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OPINIÓN - MARTES, 3 DE MARZO DE 2015

 
OPINIÓN / COLABORACION

Cuando la política se convierte en una profesión

Por Carlos Folch Valero


En la actualidad, uno de los principales problemas que identifica la ciudadanía, de acuerdo a los sondeos sociológicos, son los políticos que los gobiernan. La actividad política está desacreditada. Por este, y por otros motivos, las miradas académicas que antes se centraban en las instituciones y en su desempeño ahora lo hacen en los políticos. En este contexto se enmarca El oficio de político, una novedosa aportación para comprender quiénes son esos actores, cómo desarrollan sus carreras, cuáles son las características de la política como profesión y cómo es su evolución en los sistemas democráticos.

La profesionalización política como un ineluctable proceso ligado a la evolución de las democracias. Y aborda el estudio de los políticos profesionales definidos como individuos que desempeñan una actividad pública, que dedican su tiempo a ella, que reciben a cambio una remuneración, que poseen legítimas ambiciones y que proyectan una determinada vocación pública. Una vocación que, como en toda profesión, debería estar sujeta a un rendimiento de cuentas. En este último punto, los medios de comunicación emergen como actores fundamentales, tanto para llevar a cabo una función de control, como para intervenir directamente en la contienda política. Todos conocemos políticos con más de diez años en el noble ejercicio de la vida política, y estamos siendo testigos de como esos políticos con tantos años al servicio del interés publico, están siendo acusados de diferentes irregularidades en el ejercicio de sus funciones políticas.

Un político profesional es alguien que se dedica habitualmente a una actividad política y que cobra por ello. Lo cual supone que hay que introducir ciertas matizaciones, las más sencillas se refieren a la acotación del adverbio “habitualmente” y a la cuestión de los ingresos. Esto último se refiere al porcentaje que suponen los emolumentos que una persona recibe procedentes de la política en el total de sus ingresos; en cuanto a lo habitual tiene que ver con el tiempo dedicado a la política en un determinado lapso. Dicho de otra manera: se establece una escala en la que en un extremo se puede situar a alguien cuyos ingresos provienen en el cien por cien de la política y que en los últimos diez años no ha hecho otra cosa que política y en el otro extremo se sitúan quien sus ingresos procedentes de la política apenas si representan una parte mínima y que en el referido periodo apenas si se ha dedicado unos meses.

En cuantas ocasiones se ha planteado en nuestro sistema democrático el limitar el numero de años al ejercicio de la vida publica, países como Estados Unidos, ha tenido claro desde hace mucho tiempo este punto en cuestión, tanto en lo publico como en lo privado, marcando fecha de caducidad tanto a los políticos como a los grandes ejecutivos. Este sistema funciona ya que es un ejemplo que muchos países tendrían de adoptar en su sistema democrático, y en especial el nuestro, ya que estamos siendo testigos de políticos con muchos años en cargos públicos, que al final se demuestran que han sido un engaño y una estafa para los ciudadanos que depositaron su confianza en ellos.

Pero después de ver como en este año con tantos procesos electorales, no hay un solo partido político que ponga este debate dentro del discurso de la campaña. Ningún partido ya sea de izquierda o de derecha quiere plantear esta cuestión, pues se demuestra que todos tienen la intención de perpetuarse en los puestos políticos.

Entiendo que pueda ser atractivo el que lo llamen a uno excelentísimo, disponer de coche oficial, tener un escaño de representación ya sea en el Congreso, Senado, Comunidad Autónoma o Ayuntamiento, pero el tema es que cuando esos políticos llegan a esos puestos se desconectan de la realidad de la calle, se aíslan en sus despachos donde no reciben a nadie, se esconden por la calle, llegando a salir de su casa por el garaje en el coche oficial y entrando el palacio autonómico por el garaje, a pesar de vivir a menos de doscientos metros, pero todo ellos para no hablar con los ciudadanos y conocer de primera mano los problemas reales de la ciudad que dirige, es más fácil esconder la cabeza como el avestruz e ignorar los problemas para no tener que buscar soluciones.

Una dirigente de un partido nacional, el pasado sábado en un programa de televición, dijo “que había que cambiar la política de nuestro país, peor no las caras delos políticos”, claro ella llevaba treinta años de política y no quería dejar de serlo, discrepo totalmente con esa afirmación, ya que no se le puede enseñar trucos nuevos a un perro viejo, por lo tanto la única forma de cambiar las políticas, es cambiar a las personas que las han hecho realidad.
 

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