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OPINIÓN - LUNES, 27 DE OCTUBRE DE 2714

 
OPINIÓN / COLABORACION

¿Podemos confiar en el Gobierno de Vivas?

Por Ramiro T.


La confianza en nuestros líderes políticos parece haber tocado fondo. El descontento con los políticos es general y afecta con intensidad al presidente de la Ciudad y a los miembros de su Gobierno. Hay una amplia sensación de que la falta de credibilidad es una de las características más presentes y denunciables de la vida política ceutí..

Es sorprendente la forma tan fácil y natural con que algunos políticos asumen sus promesas, como si la vida fuera un juego en el que puedes prometer cualquiera cosa, sin saber siquiera si estás en condiciones de afrontarla en el futuro.

En la Ceuta actual, es mejor que no te prometan nada, porque hay que asumir que algunos están muy lejos de cumplir lo que prometen. “Prometo por mi honor cumplir ...”. No hay nada más eficaz para corromper la palabra honor que ponerla en boca de un político: un consejero de Hacienda, una consejera de Presidencia o el mismo Presidente. Todos igualados en la misma desvergüenza.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que “palabra” y “honor” eran conceptos indisolublemente ligados entre sí, de manera que deshonrar la palabra dada abocaba directamente al embustero a sufrir el desprecio de sus semejantes y no poder mirarse al espejo. En el campo, más que en las ciudades, las personas de cierta edad recuerdan bien los días en que las ventas de tierras o de ganado se cerraban con un simple apretón de manos, más valioso tanto para el vendedor como para el comprador que cualquier documento escrito. Hoy le hablas a un político de honor y lo más probable es que te mire como si acabaras de fumarte algo espeso.

Todos hemos escuchado a los abuelos hablar sobre aquellos tiempos, en que honrar una promesa era poco menos que verte con un compromiso de vida o muerte. No importaba que lo que prometieras fuera algo trivial o algo muy importante, el compromiso de decir que harías o darías algo, era suficiente para que te hicieras cargo de ello. Hay que honrar la promesa, es como dar nuestra palabra. Y los políticos deberían saber que la palabra es nuestro único bien con valor. Las cosas materiales son circunstanciales y un día podemos encontrarnos sin ellas. No deberíamos conferirles más valor del que tengan para permitirnos sobrellevar nuestra vida. Por el contrario, nuestra palabra y nuestros actos, nos acaban definiendo como personas a largo plazo. Es lo único que nadie puede quitarnos, pero la perdemos poco a poco cuando hacemos promesas que no cumplimos, cuando se promete para salir del paso, cuando se engaña a alguien y para obtener algo se promete otra cosa, etc... Esa confianza que esperamos que nos dispensen los demás, se construye sobre las experiencias que compartimos con esas mismas personas, si podemos ser de confianza como para que nuestra palabra sea suficientemente válida, cualquiera que nos conozca tomará nuestra promesa como una garantía de verdad, de lo contrario ...

Un paisano bien nacido de cualquier pueblo de España agacharía la cabeza ante la deshonra de una promesa incumplida. Nuestros máximos representantes la llevan, en cambio, bien alta, y además tratan de idiotas a los ciudadanos. Esta comprobado que ni podemos ni debemos ser indulgentes con ellos.
 

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