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OPINIÓN - LUNES, 10 DE AGOSTO DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

La imagen de Nuestra Señora de
África, de la mano de la Cofradía

Por Cofradía de Nuestra Señora de África


Corría la década de los años noventa del siglo pasado cuando el párroco de la Iglesia de Nuestra Señora, el querido padre José Béjar, emprendió una misión que en principio parecía imposible. Restaurar el retablo del altar mayor del Santuario.

No sólo lo consiguió, sino que además la generosa aportación de miles de ceutíes fue decisiva para que ahora pueda admirarse tal y como está, cubierto de pan de oro. Fueron meses de trabajo incesante que culminó en el hecho que todos pueden comprobar ahora.

El padre Béjar actualmente realiza su labor pastoral en la península, pero siempre guarda en su corazón a la parroquia. Este año, circunstancialmente, no ha podido estar en los cultos que se han celebrado con motivo de la festividad de la Alcaldesa Perpetua de Ceuta, bien a su pesar. Por cierto, que durante su mandato al frente de la misma se restauró la cripta de la parroquia, no muy bien conocida y que ofrece un aspecto de paz y recogimiento sencillamente maravilloso.

Pero para conocer bien la realidad de lo que significa y es la imagen de Nuestra Señora de África, basta acercarse a la Cofradía que dirige con experta mano el hermano mayor Antonio Fuentes Viñas. Las referencias a la talla de Nuestra Señora de África son múltiples y se hayan a disposición de todo aquel que tenga un ordenador en cualquier parten del mundo o bien quiera –o pueda- admirarla in situ.

Aún se recuerda cuando la imagen de la Patrona dejó Ceuta para viajar custodiada a la península y ser restaurada. Ese día, hasta el cielo lloró. Pero afortunadamente regresó para estar con sus fielesj con el pueblo de Ceuta.

Un recorrido por la historia de la venerada imagen no puede ir mejor que de la mano de la Cofradía de Nuestra Señora de África. Llamémlosla por su nombre: Primitiva Cofradía de Caballeros, Damas y Corte de Infantes de Nuestra Señora de África Coronada.

La Virgen de África es una piedad, fechada a finales del siglo XIV, de origen seguramente centroeuropeo. La mejor descripción de la talla es la realizada por Teresa Gómez Espinosa para el libro que se hizo tras su restauración y que literalmente dice:

“La Virgen de la Piedad es una imagen de marcado expresionismo en la que, como es habitual en este tema iconográfico, la Madre con patética expresión dolorida dirige la mirada hacia el cuerpo inerte del Hijo que mantiene sobre sus piernas. Es una composición muy estilizada que, aunque aún recuerda los esquemas triangulares en los que primitivamente se enmarcaba, ha perdido esa rigidez geométrica compositiva tan peculiar de las obras más arcaicas de este tipo.

La Virgen, sedante sobre un sencillo trono adornado sólo por astrágalos y listeles, es una figura de proporciones largas y delgadas que presenta un rostro de aspecto maduro con breves rasgos y una expresión de dolor contenida entre sus finos labios apretados, acentuada a través de la triste mirada de los ojos que sobresalen bajo el dibujo de largas cejas arqueadas.

La toca que ciñe el rostro se extiende sobre el pecho sustituyendo al velo habitual y ocultando el cabello de la Virgen, como es característico en estas imágenes dolorosas para denotar pena y ancianidad. Viste túnica plegada por efecto del estrecho cinturón que marca un talle alto; los pliegues son finos y regulares, doblando en el mismo sentido hacia un eje central, en la mitad superior, mientras que el bajo de la túnica quiebra su caída vertical para plegarse sobre la peana dejando al descubierto las puntas del sencillo calzado.

Esta manera de disponer la túnica es frecuente entre finales del siglo XIV y principios del XV en la imaginería española, aunque también hay que tener en cuenta que el tema representado limita considerablemente las posibilidades de desarrollar una indumentaria acorde con las existencias de la moda de la época. Un amplio manto cubre a la figura por encima de la toca y cae envolviendo hombros y brazos para cruzarse a la altura de las caderas y descender cubriendo la túnica casi hasta la altura de los tobillos, donde remata adaptándose rigurosamente a los plegado subyacentes. Son destacables los amplios pliegues ovalados, en forma de semimandorla, que descienden en sentido concéntrico dando cierto vuelo al manto en la zona inferior del brazo izquierdo y que recuerdan a los que pueden apreciarse en algunas imágenes de principios del siglo XV que tienen su origen en la Europa oriental—véase, por ejemplo la Virgen con el Niño de Cracovia (Polonia)- aunque también podemos encontrarlos en la escultura funeraria inglesa de la misma época y excepcionalmente en algún ejemplo luso de dudosa cronología, como es el caso de la estatua yacente del obispo don Tiburcio, que, aunque el sepulcro es obra del siglo XIII, la imagen presenta rasgos anacrónicos. Asimismo, destacan los armónicos pliegues formados por el manto al descender sobre las rodillas y al doblarse entre éstas creando sucesivos perfiles triangulares, son pliegues rígidos y muy acusados que denotan influencia francesa en una manera de hacer que puede remontarse hasta el siglo XIII.

El cuerpo muerto del Hijo se dispone sobre las piernas de la Madre, quien sostiene con su mano derecha la cabeza, mientras dirige la izquierda hacia su corazón. La imagen de Cristo se convierte aquí en una figura realmente cadavérica llegando al límite del patetismo: un cuerpo escuálido en el que se marcan con crudo realismo los rasgos anatómicos, se coloca de tres cuartos de perfil ante el espectador con la rigidez propia de un cadáver. La cabes, originalmente ceñida por corona de espinas — hoy aparece mutilada—, ostenta un rostro de rasgos sumarios y agudo perfil, en la misma que el de su madre, con los ojos cerrados bajo finas y largas cejas arqueadas. Los brazos, pegados al tronco, se doblan para terminar cruzando las manos — la izquierda sobre la derecha — encima del vientre; bajo éstas arranca un estrecho paño de pureza que, formando pliegues paralelos en sentido horizontal, abarca la mitad de los muslos. Las piernas se doblan creando un ángulo muy acusado para descender unidas, sin llegar hasta la peana, creando un rígido esquema vertical de gran belleza plástica y enorme expresividad.

La imagen, tallada en un solo bloque de madera, salvo la cabeza del Cristo y la mano izquierda de la Virgen, presenta un ahuecamiento en su zona posterior como corresponde alas obras de imaginería destinadas a ocupar un sitio en altares o retablos. Actualmente, una tapa de madera compuesta por varios tablones, cubre el hueco posterior. “

Respecto al aspecto de la Virgen podemos decir que ha ido evolucionando con el tiempo. En un primer momento, como indica el informe transcrito, la Virgen tenía su propia corona, como también la tenia la imagen del Cristo. Además, es posible que por estar unida a un retablo no tuviera la tapa posterior, que constituye un esfuerzo necesario, en especial para los extraordinarios casos en los que ha procesionado, ya que esta no sólo le da consistencia, sino también peso.

En 1986 la Comisión de Patrimonio Histórico de Ceuta realizó gestiones para la restauración de la imagen. Sin embargo, estas no llegaron a buen término, entre otras razones, porque el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes de Interés Cultural necesitaba trasladar la talla a Madrid.

Por fin, en 1990, todas las partes se pusieron de acuerdo, y se firmó el traslado de la imagen a Madrid, que se llevó a cabo el 7 de marzo de 1991. Por primera vez, desde su llegada a Ceuta en el siglo XV, la Patrona de Ceuta, abandonaba su ciudad.

La restauración fue encomendada a los profesores Raimundo Cruz Solís e Isabel Poza Villacañas quienes consultaron en todo momento con una comisión formada por miembros de la Comisión de Patrimonio de Ceuta, la Cofradía y el Santuario, cuyas reuniones y trabajos se prolongaron durante prácticamente todo el año 1991.

El 21 de diciembre de 1991 llegaba la Virgen de África a Ceuta. Dentro del templo la esperaban autoridades civiles y eclesiásticas, los miembros de la Comisión Provincial de Patrimonio y, naturalmente, la Junta de la Cofradía de Caballeros, Damas y Corte de Infantes de Santa María de África.

Fue algo inolvidable.
 

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