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OPINIÓN - LUNES, 4 DE AGOSTO DE 2014

 
OPINIÓN / COLABORACION

Piedra caliza

Por Samara Acosta


Traigo en mente matices de instrumentos musicales y mi cante hondo de letras para que elijas el son con que acompañar mi pluma, párame, no me sueltes, vengo como un péndulo en el aire.

Como una mano que apretara mi garganta se me enreda la emoción ante la Musa, como un gran nudo y por primera vez, traigo para vestirlos de limpio ante ella, mis pensamientos desnudos. Por fin ahí tu cabello reposado en la montaña, tu pecho de mujer erguido al cielo guardando la mirada para la luna y las luces que enciende el techo de la noche para ti.

En este demasiado quehacer he pospuesto esta visita guardando esta marea de sentimientos que sabía me invadirían, poniéndose en pie los sentidos y, perdida pero dichosa, aquí me tienes Yebel Musa, extrae de mi la nostalgia de mi misma y este amor quizá invasor, pero ejemplar. Tú, que puedes percibir como la lluvia llena tus vacíos y el sol actúa como un sacabocados, -entendiendo que a veces-, el alma se queda atrás cuando se habla con el corazón en la mano y dejamos un hueco en su lugar. Sombras de atardecer asomaban a la mirada y las fragancias se debatían volando ante el lirismo de la Musa. Un desbordamiento de sensaciones retenidas en tu abrazo de caracola me envuelven en Piedra caliza, en esta soledad de a dos tan necesaria.

Vuelan los efluvios y la felicidad, -tan cercanos los dos, que asustan- y el viento, en su cita pasajera con la sabia naturaleza, se mezcla con nuestra alegría a flor de piel y estremece nuestros corazones asombrados ante tanta magnitud. ¡Ni un tenue roce de ignominia estropearía este entorno de acurruco!.

El añil del cielo te obsequia, merecidamente, con una gran fragancia de tonalidades. Aquí donde el tiempo transcurre sin ruido, sin prisa, mientras el alma se acostumbra a este nuevo estado de sensibilidad, preparo fantasías en común forjadas, barajo recuerdos sin encontrar nada comparativo y es que este silencio repercute en mi corazón como latido de derbake rebosando en mí, chinchines de energía jamás utilizada.

Resbalo mi mirada sobre la Musa y en ese azul marinero que le baña los pies, la noche se deja caer como una red mágica, escuchando tus susurros predilectos en mi se graban las palabras, “Todo lo natural es inofensivo si hay aceptación”.

Llego hasta ti con aromas de naranjas y el almíbar de almendrados para tu ayuno, llego vestida de abril con una flor de amor en el pelo, - Piedra caliza-, con una sonrisa y una pena para que acaricies mis letras, hace tanto ruido tu tristeza como esta duda feroz que llevo colgada de las pestañas en busca de un alivio y, que pretendo llevarme limpia y serena para que despierte sin zarandeos los sueños que cuelgan del filo de mi colchón. Me reconozco en tu pecho, en tu mirada triste, en tu muda voz cuando la depositas en las nubes que te amparan y, mi corazón- autónomo- salpicando el silencio tic taquea en demasía al golpe de tus palabras.

Puedo percibir como el crepúsculo te encaja como marco de retrato,- tan sólo una gaviota desplazada vuela sin pudor- y vivo la exquisitez del momento con lápiz en mano y la voz mate y profunda al pronunciar, “Cuanta belleza suelta”. Y en este anochecer de límite a límite de tu cuerpo, se llena de luz el techo nocturno de La Perla del Mediterráneo, preparando un cálido final a este encuentro, me llevo tus palabras salidas de los cráteres de tu efigie grabadas en mi piel… ¡“Tienes su amor posado en ti como un pajarito, siempre en aptitud de vuelo”!. Decae la luz fuerte y tierna sobre La Perla, se pueden oler los tonos que colorean cielo tierra y mar, la Musa enciende estrellas a mi paso en la bajada, mientras a espalda de mi alma, las Murallas Reales y su bandera evocan un tiempo atrás y mi libertad, sin guantes que la cubra, vuela sobre Ceuta y su maravilloso duende. Quisiera dejar reclinado en tu pecho mi libro de poemas para tu entresueño y un té de hierbabuena y canela. La causalidad es lo que me trae hasta ti Yebel, -Patrimonio del alma- y este quedarnos frente a frente la una de la otra era inevitable. El corazón con un escalofrío, ya posicionado en mi garganta, pretende posarse en tu seno en busca de una mecida nana y un abrazo de franela.
 

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