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OPINIÓN - MARTES, 11 DE AGOSTO DE 2015

 

OPINIÓN / LA ZARPA

Crimen y castigo
 


Julio
Basurco Díaz
opinion
@elpueblodeceuta.com
 

Sus armas eran los dedos con los que acariciaba su guitarra y la lengua con la que modulaba letras de pueblo y vida. Y fue la lengua y los dedos lo que le cortaron antes de asesinarlo como asesinaron a Pasolini, como fusilaron a Lorca. No fue en Granada el crimen, sino en Chile, en el estadio de fútbol que hoy lleva su nombre para que nunca olvidemos lo que es capaz de hacer la bestia capitalista cuando se torna en fascismo ante el temor de que cineastas, poetas y juglares puedan destapar sus miserias y crímenes diarios a través del lenguaje universal del arte.

Víctor Jara es tan sólo uno de los miles de muertos y desaparecidos que se cobró la dictadura del General Pinochet, el amigo de Thatcher, el chico de Kissinger, el baluarte del mundo occidental en la América Latina de los últimos años de la Guerra Fría. Manuel Contreras fue durante años uno de sus hombres de confianza, el jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta del régimen. Bajo su mandato, al menos 3.200 personas fueron ejecutadas y más de 33.000 sufrieron tortura, manteniendo secuelas físicas y psicológicas de por vida. El viernes, este asesino, este funcionario de la muerte que, como el Eichmann que inspiró la tesis de “la banalidad del mal” de Hannah Arendt, debía ser un hombre vulgar y corriente en su vida privada, dejaba este mundo. Si Benedetti viviese, seguro que le hubiera dedicado algunas palabras parecidas a estas que escribió en 2006 para el Pinochet anciano que partía a reunirse con los genocidas de la historia:

No valdrá el falso Te Deum,

ni las misas compradas y falsas.

Al diablo dictador,

lacayo imperialista,

mercenario terrorista.

Hasta nunca asesino,

criminal irresponsable,

traidor del pueblo y de Allende.

Te vas sin honores,

por los abismos oscuros

del implacable destino.

No eras eterno e invencible,

como te lo hizo creer el imperio.

Marchaste hoy hacia el olvido,

hacia las profundidades del infierno.

Manuel Contreras ha muerto después de días de agonía. Yo no me alegro de que haya sufrido, ni siquiera me alegro de que ya no viva. Lo que me alegra y me reconcilia con el mundo es que Contreras ha muerto cumpliendo condena. En nuestro país, ninguno de los dirigentes de la dictadura franquista, de sus cómplices y de quienes se beneficiaron de ella, ha sido juzgado. Algunos, incluso, son hoy considerados “padres de la democracia”. Exigir que los criminales paguen pos sus crímenes no es venganza; es derecho, es ley. Es justicia. Los genocidas y los torturadores deben ser juzgados en juicios justos, con todas las garantías procesales, y acabar, como Manuel Contreras, con sus huesos en la cárcel. En una cárcel democrática donde se respeten todos sus derechos.

Que las dictaduras no respetan los Derechos Humanos es una obviedad. Lo que debiéramos preguntarnos es si lo hacen las autoproclamadas democracias y sus representantes. Si pudiéramos preguntar al millón de muertos causados por la Guerra de Irak, apuesto a que no pensarían que Estados Unidos, Reino Unido y España sienten demasiado respeto por el famoso documento de 1948. Bush, Blair y Aznar, los tres de las Azores, tampoco han pagado por su guerra ilegal. El tercero incluso parece que sigue con ganas de sangre. En un artículo publicado en “The Wall Street Journal”, el presidente que nos mintió a todos acerca de unas armas de destrucción masiva que no existían, el que, por miedo a perder unas elecciones nos dijo que los atentados del 11-M eran producto de ETA, el miserable que opina que el ataque de Israel a Gaza en el que 2.251 palestinos (1.462 civiles de los cuales 551 eran niños) perdieron la vida en 2014 fue moderado, arremete contra el pacto entre EEUU e Irán, optando así por la confrontación, por una nueva guerra. Este señor sigue siendo un referente en las filas del Partido Popular. También le deseo un juicio justo con todas las garantías. Y que se le respeten todos esos derechos que el negó y pretende seguir negando.
 

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