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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 9 DE JULIO DE 2014

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Camino del Cielo
 


Jesús Carretero
opinion
@elpueblodeceuta.com
 

Es lo mínimo que podemos pedir para el mejor futbolista de todos los tiempos, Alfredo Di Stéfano Lahúle, que nos dejaba en la tarde del lunes 7 de julio, o sea, el día de San Fermín.

La fecha hubiera sido idónea y más apropiada para una de las grandes figuras del toreo de nuestro tiempo, pero Alfredo Di Stefano jamás le hizo ascos a nada, de lo grande y mira por donde se ha ido haciendo la competencia a todos o a cualquiera de los taurinos.

Como futbolista grande, el más grande de todos, ha querido dejarnos en medio de un Campeonato del Mundo, en el que España ha hecho el ridículo, pero en el que Argentina, no olvidemos que él nació en Argentina, está ahí dispuesta a quedarse en uno de los cuatro primeros puestos, ya veremos en cual de ellos.

Y hablando de Campeonatos del Mundo, ya es chocante que él, el más grande, ni con Argentina, ni con España haya disputado ni un solo minuto de un mundial, porque en el único que estuvo, en Chile, 1962, iba lesionado y no pudo jugar nada, además de que en aquel mundial España se vino para casa, como este año, a las primeras de cambio.

Los madridistas de mi generación le tenemos un eterno agradecimiento a Alfredo Di Stefano , especialmente, porque en aquellos años en los que, todavía, la TV no había llegado a nuestras casas, a través de la radio, siempre con los grandes genios de las retransmisiones radiofónicas, Matías Prats y Enrique Mariñas, nos hizo pasar tardes y noches muy felices, por sus actuaciones en las distintas ediciones de las Copas de Europa.

Para nosotros, los madridistas de aquellos días, primero estaba el Cielo y a continuación Di Stéfano. Un Di Stefano al que yo aplaudí, desde que hice la primera comunión, hasta que ya estaba metido y bien metido en la Universidad.

A pesar de que entonces o no había o no llegaba a todos los lugares la televisión, la imagen de Di Stefano era conocida por todos los que seguíamos el fútbol, aunque sólo fuera por los cromos que tanto nos hacían disfrutar.

Los tiempos han pasado y quienes hemos conocido a otros como Pelé, Puskas, Kubala, Johan Kruiff, Maradona o Eusebio, una extensa baraja de primeras figuras del balón, siempre hemos dejado el número 1 para Di Stefano, los demás que se vayan colocando donde mejor les consideren sus seguidores.

Y hoy, seguramente que ya, a las mismas puertas del Cielo, es posible que el ya desaparecido, también, Miguel Muñoz estará manejando una serie de fichas importantes para formar allí el mejor equipo que podamos imaginar con: Antonio Ramallets, Isidro, Marquitos, Vidal, Enrique Mateos, Kubala, Puskas, Rial, Zarra ..., un equipazo en la gloria, al que se acaba de unir el maestro Alfredo Di Stefano.

Todos los que le hemos conocido y le hemos visto jugar decenas y docenas de partidos hemos coincidido en algo muy esencial y es que su número 9 era muy especial, no un 9 a la antigua usanza como el de César o el de Zarra, era un 9 moderno, que venía de atrás, por la derecha, por la izquierda o por el centro, que cortaba la jugada del adversario y ya estaba en posición de remate, daba igual con la derecha, la izquierda, la cabeza o el tacón, algo que al primero que sorprendió fue al meta Saso, del Valladolid, en el Viejo Zorrilla. Y es que, en todas partes, Di Stefano dejaba su propia marca, en Valladolid o en Amberes, en Chamartín o en el Metropolitano.

DEP, Alfredo Di Stefano.
 

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