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                     Otro inmigrante muerto en nuestras 
					costas. Uno más que se suma a la lista de una semana en la 
					que hemos desayunado viendo imágenes de cadáveres apilados 
					en camiones y cuerpos de niños golpeados por las olas. Si 
					preguntan, todo el mundo dirá que lo siente mucho. Se 
					escribirán textos de condolencia en Facebook, se compartirán 
					poemas de dolor y se clamará al cielo por tan injusto mundo. 
					Pero luego, muchos votarán a partidos conformes con el 
					actual estado de las cosas e instarán a quienes abogan por 
					cambiar algo a que metan en su casa a todos los desesperados 
					que llegan huyendo de las guerras creadas por Occidente.  
					Juan Vivas pidió un minuto de 
					silencio en el Pleno. Hace un año y medio, desde su partido 
					llamaban “miserables” a quienes nos manifestábamos para 
					pedir explicaciones sobre 15 muertos. Es muy triste que la 
					gente muera, pero casi mejor no interesarse demasiado, eso 
					es cosa de entrometidos. Ya le decía Hyman Roth a Michael 
					Corleone que nunca hay que preguntar quién da las órdenes. 
					Eran negros. Y lo normal es que los negros se rajen en las 
					vallas y se mueran en el mar. Fin de la historia.  
					En Ceuta ha habido diversas 
					marchas, actos y concentraciones pidiendo respeto por los 
					Derechos Humanos a través de cambios en la política 
					fronteriza; pidiendo, en última instancia, que no se 
					castigue más a los castigados. El Partido Popular no sólo no 
					ha participado en ninguna, sino que se ha posicionado en 
					contra, encendiendo, con su intransigencia, el fuego del 
					odio en las redes sociales e instando a los cachorros de la 
					extrema derecha a venirse arriba en busca de una “antiespaña” 
					contra la que lanzar dardos envenenados de racismo y 
					estupidez. Alguien que apoya las llamadas “devoluciones en 
					caliente”, que son la mejor plasmación del desinterés más 
					puro hacia los problemas de salud, los estados anímicos o 
					las posibles situaciones políticas de riesgo que pueden 
					arrastrar quienes logran pisar nuestra tierra, no es creíble 
					a la hora de mostrar dolor o respeto cuando aquellos a los 
					que no considera ciudadanos mueren en su intento de alcanzar 
					una vida digna.  
					La pobreza, la 
					desesperación, la explotación y el asesinato no se remedian 
					con minutos de silencio ni con limosnas, sino con medidas 
					políticas. Y las que apoya el Partido Popular, siempre al 
					servicio de las grandes corporaciones, no ayudan a que los 
					hijos y nietos de África puedan tener un futuro 
					esperanzador. Más bien, todo lo contrario. Así que menos 
					lágrimas de cocodrilo. Más coherencia.  
  
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