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                     Cuando el sabio señala a la luna, 
					el tonto mira al dedo. Y el tonto mira al dedo porque detrás 
					hay un listo que así lo quiere. Esta última función es la 
					que desempeñan los señores del Partido Popular y los medios 
					a su servicio cada vez que en nuestro país tiene lugar una 
					protesta. No quieren que la gente se alarme porque haya 
					ciudadanos buscando en contenedores de basura, sino porque 
					haya un contenedor ardiendo. No quieren que la gente se 
					alarme porque un antidisturbios mate a un joven de un 
					pelotazo de goma, sino porque un joven increpe a un 
					antidisturbios.En nuestra ciudad, el último listo en usar 
					esta socorrida técnica ha sido Emilio Carreira.  
					 
					El pasado jueves, el ministro de Educación, José Ignacio 
					Wert, fue recibido como se merece: con indignadas protestas 
					por parte de una comunidad educativa que asiste impotente a 
					un intolerable recorte de derechos conquistados con sangre, 
					sudor y lágrimas, a una pérdida tajante de unas bases 
					materiales imprescindibles en democracia. Wert es el 
					ministro peor valorado, que ya es decir. Su ley cuenta con 
					la desaprobación de padres, profesores y alumnos. Su ley 
					supone un ataque a la igualdad de oportunidades, pero a él 
					le da igual. No habla con nadie y sonríe con cinismo, como 
					hacía nuestro Delegado de Gobierno, Francisco Antonio 
					González, delante de los manifestantes al salir del campus 
					universitario. Es probable que también sonriese cuando 
					ocupaba un escaño el infame día en el que todo su partido 
					votó a favor de apoyar la invasión de Irak. Quién sabe. 
					 
					Wert y Francisco Antonio sonríen. Emilio Carreira miente. 
					Nadie llamó “hijo de puta” al ministro. Sí es cierto que en 
					una pancarta inmensa usada como panel de libre expresión, en 
					una tela en la que colaboraron decenas de personas, alguien 
					coló un “Cabrón” que fue inmediatamente tapado con una 
					cartulina en cuanto la mayoría se dio cuenta. Punto. Cosas 
					que pasan y se solucionan. Sin más. 
					 
					A Carreira no le importan los posibles insultos. A Carreira 
					le importa que la gente no mire a la luna. Podríamos hablar 
					del motivo por el cual hasta en una ciudad tan pasiva y 
					desmovilizada como Ceuta, un centenar de estudiantes, 
					acompañados de padres y profesores, acuden a cantarle las 
					cuarenta al ministro de Educación. Carreira no quiere hablar 
					de eso. Sabe que él y su partido tienen las de perder en los 
					debates serios. Mejor hablamos de idioteces. 
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