidaje” del cherif Ahmed El Raisuni, quien desde su
feudo de Tazarut, a la vera del yebel Alam, se proclamó
primero sultán en Asila y luego pretendió que los españoles
“le reconocieran jalifa del Sultán en Fes y en el norte de
Marruecos”. Raisuni, hombre sin duda de una obscura
personalidad, si bien es tratado ocasionalmente como héroe
hay cierta unanimidad entre cronistas e historiadores en
señalarle como un bandido, sanguinario, autor de numerosos
robos y exacciones sobre las tribus de su territorio.
Sin más comentarios. Según su autor, el libro publicado “Con
la ayuda de Dios”, está escrito especialmente dedicado a
“estudiantes de escuelas y de instituciones militares y
oficiales de las Fuerzas Armadas Reales (…)” Siento en
verdad vergüenza ajena. Me parece académicamente obsceno e
históricamente impresentable, que un libro descaradamente
hagiográfico y abiertamente manipulador como el que nos
ocupa pueda ser utilizado en la enseñanza de los cadetes
marroquíes. Mi respeto para ellos. ¡Se merecen una formación
más centrada y veraz! Haya salud. Visto.
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