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                     He dicho ya, en más de una 
					ocasión, que no nos conocemos personalmente y puedo añadir 
					que jamás hemos cruzado una sola palabra Fátima Hamed y yo, 
					pero eso no impide, no ha impedido y no va a impedir que yo 
					valore sus actuaciones y que además respete, porque lo 
					merecen, sus criterios. 
					 
					Fátima Hamed sigue siendo una diputada no adscrita de la 
					Asamblea y eso mismo ha hecho que se le dé más valor a todo 
					lo que viene haciendo, porque cualquiera de sus acciones 
					lleva consigo el trabajo personal, sin ayudas ni apoyos de 
					ningún tipo, cosa que tienen otros por pertenecer al 
					Gobierno o por pertenecer a la sombra del propio Gobierno, y 
					ya sabemos todos a quienes me estoy refiriendo. 
					 
					Ahora, y nos alegra de verdad, la Justicia acaba de 
					reconocer el derecho de Fátima Hamed a intervenir en las 
					sesiones plenarias, guste o no guste a ciertos sectores de 
					la Asamblea. 
					 
					Y es que el juzgado de lo Contencioso Administrativo nº 2 de 
					Ceuta ha fallado favorablemente sobre el recurso que hace 
					unos meses presentó Fátima Hamed, cuando el Gobierno del PP, 
					sus más allegados, sin dar la cara, y otros más, en la 
					Asamblea, acordaron que no pudiera hablar en los plenos. 
					 
					Lo primero que se me ocurre, ante esto, es:”¿Todos éstos 
					pueden y son capaces de hablar de democracia?”. Por muchas 
					mayorías absolutas que tengan unos, por mucho compadreo, 
					respecto al Gobierno, que tienen otros y por mucho que 
					quieran aprovechar dos minutos más algunos de los que han 
					logrado menos representación de la que hubieran deseado, 
					todos ellos estaban en un error y la Justicia se lo acaba de 
					hacer ver. 
					 
					Un paso hacia adelante de Fátima Hamed, un paso que debe 
					traer consecuencias, en el futuro, cuando lleguen las 
					elecciones, si es que Fátima Hamed llega a presentarse en 
					esas próximas elecciones. 
					 
					Y ya es lamentable, precisamente por esa actitud que hubo 
					contra ella, para que no pudiera hablar en los plenos, que 
					haya tenido que recurrir a la Justicia, para que, 
					definitivamente, se la deje hablar. 
					 
					Uno, al llegar a esto, no puede por menos de decir:”¿Es que 
					han llegado a la Asamblea lo más demócratas, los que 
					defienden la democracia?”. Cuesta trabajo poderlo aceptar, y 
					particularmente me ha agradado de veras que “con toda la 
					dignidad que parecen representar algunos”, ahora tengan que 
					reconocer que estaban errados (sin h), aunque alguno pudiera 
					haber ido a encargar las herraduras. 
					 
					Volver a empezar, es lo que pensará alguno en la Asamblea, 
					especialmente, cuando Fátima Hamed pida la palabra y con sus 
					razones, las suyas, se oponga a ciertas mayorías naturales y 
					a otras convencionales, al tratar algunos asuntos. 
					 
					Aquí se ha detectado algo que no podemos dejar pasar de 
					largo y es que el Gobierno de la Ciudad y algún otro socio 
					“en la clandestinidad” parecían tener la posesión de la 
					verdad, del bien y del mal “per se”, y ahora se les ha 
					torcido el pasodoble. 
					 
					Y hay algo más que ¡ojalá! se refleje en las urnas, y es que 
					esta sentencia ha borrado, “de un plumazo”, el aura de 
					grandeza, soberanía y superioridad que “los buenos, 
					oficiales” parecían tener, sin discusión. 
					 
					Cuatro años dan para mucho, pero a favor y en contra, con lo 
					que esta sentencia ha llegado en el peor de los momentos 
					para quienes, acostumbrados a ganar siempre, ahora van a 
					tener que dar explicaciones de algo que no pensaban que 
					pudiera darse. 
					 
					Sin conocer a Fátima Hamed, me alegro de que sus 
					reclamaciones hayan dado ese buen puesto, que otros 
					esperaban y tenían por suyo. 
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