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OPINIÓN - VIERNES, 21 DE AGOSTO DE 2015

 
OPINIÓN / COLABORACION / VI CENTENARIO LLEGADA PORTUGUESES A CEUTA

21 de agosto de 1415, una fecha histórica

Por José Luis Gómez Barceló


Sobre la importancia del hecho

La conquista de Ceuta por la armada de Juan I de Portugal, el 21 de agosto de 1415, constituye un punto de inflexión en la historia de Ceuta. Uno de los más importantes, visto desde la perspectiva que nos dan los acontecimientos sucedidos desde entonces y hasta ahora, así como el desarrollo de la población.

No hay lugar a discusión cuando decimos que el valor de Ceuta no está tanto en su historia como en su geografía. Un lugar como el que ocupa en el mundo, entrada y salida del Mediterráneo al Atlántico; puente entre dos continentes y, desde hace siglos atalaya desde la que se divisan tierras de tres naciones diferentes, son pruebas más que evidentes de ello.

Desde que el hombre se aposentó en la Cueva y Abrigo de Benzú, es consciente de ello, como de que éste es un lugar de paso. Hablar de que la Ceuta fenicia fue mejor que la romana, esta que la bizantina, o que la visigoda es hacerlo de cosas diferentes a la historia.

También sabemos que desde el edicto de Milán del 313 el cristianismo se extendió por ambas orillas del Mediterráneo, llegando a Ceuta, como demuestra la basílica tardorromana, y que a comienzos del siglo VIII, conquistado Tánger, Ceuta se rindió a las tropas arabo-bereberes, sirviéndoles de entrada hacia el norte, hacia la Península.

Durante siete siglos, musulmanes y cristianos lucharon entre sí, modificando constantemente sus fronteras. Ceuta, por ejemplo, se vio conquistada no sólo por las tropas de Tarik, sino luego por almorávides, almohades y benimerines, venidos todos del sur; como también lo fue por murcianos, malagueños y granadinos musulmanes, o por genoveses y aragoneses cristianos. Incluso tuvo gobiernos independientes, lo que ha sido llamado la Señoría de Ceuta.

Entonces ¿qué hizo diferente la conquista lusa de Ceuta de 1415? Sin duda la permanencia de esa nueva población, con tan sólo dos naciones diferentes en seiscientos años: portugueses y españoles.

Es cierto que la conquista de 1415 produjo el exilio de toda su población, pero eso tampoco era nuevo. Recordemos que en el 429 la ciudad cristiana fue arrasada por los vándalos, y que en el 742 la medina volvió a serlo por los bereberes hasta el punto de permanecer destruida hasta el 830. Es más, Abderrahman III en el 949 sofocó una revuelta de los ceutíes con una nueva destrucción y repoblación de la Medina Sebta.

La diferencia de visión entre unas y otras conquistas y destrucciones, se ve alterada por parámetros como los cambios de cultura, de religión o la cercanía a nuestro tiempo y nuestra visión de la vida. Es cierto que la conquista del 709 produjo un cambio de total y sin duda traumático de la cristiana Septa a la islámica Sebta, y lo mismo ocurrió en 1415, pero a la inversa.

Sobre la conquista

Los discursos del dominio universal de la fe no son patrimonio ni de cristianos ni de musulmanes, y durante siglos han sido y lastimosamente siguen siendo, justificación para conquistar e invadir territorios, incluso ahora que ya no es legal el derecho de conquista. En ese tiempo anterior hay que situar el asalto de las tropas portuguesas a Ceuta, que se hizo con la legalidad de la época para el mundo cristiano, es decir, con su respectiva bula de cruzada.

Respecto a la conquista en sí, hay que reconocer que fue un proyecto largamente acariciado, de una parte el que los reinos cristianos europeos volvieran a entrar en Africa, como demuestra haber sido intención de Alfonso X el Sabio el tomar la población en el siglo XIII. Portugal había dejado atrás su lucha por la independencia y la consolidación de su territorio peninsular, por lo que deseaba nuevas aventuras. Cronistas e historiadores hablan de razones políticas, religiosas, caballerescas, económicas… De todo hubo. Sin duda el proyecto tuvo como impulsores no sólo al Rey y a sus hijos, sino también a los poderosos burgueses lusos, que deseaban ampliar horizontes.

Nunca hubo un proyecto bélico tan bien contado como el de Ceuta. Gracias a las crónicas de Zurara, La Salle o Pisano conocemos cómo se desarrollo desde su comienzo, pasado por el envío de espías para establecer la estrategia bélica, hasta los hechos mismos. Incluso, contamos con la descripción de la Medina Sebta desaparecida bajo sus armas, la que narró nostálgicamente y desde su obligado exilio en Beliunes Mohamed Al Ansari, años más tarde.

Esos relatos nos hablan de los preparativos militares y navales, de la dificultad de reunir el abastecimiento de las tropas y la llegada de estas de todas partes del reino e, inclusive desde otros estados europeos. Sabemos cómo un temporal en el Estrecho estuvo a punto de abortar la operación y de cómo, ante el despliegue de la flota, las poblaciones de Tarifa y Gibraltar, una cristiana y otra musulmana, se aprestaron a hacer presentes al monarca, temiendo ser el destino de la incursión.

El Dr. Carlos Posac ha dicho muchas veces que el héroe en una parte de la línea de batalla es siempre un traidor en la otra y, así, la historia es contada de forma distinta por ganadores y perdedores. Para los primeros, todo son éxitos y minimizar los escollos, para los segundos, quedan siempre las excusas y engaños.

Junto a las versiones lusas sobre quien pisó antes tierras ceutíes y qué contingente fue más decisivo, en las leyendas de las cabilas vecinas circula la tradición de que la flota pidió entrar en puerto y desembarcar mercancías comerciales, para en la noche salir de barricas y fardos los soldados que tomarían la ciudad a traición, como en la historia homérica de Troya.

El valiente Vasco Ataide, que cae muerto al pie de una de las torres del alcázar, lo es traicioneramente por una mujer que le tira una piedra desde sus almenas y, al decir de algunos, incluso será luego emparedada por ello en la misma torre. Un alcázar cuyas puertas se abren gracias a un vizcaíno cautivo y un judío.

Del otro lado, el sabio Sidi bel Abbas, que perdida la razón, vende sus cosas en la plaza a cambio de un pan, profetizando la conquista que se cierne sobre la población. Al fin lo venderá, pero por un pan frío que le dará, también, un judío. Siempre los mismos estereotipos, los mismos prejuicios.

Sobre el legado

Ceuta transforma durante el siglo XV su estructura defensiva y urbana. Constituye sus principales instituciones políticas, militares y religiosas, levanta edificaciones públicas administrativas, asistenciales, hospitalarias, religiosas, de abastecimiento…

La simbología oficial de la ciudad actual como son su bandera, su escudo o el bastón de mando de sus gobernadores tienen su origen en ese momento, como también lo tiene su moneda, las principales devociones, ceremonias como la entrega del mando con el aleo, la sabatina ante la Virgen de Africa, o la romería de San Antonio.

En sus fueros y privilegios está parte del hecho diferencial del derecho fiscal local, como en las tensas y moradías las compensaciones por la extrapeninsularidad.

Sentirse orgullosos del papel de Juan I de Portugal, de la estancia de Camoens, o de nuestra paisana Beatriz de Silva, no es diferente que hacerlo de Alí ben Yusuf ben Taxufín, Josef ben Yehuda ben Acnín o de Al Idrisi. Porque todos ellos forman parte de nuestro pasado y han contribuido a construir nuestra identidad.

Sobre la conmemoración

La historia no celebra hechos ni fechas. La historia estudia, debate y a veces utiliza las conmemoraciones para hacerlo. Qué duda cabe que el 21 de agosto de 1415 es una fecha simbólica para Ceuta, porque marca una línea divisoria entre dos ciudades diferentes que se sustituyen en el mismo territorio: La medina Sebta y la ciudad de Ceuta.

En ese punto se produce una ruptura entre dos visiones diferentes de la cultura, la sociedad, la política, la religión… Es decir, que constituye un magnífico momento sobre el que hablar y debatir sobre esos intentos de coexistencia que hubo en la edad media, y los de convivencia de hoy.
 

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