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OPINIÓN - VIERNES, 19 DE JUNIO DE 2015

 
OPINIÓN / EDITORIAL

¡El profe me tiene manía!

El 90 por ciento de los docentes de Ceuta dieron la espalda ayer a la convocatoria de la Junta de Personal. El 90 por ciento de los docentes de Ceuta ni se siente “ofendido” ni “humillado”, más bien todo lo contrario, o aplaude la decisión adoptada por la Comisión de Baremación de la Dirección Provincial del MECD o simplemente piensa que los hechos carecen de la importancia otorgada por la Junta de Personal. En este sentido, resulta una tarea realmente compleja la de evaluar al docente. Pero debe hacerse. De lo contrario, habrán docentes que lleven a cabo malas prácticas en el aula durante años y años. Y ahí estarán. Que es precisamente lo que Aróstegui quiere: estar.

Y es que el presidente de la Junta de Personal es especialista en el uso de la locución exculpatoria. En lugar de reconocer un error, una equivocación, un olvido, un despiste o un fallo, siempre dirá con una contundencia y un desparpajo admirables: “Es que…”. Tiene una rara habilidad para cargar en las espaldas de los demás el peso de sus fallos. Si te pisa dirán que no tenías que tener el pie debajo en ese momento. Si le pisas dirá que tenías que haber mirado previamente. Es perfecto. Nunca tienen la culpa de nada. Todos somos culpables, salvo él.

La realidad es que tras el segundo día de protestas, la Junta de Personal no ha ofrecido una justificación rigurosa para avalar que el suspenso de cuatro directores constituya una agresión al sistema educativo.

Criticar que los representantes de la Administración en la comisión de evaluación pusieran en una escala de 1 a 10 puntuaciones inferiores a 2,5, mientras se aplaude con fuerza que los representantes de los centros pusiesen un 10 al aspirante, es de un cinismo mayúsculo. Es muy cómodo y fácil justificar lo que uno hace mal echando la culpa a otro.

Afirmar que la Administración actúa así porque quiere a directores afines a ellos, además de ser un argumento poco serio, es una falta de respeto a todos aquellos que siguen en su puesto de dirección y también a aquellos que sustituirán a los suspendidos. ¿Acaso consideran que sus compañeros tienen menos capacidad, preparación o valentía que ellos?

Los argumentos de la Junta de Personal se sustentan en motivos insuficientes y arbitrarios. Puede ser que resulten creíbles para ellos, pero no para el que los recibe. Una cosa es una justificación rigurosa y otra una excusa sin consistencia.

Desgraciadamente esto no es nuevo en el campo de la enseñanza, donde se practica con frecuencia la excusa: es que los alumnos son vagos, torpes y están mal preparados, es que la Administración es injusta, es que las familias son desaprensivas, es que la sociedad es desastrosa ... Los alumnos también lo practican con soltura: es que los profesores son exigentes, es que me tienen manía, es que no saben explicar, es que los libros son difíciles y es que el Colegio o el Instituto son aburridos. Las familias suelen apuntarse, como no podía ser menos, a esta reacción que impide pensar, reconocer y actuar positivamente: es que los profesores sólo piensan en las vacaciones, es que sólo se preocupan de los que van bien, es que los chicos sólo piensan en divertirse, es que la vida se ha puesto así… Siempre una excusa interesada, detrás de la que se esconde las verdaderas razones: la torpeza, la incompetencia, la cobardía, el olvido, la dejadez o la maldad.

Aróstegui lleva tanto tiempo formulando excusas, que hasta sus explicaciones verdaderas son tomadas por falsas. El Director Provincial del Ministerio de Educación, Cecilio Gómez, daba en el clavo: “Aróstegui suspende porque el profe le tiene manía”. ¿Quién no ha pronunciado esta frase en su vida? Creo que todos lo hemos hecho en un momento u otro de nuestra niñez o adolescencia. El profesor se levanta con la única finalidad de amargarte la vida, no tiene nada más interesante que hacer, eres tan importante que eres el foco y el centro de su vida. Lo que mismo que le ocurre a Aróstegui con el MECD. Ridículo ¿verdad? Lo que ocurre es que la cuestión es más preocupante cuando esta frase se sigue pronunciando en la madurez.

Como decía La Rochefoucauld: “Es tan fácil engañarse a uno mismo sin darse cuenta, como engañar a los demás sin que se den cuenta”. No nos engañemos. No nos dejemos engañar.
 

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