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OPINIÓN - JUEVES, 30 DE ABRIL DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Ese palo no aguanta esa vela

Por Jesús González


Para un observador atento, las XIII Jornadas de Geopolítica y Geoestrategia celebradas la semana pasada han puesto de relieve la clamorosa ausencia del colectivo musulmán ceutí, salvo honrosas excepciones, entre los asistentes a las citadas Jornadas. Resulta difícil encajar y, sobre todo, explicar que al 40% de los ciudadanos ceutíes de confesión islámica no le haya interesado que en esas Jornadas se haya tratado el fenómeno del yihad desde el punto de vista terrorista. Los representantes políticos y religiosos del colectivo han brillado por su ausencia. Naturalmente que este hecho tiene sus lecturas. Por supuesto que al colectivo musulmán sí le interesa el fenómeno yihadista terrorista, negarlo sería de necios, pero ese palo no quiere aguantar esa vela. Normalmente, los musulmanes van de víctimas por la vida y sus carencias se las endilgan a los demás, a los no musulmanes. Les resulta difícil asumir la cuota de culpabilidad que les debe corresponder, como a los demás, en lo que sucede a lo ancho y a lo largo de este mundo. Tal vez los hayamos acostumbrados a regalarles el oído y a salir en su defensa cada vez que uno de ellos comete un acto terrorista, y, sin embargo, apenas los escuchamos manifestarse con claridad meridiana, rechazando y condenando, alto y claro, esos actos bárbaros cometidos por un musulmán contra cualquier persona, sea de la religión que sea. Pareciera que el yihadismo terrorista no fuera con ellos, pero es todo lo contrario. A ellos les salpica más de cerca que a los no musulmanes, pues el yihadismo terrorista bebe en el Islam, se trata de una visión literal, radical y criminal de la religión islámica. Tal vez no quieran darse por aludidos. Resulta proverbial la carencia de espíritu crítico en los colectivos musulmanes. Lo cierto es que la religión, cualquiera de ellas, juega con los instintos más primarios de las personas. De ahí la vulnerabilidad de los fieles.

Los musulmanes viven en una burbuja endogámica y han interiorizado que su religión es una “religión de paz”. No hay religión de paz. Todas ellas son excluyentes puesto que se arrogan el prurito de ser la verdadera y, obviamente, las demás son falsas. En sus comienzos todas ellas se han propagado mediante la violencia, y el Islam no iba a ser menos que las demás. Tan sólo hay que revisar su historia. En una mano la espada y en la otra el corán. Pero les resulta duro oírlo, y, por eso, han puesto en circulación lo de “la religión de paz”. Lo cierto es que explicar y/o comprender el fenómeno del terrorismo yihadista sin que el Islam se vea salpicado es tan difícil, por no decir imposible, como hacer una tortilla sin romper los huevos.

Respecto de las Jornadas en sí, me han llamado poderosamente la atención las declaraciones del catedrático de psicología Humberto Trujillo y, sobre todo, su deseo de no aparecer en imágenes en los periódicos. Trujillo destacó que la mayoría de las veces se ha incidido en el aspecto sociopolítico del fenómeno yihadista, sin embargo, no se ha entrado en detalles de los mecanismos que median en el comportamiento humano, en el campo psicológico. Asimismo, Humberto Trujillo manifestó que “Apaciguar el alarmismo en el fondo nos convierte en más vulnerables. No nos hace conscientes del problema, que se diluye en el colectivo social.” A este respecto, agregó “Existen focos radicales (con aplicación de la sharia) que anidan en puntos como el Poniente de Almería, Barcelona (y pueblos de alrededor), Tarragona, La Manga del Mar Menor o Lavapiés. Hay que acotar el problema, no ignorarlo, no somos niños y no vale meter la cabeza bajo el ala como el avestruz”. Una vez más se constata la dificultad que tienen los musulmanes para vivir y adaptarse a sociedades no islámicas. Su tendencia al gueto, al aislamiento, y su rechazo a todo lo que huela a modernidad son proverbiales. Suelen percibir su identidad étnica y/o religiosa en detrimento de la identidad nacional que puedan gozar en los países europeos. La pertenencia a una identidad nacional es el fundamento de la comunidad y crea la solidaridad, por el contrario, el deseo de identidad étnica y religiosa sólo conduce al gueto y al rechazo de quienes pertenecen a una identidad nacional.

Nada más cierto que lo manifestado por Humberto Trujillo. Los políticos sienten pudor de hablar abiertamente sobre el terrorismo yihadista, pues consideran que el colectivo musulmán podría sentirse concernido. En esto sucede como hace años sucedió con la inmigración, quien se atrevía a ello era estigmatizado sin piedad. No queda más opción que hablar sin tapujos del terrorismo yihadista si queremos encontrar una solución. Es más, los musulmanes que viven en las sociedades de los diferentes países europeos deben ser los primeros en ponerse manos a la obra y coger el rábano por las hojas para condenar de una manera rotunda el terrorismo yihadista. El silencio les hace cómplices.

Respecto de Ceuta, la irrupción de corrientes rigoristas “ha fracturado, primero, a la comunidad musulmana y a continuación la ha radicalizado”, en palabras del sociólogo Carlos Rontomé. Todo ello la hace más vulnerable a cantos de sirena identitarios, victimistas y de adoctrinamiento. Todo ello la empuja a la radicalización, como se ha visto en los diferentes casos de ceutíes que han emprendido el camino de Siria e Irak. A este respecto, ir desafiando, como decía Quevedo, por la senda errada es más de necios que de sabios.

(PD/ Recuerde: faltan 17 semanas para celebrar el 6º Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de 2015)
 

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