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                     La sempiterna excusa, a modo de 
					justificación, de la tan cacareada austeridad no cabe en 
					cuestiones que afectan a servicios básicos. En esta edición 
					denunciamos públicamente el retraso de siete meses que se 
					viene produciendo en la instalación de un nuevo ascensor 
					para atender el tránsito de pacientes en dos plantas de 
					consultas externas en el Centro de Salud del Recinto. Con el 
					proyecto ya autorizado y presupuestado, no acaba de 
					realizarse la liquidación económica que permita su 
					instalación para solventar una deficiencia incuestionable: 
					la accesibilidad, especialmente, de personas impedidas, que 
					se valen de sillas de ruedas o muletas. 
					 
					Estas situaciones tan bochornosas como inaceptables son más 
					producto de la dejadez y la mala/malísima gestión que de una 
					imposibilidad financiera. No cabe culpar en este caso a la 
					crisis o a medidas de austeridad y sí a la dejadez o a la 
					desidia de quienes muestran un nulo sentido de 
					responsabilidad y de atención al ciudadano. Que un ascensor 
					sea motivo, en pleno siglo XXI, en un edificio oficial, de 
					polémica, es algo tan surrealista como asombroso para 
					quienes ostentan cargos y cargas públicas, y demuestran su 
					manifiesta incapacidad para solucionar algo que parece más 
					propio de una comunidad de vecinos en precario. 
					 
					Cuando hay unas normas para facilitar la accesibilidad de 
					personas discapacitadas, no parece de recibo que en un 
					Centro de Salud no se respeten. La Seguridad e Higiene en el 
					Trabajo no ha debido percatarse de tal dislate, cuando 
					después de siete meses aún prevalece una situación 
					inverosímil. Ya va siendo hora, a quien corresponda, de 
					ponerse a trabajar para convertir en eficaz realidad lo que 
					viene siendo un despropósito permanente y una afrenta 
					pública insoportable. 
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