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OPINIÓN - VIERNES, 31 DE JULIO DE 2015

 

OPINIÓN / SNIPER

Turquía versus Estado Islámico
y la caverna de Platón (y II)
 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

Si el dinero es el nervio de la guerra” (Napoleón dixit), parece que tan importante o más que el bombardeo de objetivos militares y, por ende, la labor de inteligencia, es cortar de un tajo las fuentes de financiación de la hidra yihaterrorista del Estado Islámico (EI para nosotros, ISIS en los países anglosajones y DAESH en su acrónimo árabe), al menos en lo que a Occidente respecta.

En primer fila está Turquía, aliado en la OTAN, un país que si quiere ganar respetabilidad como socio en la coalición internacional contra Estado Islámico (EI) debe centrarse en una labor primaria y sobre suelo propio, donde afloran desde los tiempos de Sadám Hussein (quien también tuvo que enfrentarse a un embargo) las tuberías de crudo que conducen, clandestinamente, el petróleo desde el Irak actualmente ocupado por EI hasta la cuenca del Mediterráneo, donde es vendido a mitad de precio (actualmente el barril oscila entre los 48,93 WTI y los 53,90 dólares del Brent) y transportado en buques-cisterna, también subrepticiamente, hasta los puertos de destino. Y asimismo acarreado por flotas enteras de camiones cisterna. Jordania y el mismo Irak también participan con redes de transporte menores. El contrabando de crudo a través del Kurdistán es muy residual. La ecuación que hay que asfixiar es triple: transporte de salida y comercialización por mar, con documentos falsos, además de la inspección en los puertos de llegada pues todo petróleo tiene su “firma” o “huella dactilar”, es decir una composición química característica.

En definitiva, nuestro objetivo sobre EI es múltiple: además de golpear su infraestructura militar y desmontar su bien montada propaganda, es preciso cortar sus finanzas, ralentizándolas al máximo. Y aquí Turquía tiene un papel de primera magnitud, al igual que la coalición de países árabes, Europa y Estados Unidos. EI no es una mera organización criminal, sino un Estado en ciernes (Territorio+Población+Administración) que controla ricos y cuantiosos recursos naturales. EI contaría con capacidad logística para producir más de 100.000 barriles al día (0,13% mundial), que abastecerían a bajo precio el mercado negro de petróleo. Además de controlar pozos en Siria (El Omar y cinco más) y siete irakíes, tiene el control de importantes refinerías como la de Baiji, con capacidad para tratar hasta 1/3 de todo el petróleo producido en Irak.

Según estimaciones contrastadas del Departamento del Tesoro de los EEUU, en 2014 Estado Islámico ingresó 100 millones de dólares solo con la venta ilegal de petróleo, mientras que para la lista Forbes los ingresos anuales de EI podrían estimarse en 2000 millones de dólares. En septiembre del año pasado, el Parlamento Europeo aprobó una resolución pidiendo la sanción contra las empresas y países que se beneficien del crudo irakí vendido clandestinamente por EI, instando a la Unión Europea (UE) y al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) a que intervengan con firmeza para impedir esta importantísima fuente de financiación terrorista. La embajadora de la UE en Irak, Janaz Hybaskova, advertió que algunos estados de la Europa Comunitaria (¡!) estaban implicados en el comercio ilegal de crudo del EI. ¡También la Siria de Asad, forzada por la situación!

Otro área de actuación es recortar al máximo las donaciones internacionales que pueda recibir EI, fundamentalmente a través de los países del Golfo. El ambiguo papel de Arabia Saudí (el Reino de las tinieblas) al respecto, sigue estando a mi juicio cuestionado. De ello les escribiré próximamente. Aquí puede trabajar bien, si le dejan y facilitan datos, el Grupo de Acción Financiera contra el lavado de dinero (FATF), institución intergubernamental fundada por el G7 en 1989, pues Estado Islámico (EI) contaría incluso con una red de bancos colaboradores con los que opera.

Y por supuesto el pago de rescates de rehenes, con Francia y España (Mali por ejemplo) en cabeza. En 2013 los países del G8 reseñaba en un comunicado de rehusar el mismo, a la vez que la Resolución 2133 de 2014, del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, advierte lo obvio: el pago de rescates es una importante fuente de financiación del yihadismo y, por tanto, genera a corto y medio plazo más víctimas.

El combate clandestino tiene también suma importancia: al daño infligido en sí se añade la desmoralización del enemigo. Las fuerzas especiales norteamericanas se apuntaron un buen tanto al eliminar a mediados de mayo pasado, en la Siria ocupada, a un importante dirigente del Estado Islámico (EI) y alto responsable de la comercialización clandestina de petróleo y gas: Abu Sayyaf, capturando de paso a su esposa (yihadista también) y transfiriéndola a una prisión en Irak.

Pero volvamos a la vista gorda de otro país ambiguo en su lucha contra EI, la Turquía del AKP (PJD turco, fundado en 2001) de Erdogán. Dos semanas después de que el Estado Islámico (EI) reivindicara el sangriento atentado del museo de El Bardo, el ministro de Relaciones Exteriores de Túnez (un país ejemplar en su proceso de la “Primavera Árabe”), Taieb Baccouche, acusaba abiertamente el 3 del pasado abril a Turquía de su laxitud al “facilitar” (sic) el tránsito de yihadistas a Siria, yihadistas que luego viajan a Libia y a través de una frontera altamente porosa tras la “oportuna” ejecución de Gadafi (ésta frase es mía) infiltrarse hacia Túnez. Según cálculos fiables, sobre 500 yihadistas tunecinos (de una cifra de 3000, similar a la marroquí) habrían retornado ya al país. Sobre el doble juego de Turquía hay mucho más, valga un ejemplo: fuentes propias en Estambul me confirmaban en su momento que Sümeyye (Sumía) Erdogán, la atractiva y velada hija del presidente Recep Tayyip Erdogán, dirige en Sanliurfa, cerca de la frontera con Siria, un hospital militar clandestino donde serían atendidos yihadistas (no civiles) del Estado Islámico, transportados hasta el mismo en camiones del ejército turco. Y volviendo al petróleo clandestino del EI, nos encontramos con que Bilal Erdogan (otro hijo del mandatario turco) está implicado en el tráfico de crudo, dirigiendo compañías marítimas que trafican con el mismo.

Sabido es que los Estados no tienen ética, tienen intereses encarnados en las sacrosantas (valga el término) “Razones de Estado”, tanto de puertas adentro como hacia el exterior. En Oriente Medio, Israel es uno de los paradigmas expuestos: así mientras el director del Ministerio de Exteriores y Jefe de la Cancillereía, el diplomático Dore Gold (Likud), escribía en 2003 un interesantísimo libro cuyo título les traduzco (El reino del odio: cómo Arabia Saudí apoya al nuevo terrorismo mundial) y cuyo contenido muy documentado asumo, en una reciente disertación durante la Conferencia de Organizaciones Judías de Norteamérica se refirió a los intentos de conquista de Oriente Medio por Irán, “y eso no lo dice Israel, lo están diciendo nuestros vecinos árabes sunnitas. ¿Y saben por qué? Voy a usar otra expresión: es lo que están diciendo nuestros aliados árabes sunnitas”.

Para entendernos. En Oriente Medio (el “problema” ya no es Israel) están dos cosas en juego: el reajuste de fronteras (la herencia de los Acuerdos Sykes-Picot ha muerto) y el último capítulo de la sanguinaria guerra civil islámica (abierta virtualmente tras la muerte de Mahoma, 632 de la Era Común) entre sunníes y shiítas, o lo que es lo mismo la supremacía regional entre el Reino de Arabia Saudí (wahabismo sunní) y la antigua Persia, la República Islámica de Irán (shií). Conflicto llevado incluso a la geografía: ¿Golfo Arábigo o Golfo Pérsico?.

El “juego” de Oriente Medio es más que complejo y una potencia mundial como los Estados Unidos pierde fuerza y credibilidad cuando, como advierte el congresista demócrata Jim Himes, “tolera el doble juego” de sus oficialmente “amigos” en la Coalición internacional contra el Estado Islámico, en velada referencia a Arabia Saudí. Himes llegó a reconocer algo obvio, es decir los “errores” (sic) cometidos por el liderazgo norteamericano en crisis internacionales durante los últimos años. Errores evidentes desde luego (los de Paul Bremer en Irak, mayo-junio 2004, son clamorosos y de escándalo), pero no solo por parte republicana: la Presidencia (1977-1981) del demócrata Jimmy Carter fue realmente calamitosa...

Haya salud.

Visto.
 

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