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                     Pensarán ustedes y en principio 
					con razón, que a cuento de qué viene ahora sacar a la luz 
					estos temas. La respuesta es sencilla: ¡porque la Guerra del Rif no ha acabado! Si oficialmente el último parte de guerra 
					del general Sanjurjo en Bab Taza (1927) dio por cerrado el 
					cruento conflicto a tres bandas (españoles y Majzén por un 
					lado, rifeños por otro), el segundo capítulo de la guerra 
					(1958-1959) devolvió a la fama al Emir del Rif, Mohamed Ben 
					Abd-el-Krim El Jatabi, quién desde El Cairo solicitaba ayuda 
					a Franco para que España “cierre los ojos” y le permita 
					“desembarcar clandestinamente en un lugar convenido de 
					antemano y que después no pongan obstáculos a los envíos de 
					armas que recibiré” (P. de Cambra) , mientras que tras la 
					muerte de Hassán II en 1999 se activa por Ilyas El Omari, 
					mano derecha en la región del actual valido real Fuad Alí El 
					Himma, el asunto de las presuntas consecuencias del 
					bombardeo de gases tóxicos por parte del Ejército español, 
					retomando actualmente el testigo el ubicuo y oportunista 
					Rachid Raha y su curiosa asociación amazigh de ínfulas 
					internacionales, representativa tan solo de sidi Raha, su 
					esposa y un peculiar grupete de amigos. Yo les reto a que se 
					presenten en las próximas elecciones marroquíes (comunales) 
					del 4 de septiembre, a ver cuántos votos sacan... ¿Estado 
					actual de la cuestión? Pregúntenselo al rey Felipe VI y de 
					rebote al ministro Margallo, receptores hace días de una 
					curiosa misiva, diseñada en Nador con la preceptiva luz 
					verde de Rabat y firmada por Rachid Raha pidiendo a España 
					compensaciones por los, presuntos, efectos de los bombardeos 
					con gases entre la población rifeña. Ya. De ello les 
					escribiré ampliamente el lunes. 
					 
					Volviendo a la, inacabada para algunos, guerra del Rif 
					perviven todavía en el desgraciado conflicto bastantes 
					puntos oscuros: desde los artilleros rifeños encontrados 
					muertos atados con cadenas a sus piezas (desembarco de 
					Alhucemas septiembre de 1925), hasta el destino de los 
					fondos de la República del Rif ocultos en ciertos bancos, 
					pasando entre otros por el amplio papel de la mujer rifeña 
					en el seno del emirato islamista de Abd-el-Krim, tanto en 
					retaguardia como en el frente. 
					 
					En el seno del nuevo Estado rifeño, de claros ribetes 
					islamistas (Abd-el-Krim se declara en sus confesiones como 
					un gran admirador de la rigorista y fanática ideología 
					wahabí de Arabia Saudí), la mujer rifeña adquiere un nuevo 
					papel: ya en los primeros tiempos del conflicto, además de 
					acompañar a sus esposos y en el combate recargarles los 
					fusiles, durante el desastre de Annual (julio y agosto de 
					1921) la mujer, acompañada muchas veces de sus hijos 
					menores, se encarga de rematar a los soldados heridos 
					mutilándoles en ocasiones, para después despojarles de sus 
					bienes. No nos rasguemos las vestiduras. Nada muy diferente 
					de lo que hicieron las patriotas españolas con las tropas 
					francesas en la mal llamada Guerra de la Independencia. Y si 
					las españolas también combatieron en primera línea, Agustina 
					de Aragón fue una de ellas, las rifeñas actuaron eficazmente 
					en general como espías tras las líneas (tanto a favor de los 
					españoles como en contra) y también como artilleras, tanto 
					en la zona de Yebala en 1920 (Pennell) como durante el 
					desembarco de Alhucemas. Si a finales de 1924 Abdelkrim dio 
					orden de reclutar a varones mayores de 14 años, más tarde se 
					llegó a alistar mujeres en el mismo frente de Axdir. En 
					general las mujeres rifeñas, como advierte Salafranca, 
					desarrollaron una efectiva labor logística en intendencia y 
					sanidad 
					 
					En el seno de la república rifeña y con la rigorista 
					aplicación de la sharia o ley islámica, ante la falta de 
					brazos recayeron sobre la mujer los duros trabajos 
					agrícolas, así como creció su participación en el esfuerzo 
					de guerra total en talleres y fábricas artesanales 
					(municionamiento, fabricación de bombas artesanales) pero, 
					sobre todo, se abatió sobre la misma todo el peso de la 
					sharia: si Abd-el-Krim exigió a los hombres los 5 rezos 
					diarios preceptivos del Islam (la tradición en el Rif era 
					rezar 3 veces), la obligación se extendió a la mujeres que a 
					su vez debían de acudir a la jotba (sermón) de los viernes 
					en las mezquitas, en principio solo vinculante para los 
					hombres. El incumplimiento de sus nuevas obligaciones se 
					saldaba con una multa, consistente en un pollo. 
					 
					En síntesis y en lo que a la guerra respecta, la mujer no 
					fue ajena al conflicto tanto por pasiva como activamente: si 
					en la retaguardia participaba en el esfuerzo bélico, en el 
					frente actuó directamente como combatiente en las filas de 
					la insurgente República del Rif. 
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