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OPINIÓN - VIERNES, 12 DE SEPTIEMBRE DE 2014

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

A vueltas con la vida
 


Quim Sarriá
opinion
@elpueblodeceuta.com
 

Buenos días. Ceuta.

Tras mis catorce meses alejado de la tierra que me dio trabajo, familia y dinero no son suficientes para que me olvide de ella, de Catalunya, tierra donde están mis hijos, mis amigos…

Ceuta es otra cosa, es mi tierra natal y donde pasé toda mi infancia y juventud y que tuve que dejar porque no me ofrecía oportunidades para el futuro a no ser que hubiera aceptado enchufes gracias al enorme tráfico de influencias que existía en la época.

Si hubiera aceptado cualquier propuesta, en Ceuta, habría sido funcionario civil del Ministerio de Defensa, situación que no cuadra en absoluto con mi carácter.

Soy díscolo, acepto a regañadientes el protocolo, cualquier protocolo, ese conjunto de procedimientos destinado a estandarizar un comportamiento artificial frente a una situación específica.

No vayamos a exagerar el concepto, es que no acepto ciertas reglas o normas, escritas y no escritas, que potencian a autoridades y personajes sin lógica alguna, aunque sí acepto ese protocolo que define las buenas maneras, la educación y el arte de comportarse en público.

A veces, hay situaciones, en ciertos momentos, que conlleva una explosión emocional que conduce a la ira -con lo que soy portador de un pecado capital-, son situaciones ilógicas, incomprensibles aunque quieran disfrazarlas de normas sociales.

Lo que más me cabrea es la mentira sostenida, la prepotencia de quién quiere imponerse a costa de las propias normas de conducta. Sobre todo la facilidad que tienen esos personajes que ocupan cargos importantes en el conjunto de la sociedad y que no toleran el menor síntoma de rebelión contra sus propias ideas de llevar a cabo sus decisiones, aunque sean totalmente injustas, escudándose en no sé qué leyes, que además las crean ellos mismos, que los hacen omnipotentes cuando no son más que seres humanos cargados de avaricia, codicia y soberbia... por no mencionar el resto de los siete pecados capitales.

Nadie se hace millonario sólo con el trabajo, si no es explotando a sus semejantes, y salvo que te toque la quiniela o la lotería, cualquier lotería, sí se hacen millonarios con las estafas, el fraude y la usura.

Muchas estafas, muchos fraudes y miles de usuras tienen el sello de ‘legalidad’ puesto por esos mismos personajes que ocupan cargos importantes en el conjunto de la sociedad, sin importarles un comino el hambre que pasa el resto de la humanidad y que suelen ir a lugares exóticos a presumir de su prepotencia, mientras pasa al lado mismo de un niño famélico, moribundo del hambre y con una crueldad infinita aparta, con su reluciente bota, el brazo extendido sobre la tierra de ese mismo niño.

Esto es lo que me rebela, esto es lo que me hace pecador capital por acumulación de la ira.

Mujeres y hombres multimillonarios que sólo aspiran a llenar más y más sus arcas… ¿con qué fin?, ¡con ninguno!

Más se me enciende la ira cuando, esas mujeres y esos hombres multimillonarios, abusan de su casta para emplear a niños y niñas de países abandonados a su suerte, asentando sus empresas pero no mejorando la situación social de los mismos, sino mirando por obtener réditos y más réditos aprovechándose de esa raza esclavizada y la total falta de conciencia ni sentimientos.

Las mismas pretensiones las veo en nuestros personajes con cargos importantes en la sociedad, cuando crean leyes que perjudican la educación de quienes no son de su casta, colocan vallas invisibles, pero contundentes, ante las aspiraciones de los educandos que no tienen capacidad económica para cursar sus estudios en lugares de pago y recortan derechos que son básicos en cualquier sociedad que se precie como son los derechos a una vivienda digna, a un plato de comida y a una sanidad plena.

Imponen sus condiciones, con el objetivo marcado por los siete pecados capitales, sin importarles que en un futuro, no muy lejano, esos mismos siete pecados capitales se volverán contra ellos cuando el pueblo pierda el miedo y tenga cojones de hacerles frente, haciendo valer los derechos plasmados en una auténtica democracia.

En fin, la vida sigue y yo también, apoyando la consulta de la tierra que me ayudó.
 

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