Buenos días, Ceuta.
Hemos estado reunidos, un grupo de amigos, en un bar para
celebrar las fiestas de la ciudad donde resido actualmente.
Mientras, hablamos de los problemas que afectan el país.
Nos centramos en el, por ahora, principal y grave grave
problema del virus del Ébola, nombrecito que proviene del
río Ébola de la República Democrática del Congo.
Este bichito de la familia Filoviridae y del género
filovirus fue identificado por primera vez en 1976 durante
una epidemia de alta mortalidad (el 92% de los infectados) y
se propaga, como ya han explicado en todas partes, a través
de los fluidos corporales.
Desde aquel año de su descubrimiento, jamás se detectó
ningún caso en este país hasta ahora en que por una
concatenación de errores, por parte de las autoridades
sanitarias con el Gobierno al frente, parece que es fácil de
que se propague.
El primer error, en mi opinión, fue el de repatriar al
médico misionero Miguel Pajares –y el segundo enfermo- sin
tener, realmente, una unidad específica con el protocolo
exigente para estos casos, con una ubicación especial y
totalmente protegida porque un hospital de asistencia
pública no es el más idóneo, aunque tenga un lugar
pretendidamente adecuado.
El segundo error es el de actuar sanitariamente al buen
tuntún, sin tomar una serie de actuaciones adecuadas para
tratar un caso, generalmente desconocido en nuestro país, y
emplear para su seguimiento a personal indebidamente
preparado para tratar virus absolutamente desconocidos y
mortales. El personal de limpieza no debería estar ahí o es
que quieren diezmarlos.
El tercer error es el de nuestro Gobierno, en el apartado de
desinformación, agravado por declaraciones fuera de lugar de
los políticos con afán de tener su minuto de gloria.
El cuarto error, el de la propagación, es de una tremenda
irresponsabilidad, como lo que pasó con el ‘Prestige’, de
tomarse a la ligera el problema. Ningún ser inteligente
habría actuado como han actuado las autoridades sanitarias
de Madrid, y el Gobierno de España, al mandar a la auxiliar
de enfermería en una ambulancia convencional de un centro
hospitalario público y desatender, al principio, la
información que la propia enfermera ofrecía, teniendo
conocimiento de causa, por parte de nuestro Gobierno, de que
es una de las participantes en el cuidado sanitario de un
enfermo terminal afectado por el Ébola y, además, sin tomar
precauciones en el entorno social de la propia enferma.
El quinto error es el de tratar de culpar al último de la
fila, como mantener culpable al maquinista del accidente del
tren gallego y al capitán del ‘Prestige’. Que un político
con cargo de consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid
proclame a través de los medios de comunicación que la
auxiliar de enfermería miente… es como para inyectarle el
maldito virus a ese consejero y que compruebe su eficacia
mortal. No es normal que los medios de comunicación afines
al partido que nos Gobierna, insistan una y otra vez que la
culpa es de la auxiliar de enfermería por tocarse la cara
con guantes, siempre por voces que no son de la misma
auxiliar de enfermería. Insisten tanto que hasta la propia
afectada se lo cree.
El sexto error, que el presidente del Gobierno, Mariano
Rajoy, siga empeñado en presentar excusas y mentiras sobre
el caso del Ébola jugando al ping-pong con las palabras
elogiosas cuando su único deber es tomar el mando y
responder al ciudadano de manera muy clara, sin eufemismos
ininteligentes para el pueblo, desde el principio. Ya que
como responsable de una nación y conociendo perfectamente la
existencia de esa pandemia en el continente africano no hizo
absolutamente nada para preservar la seguridad sanitaria del
país.
El séptimo error…, bueno, dejémoslo por ahora ya que si
continúo enumerando los errores tendría que escribir una
enciclopedia de los mismos y eso no es gratuito.
Ya veis, queridos lectores, que tenemos gente inepta para
conducirnos. No, no ataco al personal sanitario, ataco a
quienes deberían disponer de un protocolo más que adecuado
para enfrentarse a esta clase de incidencias, más aún cuando
son mortales y encima dan cursos cortísimos a quienes no
tienen ni puta idea de navegar por el espacio con los trajes
y equipamientos adecuados.
En fin, la vida sigue y yo también, aunque mirando con
microscopio por si acaso.
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