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OPINIÓN - LUNES, 29 DE SEPTIEMBRE DE 2014

 
OPINIÓN / COLABORACION

Avenida de Juan Vivas con Glorieta Paco Antonio

Por Antonio Gil Mellado


Aun grupo de amigos, entre los que me encontraba yo tomando un café, se le puede ocurrir cualquier cosa, chiste o chascarrillo, de forma que aparecen las risas y, de la tarde, finalmente, queda un buen recuerdo y el deseo de repetir pronto otro momento igual. Este encuentro se produjo en la terraza de un conocido local en Plaza de los Reyes.

De todo el rato, comento solo éste porque hay que ver lo que es la imaginación. Y es que, observando los movimientos de los pacientes ciudadanos sirios, uno de mis amigos advirtió que, en pleno centro de la Plaza de los Reyes, estas personas se afanaban por alinear perfectamente las casetas donde habitualmente no las ponen por la tarde, trazando una calle. Por un momento, nos hizo pensar que se podría dar el caso que tuviera carácter permanente, quién sabe, en esta ciudad... En este momento, uno de mis amigos dio rienda suelta a la imaginación y dijo: “Se le podría dotar de nombre”. Le pregunté y me respondió: “¡Hombre! ¿No lo sabes? Avenida de Juan Vivas con confluencia en Glorieta Paco Antonio”. Decía además con la misma chanza que, en este caso, no habría problema, cabría un consenso entre las fuerzas políticas y se proclamaría justo reconocimiento a los dos máximos responsables en nuestra ciudad.

De esta manera se atenuaría el rumor de quienes opinan que la situación actual en la Plaza de los Reyes es una manifestación a la incompetencia. También hay opiniones que piensan que, al final, conseguirán el efecto llamada y el ejemplo podría ser seguido por ocupantes del CETI, que podrían decidir en un momento dado trasladarse a este otro campamento.

Lo cierto es que se da una situación de verdadero esperpento, donde nadie, absolutamente nadie, está medianamente satisfecho, donde la perplejidad de los ciudadanos ha rebasado todo lo imaginable, por eso aparece la sátira y los chascarrillos. Todo hay que decirlo, a los políticos se les juzga por los hechos, con frialdad y, a veces, en estos días, también con una triste y amarga sensación de impotencia.

Nosotros, después de un rato, a punto de irnos, vimos cómo todo volvía a la normalidad, no sabemos si por la intervención de Benjamín, el que los supervisa y por el que todo marcha bien.

El caso es que todos volvieron debajo de los toldos.
 

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