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                     Las instituciones, el Gobierno de 
					la Nación, los de las autonomías y los locales no cejan en 
					su intento de erradicar la violencia de género, que en 
					España ya se ha saldado con un número exagerado mujeres 
					perdiendo la vida y que ha dejado marcadas a otras muchas 
					para toda su existencia. Y todo, en la mayoría de los casos, 
					por no haberse decidido a denunciar nunca situaciones de 
					convivencia que terminan convirtiéndose en un calvario para 
					las víctimas. 
					 
					Las campañas institucionales tratan con insistencia de 
					advertir a las víctimas de los peligros que supone vivir al 
					lado de un agresor, pero inciden especialmente en la 
					necesidad de denunciar, ya que de otra manera es totalmente 
					imposible acabar con esta lacra que azota a la sociedad hoy 
					en día. 
					 
					Era ya de noche en Ceuta cuando unos gritos, que parecían 
					los de una niña pequeña, alertaron a unos viandantes de que 
					algo extraño estaba pasando en el interior de un vehículo 
					que estaba aparcado en una céntrica calle. Por fortuna, 
					estas personas, armadas de valor y en un acto de 
					responsabilidad con la sociedad y con los demás, no dudaron 
					en acercarse para conocer que era lo que estaba pasando. 
					 
					La realidad les llevó a contemplar como un individuo 
					golpeaba a una mujer, que intentaba como podía protegerse y 
					zafarse de los golpes de la alimaña. Da igual el motivo de 
					la discusión que inició la disputa. Da igual si fue porque 
					la mujer leyó un wathsap o porque no dio la respuesta 
					correcta a la pregunta formulada por el que por un momento 
					creyó que era un ser superior gracias a su fuerza. La 
					intervención de los viandantes dio paso a la de los agentes 
					de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, que detuvieron 
					al individuo y lo condujeron hasta las dependencias 
					policiales. El problema; la chica, como pasa casi siempre, 
					no estaba dispuesta a denunciar. 
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