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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 6 DE MAYO DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Vemos lo que sentimos

Por Jesús González


Cuando vi la foto que este periódico publicó en las páginas 10-11 el día 30, jueves, del pasado mes de abril, con motivo del programa ‘Hoy por Hoy’, que la Cadena Ser realizó en las instalaciones del Polifuncional Mustafa Mizzian del Príncipe Alfonso, me acordé inmediatamente de lo escrito por el poeta portugués Fernando Pessoa: “No vemos lo que miramos, vemos lo que sentimos”. En efecto, lo que sentí se impuso a lo que vi en la citada foto. Y, además, la lectura del texto me reafirmó en lo que sentía. Sin más demora, en la foto aparecen cuatro personas sentadas a una larga mesa en cuyo frontal se puede leer en grandes caracteres “Cadena SER”, y a espaldas de los cuatro personajes hay un gran panel con muchos logotipos más pequeños de la SER. De izquierda derecha, según mira el lector, aparece el controvertido Laarbi Maateis, personaje inquietante donde los haya, en cuyo haber hay que anotar hechos y declaraciones, sin lugar a dudas, muy polémicos. En realidad, no sé qué pintaba el tal Maateis en el acto en el que la joven ceutí Fátima iba a hacer unas declaraciones sobre su marcha a Siria en busca de su marido. Bien sabido es que Maateis es presidente de la UCIDCE, Unión de Comunidades Islámicas de Ceuta, y, asimismo, conspicuo representante de la corriente rigorista Tabligh en nuestra ciudad. En segundo lugar, al lado de Maateis, aparece la conductora, desde Ceuta, del programa ‘Hoy por Hoy’. A continuación, la joven Fátima, de 23 años, la protagonista del acto, con la barbilla apoyada en su mano izquierda y el codo de ese lado, a su vez, apoyado en la mesa, y más a la derecha aparece su madre, con los brazos cruzados, muy seria, y con cara de circunstancias. Madre e hija están completamente veladas, tan solo muestran el óvalo de la cara y las manos. Es más, el velo les tapa toda la frente, se detiene en el límite de las cejas. Ni el mínimo cabello asoma por debajo del velo. A este respecto, recuerdo que el polémico Maateis dijo en su día que “el pelo de las mujeres es una zona íntima”. Ello me hace presumir que madre e hija han caído en las redes de la corriente rigorista Tabligh. Pero aún hay más, en el cuerpo de la noticia se puede leer que la joven Fátima, de 23 años, lleva casada 8 años, es decir, que se casó a la temprana edad de 15 años. Y tiene un hijo de menos de tres años.

Pessoa lleva razón, yo no veía lo que estaba mirando, la citada foto, veía lo que sentía al mirarla. En verdad sentía rabia. Sentía que la religión, en este caso, la corriente rigorista Tabligh, había jugado con los instintos más primarios de la joven Fátima. Ahí se la podía ver velada de pies a cabeza. Sentía que esta joven había sido burlada y manipulada en aras de unas ideas religiosas, sentía que había sido víctima del rigorismo religioso islámico. ¿Cómo es posible que Fátima se haya casado a los 15 años? ¿Cómo es posible que sus padres hayan consentido en tal matrimonio a esa tierna edad? ¿Ninguna ley civil ha podido evitar tal matrimonio? Si a esa edad Fátima debería haber estado estudiando y formándose en un instituto de nuestra ciudad y no con esas ideas rigoristas islámicas metidas en el cerebro. Lo cierto es que padres y madres son modelos, deberían serlo, y, en este caso, ella, la madre, ha sido su modelo, pero por lo que se puede colegir por la vestimenta de la madre de la joven Fátima, también ella ha sido contaminada por esas ideas rigoristas del Tabligh. Ella ha sido su espejo, en ella se ha mirado. Tal vez ahora se pueda entender la presencia del hierático y pétreo Maateis en el acto. Pocas dudas hay a la vista de que las dos, madre e hija, pertenecen a su rebaño, a la corriente rigorista Tabligh.

Jóvenes manipulados, como Fátima, en este caso, por ideas religiosas rigoristas no sólo constituyen una rémora, y, no pocas veces, un peligro, para las sociedades en las que viven, sino que los alejan del contacto del resto de los jóvenes que no han sido contaminados ni han caído en las redes de ideas religiosas excluyentes. De ahí a la radicalización y al yihadismo tan solo hay un paso, como se ha visto. Las corrientes salafistas suelen beber en el Tabligh y en el wahabismo saudí. No hay dudas de que la observancia de una religión hasta esos extremos conduce, sin demora, a la pérdida del contacto con la realidad y a ver fantasmas en donde no los hay. Vaya usted a hablarles de pensamiento ilustrado y de libertades personales para elegir esto o lo de más allá a los que han caído en las redes de los rigorismos religiosos. Están recluidos en una cárcel religiosa en donde la idea de libertad es tal quimera que ni siquiera se la plantean. La palabra libertad no existe en su vocabulario. Es un anatema. Para pedir libertad hay que desear ser libre. Primero sé libre, después pide libertad, decía también Pessoa. Quienes están prisioneros de esas ideas religiosas rigoristas, como parece ser el caso de Fátima, el deseo de ser libre es una ilusión, no existe en su vocabulario la palabra libertad. Es, a todas luces, una servidumbre voluntaria. ¿Voluntaria? A este respecto, los fanatismos que más debemos temer son aquellos que pueden confundirse con la tolerancia, decía, finalmente, el inefable Fernando Pessoa. ¿El futuro de Ceuta, deberíamos interrogarnos, descansa en Fátima y en jóvenes como ella?

(PD/ Recuerde: faltan 16 semanas para celebrar el 6º Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de 2015)
 

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