| 
                     
					 
					Ya escribí hace algo mas de un año que, lamentablemente, el 
					Tribunal de Cuentas no ha destapado nunca un caso de 
					corrupción en Ceuta. Pero no es menos cierto que, aunque el 
					portavoz del Gobierno local, Emilio Carreira y el Diputado 
					Francisco Márquez se afanen en afirmar que no existen 
					indicios de responsabilidad contable o penal, el Tribunal de 
					Cuentas sí ha detectado en varios de sus Informes “el germen 
					de la corrupción” en la Ciudad Autónoma de Ceuta, que no es 
					otra cosa que el grave descontrol en la contratación 
					pública, donde se cometen múltiples irregularidades como el 
					fraccionamiento indebido, tramitación de urgencia no 
					justificada, mejores valoraciones para ciertas empresas, 
					adjudicaciones no motivadas, abuso de los procedimientos 
					negociados sin publicidad, contrataciones de consultorías 
					innecesarias, y así un largo etcétera, que deberían dar 
					lugar a graves casos de corrupción como los que se 
					investigan a nivel nacional en los tribunales de justicia. 
					 
					La proliferación de contratos menores, de reformados 
					continuos y de aplicación arbitraria de las adjudicaciones 
					por emergencia sin serlo, son un indicativo evidente de que 
					a “alguien” le interesa hacer oídos sordos a las 
					recomendaciones y continuar en una dinámica que solo 
					beneficia a los intereses particulares de quienes nos 
					gobiernan. 
					 
					El sostenella y no enmendalla, parece ser la consigna a 
					seguir en algunos de los miembros del Ejecutivo de Juan 
					Vivas. Es obvio que Yolanda Bel, por la que Juan Vivas ha 
					puesto “la mano en el fuego” en varias ocasiones, ha creado 
					escuela, porque sus ‘procedimientos de fraccionamiento’ en 
					el ‘caso Kibesan’ han sido secundados, copiados, imitados, 
					por el consejero de Turismo y responsable de los “saraos”, 
					Premi Mirchandani, en este caso, con sobreprecios incluidos 
					con la misma alegría que se bailan unas sevillanas al son 
					del buen fino o rebujito. Nada de farolillos, sino faroles 
					como los del Cristo, bien grandes para marcarse unos precios 
					desorbitados, “fuera de mercado”. 
					 
					¿Pondrá también el presidente Vivas en esta ocasión ‘la mano 
					en el fuego’ por Premi Mirchandani? Al paso que lleva puede 
					que Vivas esté ya quemándose porque este penúltimo 
					escándalo, no parece que sea -como dijo en su día-, una 
					campaña orquestada contra él, sino una vergüenza, como 
					también lo son los casos de ‘enchufismo’ que ya han 
					comenzado a destaparse. 
					 
					La dinámica de ir de escándalo tras escándalo, como una 
					diabólica ruleta rusa, puede acabar en procesos judiciales 
					si antes no se cortan esta vorágine de corruptelas y se 
					depuran todas las responsabilidades políticas. Repito, 
					todas.  
					 
					Porque parece que se ha institucionalizado en el Gobierno de 
					la Ciudad las prácticas abusivas, por no decir ‘ilegales’ 
					con el dinero público, a la vista de que ni se exigen 
					responsabilidades, ni nadie dimite ni es cesado. Como ancha 
					es Castilla, amigo Sancho, pues ahí está Juan Vivas, 
					protegiendo al “Club de los fraccionamientos de contrato”, 
					lo que únicamente deja entrever que él podría ser el 
					verdadero precursor de estas prácticas irregulares a la 
					vista de su permisividad en tolerarla con reiteración. 
					 
					Yolanda Bel que une a sus fraccionamientos de pagos, la 
					colocación irregular de su hermana en Colaboración Social y 
					en los Planes de Empleo, como curriculum de cómo hay que 
					aprovechar los cargos públicos en beneficio propio, ahora le 
					ha surgido un discípulo aventajado en Premi Mirchandani, con 
					todo un alarde de cómo ‘gestionar’ contratos al alza. 
					 
					El despilfarro, el escándalo continuado, los presuntos 
					fraccionamientos de contrato, el entramado de empresas bajo 
					sospecha, no son campañas orquestadas contra Juan Vivas. Son 
					el cúmulo de la poca vergüenza y la indignidad de un 
					Gobierno con prácticas sórdidas y un olor a corrupción que 
					apesta.  
					 
					Y quien no hace correr cabezas para atajar estas 
					situaciones, es mucho más corrupto que quienes las cometen a 
					su amparo y protegidos por su tolerancia y complacencia. 
   |