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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE ENERO DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Lealtad

Por Jesús González


Después de los atentados en Francia, de este mes de enero, corre por Internet toda clase de vídeos que tienen relación, de una u otra forma, con los citados atentados. Así en uno de ellos puede verse cómo un grupo numeroso de musulmanes franceses reproduce a escala una pequeña torre Eiffel antes de destruirla: le pegan fuego y acaban pateándola rabiosamente al grito de “Alá es grande”. Después de tal heroicidad, un barbudo se dirige vociferante a la cámara con aspecto amenazador. Todo un número. En otro vídeo, de unos diez minutos, se recoge una manifestación en la Fontaine des Innocents de París contra el racismo y la islamofobia, el día posterior a las matanzas. Por las banderas que el personal asistente ondea, de Túnez, Marruecos, Palestina, Argelia y Turquía y una bandera roja con el martillo y la hoz –comunista–, parece que el idilio entre comunistas, y la izquierda en general, y el mundo arabo-musulmán continúa en todo su esplendor. El personal que se puede ver en el vídeo en su mayoría son franceses cuyos ancestros emigraron desde los países representados por las banderas, y cuyos hijos parece ser que se sienten más concernidos con los países de origen de sus mayores que con el país en donde han nacido: Francia. Se aprecian no pocas jóvenes veladas con chador o vestidas a la usanza árabe. Junto a ellas, jóvenes con pañuelos palestinos rodeándoles el cuello y gritando el clásico “Aláhu akbar”. Algunos portan cartelería en la que se ha escrito “Je suis Muslim”, “Je suis Muhammad”, y corean “Muhammad”. Uno de los gritos que me llamó poderosamente la atención y me dejó un tanto estupefacto fue “À bas l’hymne national”, se trata, naturalmente, del rechazo a La Marsellesa. Por supuesto que hubo discursos contra la islamofobia, el racismo y a favor de la autodefensa popular. Todo ello en una atmósfera entre festiva y lúdica. No aprecié ni una bandera tricolor francesa. Quien no estuviera enterado del país en donde se celebraba tal evento, por las vestimentas de los personajes, sus banderas y sus gritos a favor de “Muhammad” y lo que podía leerse en la cartelería que exhibían, bien pudiera creer que tal asamblea tenía lugar en un país islámico. El vídeo es la viva imagen de la colonización brutal que sufre Francia (y Europa). Asimismo, se ve meridianamente claro el vuelco demográfico que va camino de hacer sucumbir (si no lo ha hecho ya) a la población autóctona de Francia en numerosos distritos de la capital –como el XIX-–, y en ciertos barrios –Saint Denis– y ciudades pequeñas. Y no sólo eso, sino que se ve venir la suplantación de los valores republicanos y laicos de la República francesa por otros valores extraños y antagónicos, teocráticos, en suma. Guetos en donde la ley republicana se queda a las puertas del mismo: en el interior, es la sharia la que “ordena el bien y prohíbe el mal”.

El fuego a la maqueta de la torre Eiffel, y su posterior pateamiento, así como el grito “À bas l’hymne national”, es la imagen del rechazo a todo lo que representa la República francesa, sus valores, sus costumbres, su historia, sus personajes, su tradición y su futuro como país perteneciente a ese Occidente desdeñado y vilipendiado por el mundo arabo-islámico, lo que denota una falta de lealtad manifiesta. Lo que ya no nos resulta a estas alturas tan llamativo es que la izquierda comunista y socialista sienta esa terca fascinación por lo islámico, por sus valores medievales y teocráticos, y siempre empeñada, si no en la demolición, que también, en el rechazo de la historia de Occidente, rechazo a conmemorar sus luchas contra el yugo musulmán desde Poitiers (732), pasando por Granada (1492), hasta la defensa de Viena contra los cercos a que fue sometida en la Edad Moderna. Parece que esa izquierda comunista y socialista (odiadora de las identidades nacionales de los pueblos europeos) se ha constituido en defensora de los nómadas, de los sin patria, de los que se llaman a sí mismos “ciudadanos del mundo”, de los que, en fin, se levantan una mañana en su aldea africana y se echan a los caminos para asentarse ilegalmente en la vieja Europa, llevando por todo equipaje en el ‘zurrón’ sus creencias, su cultura y su etnia. Creencias, cultura y etnia con las que tratarán de suplantar los valores, creencias y comportamientos que pueda encontrar en su nueva patria de acogida. Reclamarán, violenta y amenazadoramente, para sí y para los de su estirpe todo tipo de libertades (incluso las que no gozaban en sus países de origen), así como igualdad con los autóctonos, y la tan manida tolerancia y fraternidad, pero, eso sí, parece ser que les cuesta una enormidad ser leales al país que los acoge. La palabra ‘Lealtad’ les suele ser extraña. Es más, aprovecharán la menor oportunidad para patear el himno nacional francés, rechazar sus símbolos y aquello que refleja genuinamente ‘lo francés’. Y en el colmo de su vileza y radicalización, asesinarán a sus compatriotas (al grito de “Aláhu akbar”) por el mero hecho de ejercer su libertad de expresión, como sucedió este mes de enero. O posiblemente se vayan a combatir bajo la siniestra, criminal y asesina bandera del llamado estado islámico. En fin, lo peor es que tipos así los hay a miles en la vieja Europa.

(PD/ Recuerde: faltan 30 semanas para el 6º Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de 2015)
 

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