| 
                     Nada más llegar ayer, tras haber 
					finalizado la jornada, me decían en la recepción del Parador 
					Hotel La Muralla, que Juan Gordillo, el hombre que durante 
					muchos años trabajó aquí y fue jefe de cocina, había muerto. 
					 
					Para mí, que no había tratado a diario con él, pero que 
					siempre que tuve algún contacto con él había sido muy 
					agradable, la noticia fue un auténtico mazazo, por cuanto 
					más de cuarenta años en un lugar dejan huella y si esos más 
					de cuarenta años son de una gran profesionalidad tendrán que 
					dejar más huella todavía. 
					 
					Juan Gordillo Blanco llegaba al Parador de Ceuta a finales 
					de 1969, concretamente el día antes de la Navidad y dejaba 
					de prestar en él sus servicios hace casi dos años, en marzo 
					del 2013. 
					 
					A nadie de la casa le oí, en momento alguno, hacer un 
					comentario que dejara en mal lugar al jefe de cocina, e 
					igualmente, a nadie de los múltiples clientes ceutíes del 
					Parador les he oído nada en contra del buen hacer en la 
					cocina, a lo largo de todos esos años, en los que Juan 
					Gordillo estuvo “entre las sartenes y pucheros” de esa 
					cocina. 
					 
					Últimamente, hacía tiempo que yo no lo veía, pero siempre lo 
					achaqué a la no coincidencia de los lugares y los horarios 
					que frecuentábamos el uno y el otro. 
					 
					Ahora ya, la noticia es irreversible, no hay marcha atrás, 
					un hombre bueno, un trabajador serio, un profesional de los 
					de verdad nos ha dicho adiós y eso que no era un hombre 
					mayor, más bien debería rondar los 65 años, mes arriba o mes 
					abajo, y esa es una edad para, por lo menos, intentar vivir 
					la jubilación unos cuantos años, jubilación que bien ganada 
					se la tenía. 
					 
					De Juan Gordillo recuerdo el talante sencillo, 
					especialmente, cuando cierto libro de cocina que él había 
					elaborado parecía que eran otros los que se querían hacer 
					pasar por los autores, o cuando menos coautores, y él, ni 
					siquiera ante eso, se imponía para aparecer en el lugar que 
					a él, sólo a él, le pertenecía. 
					 
					Aquel fue un gesto más, un gesto agradable que hablaba, por 
					sí solo, del talante y las buenas marchas que él tenía por 
					costumbre utilizar, de no entrar en el terreno de nadie, 
					pero no importarle nada que algunos, que buscan todo para 
					ellos, se metieran en su propio terreno, en su propia obra, 
					a veces, en demasía. 
					 
					Aquí, en el parador de Ceuta, la noticia de la muerte de 
					Juan Gordillo Blanco ha caído como una losa, porque no había 
					nadie en esta casa que no tuviera algún tipo de anécdota, 
					siempre positiva, con el cocinero que tantos años estuvo en 
					el Parador. 
					 
					El tiempo, sin embargo, ha pasado, él que entró en el 
					Parador Hotel La Muralla siendo una persona muy joven, ahora 
					nos ha dejado, era su momento, pero lo mejor, lo 
					verdaderamente llamativo y destacable es que el “adiós” que 
					todos le damos es un adiós sincero, añorando su estancia 
					aquí y deseando, de verdad, que tenga su merecido descanso 
					eterno. 
					 
					Juan Gordillo Blanco, adiós, hasta siempre, descansa en paz, 
					te vamos a seguir recordando siempre. 
   |