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                     Eso es resignación, resignación 
					que surge de los medios de comunicación, de aquellos que 
					optan por decirle al pueblo sólo una parte de la verdad. 
					Resignación que consiste en dar un credo único. […] Se busca 
					ya, no al ser humano pensante, capaz de la reflexión, de la 
					duda o de la inquietud; se busca al esclavo sin pensamiento. 
					 
					Julio Anguita, acto “La izquierda con Saramago”, 1999. 
					 
					El pasado miércoles se emitió el publicitado programa de “En 
					tierra hostil” sobre Venezuela. No fue ninguna casualidad. 
					Sobre Venezuela se nos lleva bombardeando mediáticamente 
					varios meses (incluso más que cuando vivía Chávez) con una 
					intención más queobvia: atacar a Podemos. El proceso es el 
					siguiente: primero se asocia a Podemos con Venezuela, 
					trasladando a la opinión pública la descabellada idea de que 
					si Pablo Iglesias gobierna, España será Venezuela. Después, 
					llenas horas de televisión y páginas de periódico con la 
					malísima situación del país latinoamericano. Hecho. Has 
					logrado que cuando muchos vean o lean una noticiasobre 
					Venezuela, piensen en una coleta. Goebbelswins. 
					 
					En este escrito no voy a defender ni atacar al gobierno de 
					Maduro, tan sólo me limitaré a hablar de “En tierra hostil” 
					como documento periodístico. Cuando se emitió el capítulo 
					sobre la barriada de El Príncipe escribí que me bastaron 
					unos extractos sueltos para saber que se trataba de puro 
					sensacionalismo. Lo de este pasado miércoles sirvió de 
					confirmación. Por cierto, es llamativo que muchos de los 
					ceutíes que tacharon al programa de manipulador cuando trató 
					el tema del yihadismo en nuestra ciudad, no consideren lo 
					mismo acerca del tratamiento sobre cualquier otro fenómeno. 
					En fin, cosas que pasan. 
					 
					Lejos de presentar las distintas perspectivas, los 
					diferentes puntos de vista y los datos contrastados sobre el 
					contexto y la historia de lo que vemos, es decir, de 
					ofrecernos, en última instancia, información útil para 
					formarnosnuestra propia opinión basada en la razón, lo que 
					suele hacer el programa “En tierra hostil” es presentarnos 
					un dibujo incompleto. Muestra, pero no ofrece datos que 
					ayuden a entender lo que muestra, lo que acaba desembocando, 
					paradójicamente, en una labor de desinformación.Como nos 
					recuerda Ignacio Ramonet:  
					 
					Hasta hace poco, informar era, en cierto modo, proporcionar 
					no sólo la descripción precisa y verificada de un hecho, de 
					un acontecimiento, sino igualmente un conjunto de parámetros 
					que permitan al lector comprender su significación profunda. 
					[…] Esto ha cambiado bajo la influencia de la televisión, 
					que ocupa un lugar dominante dentro de la jerarquía de los 
					medios de comunicación, y extiende su modelo. […] El 
					objetivo prioritario para el ciudadano, su satisfacción, ya 
					no es comprender el alcance de un acontecimiento, sino 
					simplemente verlo, mirar cómo se produce bajo sus ojos. De 
					esto modo se establece, poco a poco, la engañosa ilusión de 
					que ver es comprender. 
					 
					Aun con todo, lo peor de “En tierra hostil” no es el sesgo 
					de la información y la falta de parámetros, datos y 
					perspectivas que nos ayuden asituarnos y entender lo que 
					presenciamos.Lo peor del “En tierra hostil” de este pasado 
					miércoles fue que, en muchos momentos, ni siquiera había 
					algo que contar. Ante eso, a lo que se suele recurrir en 
					televisión es a la manipulación emocional. Y eso fue lo que 
					hicieron, usando técnicas tales como la permanente música de 
					suspense o la cámara en movimiento para dar sensación de 
					caos, tensión y desorden, opiniones presentadas como verdad 
					indiscutible y contrastada o afirmaciones acerca de unas 
					supuestas intenciones (“Nos han dicho que podemos tener 
					problemas para sacar el material del país”) no demostradas, 
					pero que calan en el espectador, que las asume como un 
					hecho. La utilización de toda esta serie de trucos al narrar 
					una determinada realidad puede hacer de cualquier país el 
					territorio totalitario y dictatorial que deseamos describir. 
					O de cualquier ciudad. De Ceuta, por ejemplo. 
					 
					-Los primeros 15 o 20 minutos de “En tierra hostil” se 
					rellenaron con imágenes de la frontera. Lo único 
					sobresaliente era que había colas y cambios de moneda. Si 
					nos vamos a la frontera de El Tarajal veremos lo mismo.¿Qué 
					hacer, pues, para que el espectador sienta que asiste a algo 
					peligroso y fuera de lo común? Música de Psicosis y planos 
					imposibles de los trabajadores de la frontera. 
					 
					-Un extracto importante del programa estuvo dedicado al 
					desabastecimiento, algo que -aunque cada uno tengamos 
					nuestras opiniones acerca de los motivos- todos sabemos que 
					ocurre en Venezuela desde hace bastantes meses. Se 
					preguntaba a los tenderos sobre tal situación. Algunos 
					hablaban, otros no. Por supuesto, se hizo hincapié en los 
					segundos: “No hablan porque tienen miedo de que el gobierno 
					tome medidas contra su negocio” se decía (opinión presentada 
					como verdad).Eso también lo podríamos trasladar a Ceuta. 
					Muchísima gente me dice que no se manifiesta ni se 
					“significa” porque tiene miedo de que, por hacerlo, no le 
					“cojan” para el Plan de Empleo. Otros, compañeros de 
					Podemos, insisten en que no quieren tener ningún papel que 
					conlleve “dar la cara” porque no quieren problemas con la 
					Administración Local. 
					 
					-En una de las colas para acceder al supermercado, los 
					periodistas buscaban a alguien que hablase. Encontraron a 
					más de uno y de dos pero, aun así, se emitieron las 
					negativas de otros tantos. De nuevo, aunque algunos de los 
					venezolanos se tapaban la cara entre risas, invitándonos a 
					pensar que, sencillamente, les daba vergüenza hablar para la 
					tele, los de “En tierra hostil” lo tenían claro: otra vez el 
					miedo al gobierno. Cojan un par de cámaras y un micro y 
					muévanse por el centro de Ceuta. Inviten a la gente a 
					hablar. Les aseguro que muchísimos no estarán por la labor. 
					Miren entonces a cámara y digan: “Juan Vivas les tiene 
					aterrorizados”. A esto, como a todo lo anterior, añádanle la 
					música, las cámaras en movimiento y las miradas de los 
					policías y los funcionarios públicos a cámara lenta. Tendrán 
					entonces su ciudad totalitaria. Habrán rodado un gran “En 
					tierra hostil: Ceuta”. 
					 
					Pretender juzgar a Podemos tras el previo análisis de 
					Venezuela es, en sí, algo tramposo, reprobable y mezquino. 
					Aun así, si se desea hacerlo, no es necesario manipular de 
					manera tan burda ni acudir a trucos audiovisuales y 
					narrativos tan manidos. Creo que la situación venezolana es 
					lo suficientemente difícil como para poder hacerlo con un 
					poco más de rigor, sin necesidad de reírse del espectador. 
					Los españoles y las españolas nos merecemos un periodismo 
					más serio. 
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