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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 2 DE SEPTIEMBRE DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Se esfuerzan en callar lo que saben

Por Jesús González


Bueno, pues parece que se están empezando a cumplir los sueños de los llamados ‘multiculturalistas’ y de sus compañeros de viaje: la entrada a mansalva de centenares de miles de africanos y asiáticos en la Unión Europea. Los ‘parias de la tierra’ ya están aquí. Al final, los ‘multiculturalistas’ y sus secuaces se han salido con la suya, nada menos que poner a todo un continente de rodillas ante las nuevas invasiones ‘bárbaras’. “Las fuerzas oscuras que emanaban del fondo del Asia” –como las llamaba el académico Guillermo Díaz-Plaja– ahora se han aliado con las fuerzas oscuras africanas e intentan la ‘conquista’ de Europa, después de que en septiembre del año 1683 los turcos del Imperio Otomano sitiaron por segunda, y última, vez Viena.

Durante años, los multiculturalistas han realizado una labor de zapa y derribo de las conciencias de los ciudadanos europeos que se oponían a la invasión de la inmigración ilegal para que aceptaran una situación que repugna no solo las conciencias, sino la inteligencia. Los multiculturalistas intentaron por todos los medios –y a fe que lo han conseguido– preparar y embriagar a las masas con utopías multiculturalistas, utopías en las que la sociedad multicultural aparece como la sociedad ideal en donde conviven en paz y felicidad toda clase de razas, etnias, nacionalidades y religiones. En estos años de paz y de bonanza económica, el servilismo ha adquirido proporciones gigantescas gracias a la propaganda de la idílica sociedad multicultural puesta en marcha por los multiculturalistas y sus adláteres, quienes tenían meridianamente claro que a la voz de ‘ya’ no habría oposición alguna para enfrentar a las masas que asaltaran la UE, sin piedad ni misericordia, para hacerse con lo que los multiculturalistas y sus secuaces les habían prometido: la toma de posesión del paraíso.

La experiencia nos demuestra –como escribió Stefan Zweig– que el instinto de autoaturdimiento del hombre prefiere librarse de los peligros conocidos en su fuero interno a base de declararlos nulos y sin valor, y de eso se han aprovechado los apóstoles de esa nueva religión laica llamada ‘multiculturalismo’. Las conciencias opositoras a estas invasiones han sido arrastradas ante la labor de acoso y derribo de la doctrina multiculturalista, y, al final, los ciudadanos europeos se han convertido, unos, a la fuerza y otros, por intereses inconfesables, en partículas de polvo que no cuentan para nada ante el empuje de las masas asiático-africanas, dispuestas a apoderarse de la parte del pastel prometida por los multiculturalistas y sus secuaces.

No, no ha sido fácil la labor de años llevada a cabo por los exégetas del multiculturalismo para tratar de convencernos de que el paraíso estaba aquí en la tierra y se llama “sociedad multicultural”. Al principio, fueron escaramuzas las emprendidas por los apóstoles multiculturalistas, instilando el virus de la mala conciencia, de la culpabilidad europea, y del arrepentimiento, en el ánimo de los europeos, con el propósito de que renegasen de sus ancestros, de los logros de su civilización y de los logros de su identidad. Todo ello para tenerlos adormecidos y dominados. Ellos, los europeos, son los culpables de la situación de miseria, hambre y guerras de los africanos y de los asiáticos de Oriente Medio, así, Europa no se puede blindar y dar la espalda a quienes habían sido ‘víctimas’ de la colonización europea.

La más conspicua de entre los defensores de la inmigración ilegal fue aquella tal señora Cecilia Malmströn, Comisaria de la UE. La señora Malmströn la tomó con las vallas de Ceuta y de Melilla y con las llamadas expulsiones en caliente. Pero pinchó en hueso con el partido popular en el gobierno. Aún más, Bruselas se opuso rotundamente a que se empleara la fuerza para rechazar a los ilegales asaltantes. Nada de pelotas de goma, nada de cañones de agua, nada de gases lacrimógenos. Sin embargo, tan solo a modo de ejemplo de discriminación, el 29 de octubre del año 2014, la policía alemana de Colonia disolvió con cañones de agua una manifestación pacífica de patriotas alemanes contra el salafismo islámico en Alemania. La doctrina de los derechos humanos, convertida en ideología contemporánea, en la que bebe la sociedad multicultural, ha hecho saltar en pedazos el derecho de los países a defender sus fronteras, es decir, el derecho a entrar por la fuerza en un país está por encima del derecho de ese país a defender sus fronteras. No es un delito entrar ilegalmente y por la fuerza en un país, es, tan solo, ¡una falta administrativa!, pero, sin embargo, –¡oh, paradoja!– si el vigilante de esa frontera, en nuestro caso, el guardia civil, expulsa por la puerta del perímetro al inmigrante que acaba de saltar desde la valla de Melilla o de Ceuta, entonces, ya no hay simetría entre los dos hechos, en el caso de la expulsión por la puerta del perímetro constituye –dicen– un delito. Pero no conviene obviar que si se defienden estas invasiones, entonces, se desvanece el derecho a vivir dentro de fronteras seguras.

“En la última oportunidad antes del Apocalipsis”, escribe el sociólogo francés André Waroch que “el europeo no se entera de nada, pensando que el Estado, el marco legal en el que vive es eterno. Y, sin embargo, ese Estado se va a derrumbar ante los golpes de pueblos cuyos esquemas mentales son ante todo étnicos y tribales”. Europa agoniza lentamente ante nuestros ojos, y, debido a que el instinto de supervivencia del europeo está atrofiado, los europeos parecen suficientemente ‘castrados’ para padecer sin rechistar, sin elevar una leve queja, sin el atisbo de una rebelión, y aquellos pocos pobres diablos que se opongan –que se oponen– serán castigados sin piedad alguna.

Sin lugar a dudas, los apóstoles de la sociedad multicultural, hija de estas invasiones, lo saben, pero se esfuerzan por callar. Saben y callan que estas invasiones serán catastróficas para Europa desde todo punto de vista. Saben y callan que es una sustitución identitaria de la población de los pueblos europeos por masas extranjeras. Saben y callan que esta inmigración ilegal es una cuestión de seguridad nacional, ya que el yihadismo se disfraza de inmigración. Saben, por experiencia, y callan que esa masa de africanos y asiáticos, en su mayoría, no se integrará y acabará engrosando los guetos europeos. Saben y callan que el mercado de trabajo se resentirá y los salarios se hundirán. Saben y callan que la inmensa mayoría de esos que entran en la UE no podrán entrar en el mercado de trabajo debido a la crisis y tendrán que ser mantenidos por los servicios sociales y asistenciales. Saben y callan que provocarán una degradación medioambiental y de los espacios urbanos. Saben y callan que la salud pública se resentirá al no poder asumir esa masa de recién llegados, en detrimento de los autóctonos que son los que cotizan. Saben y callan que la inseguridad de ciertas zonas será un hecho sin paliativos. Saben y callan que los espacios en que se instalen los extranjeros estarán vetados para la circulación de los autóctonos, pero, por el contrario, ellos, los extranjeros, podrán circular por donde les plazca sin reserva alguna. Saben y callan que las escuelas en donde se hacinan los inmigrantes venidos de todas partes y de toda condición sufrirán una degradación de la adquisición de los conocimientos por parte de los alumnos debido a la heterogeneidad de las aulas. Saben y callan que la xenofobia y, acaso, el racismo, se extenderán como la peste en la edad media. Saben y callan que la xenofobia, actitud humana, se incuba cuando una comunidad local, regional o nacional ve amenazado su entorno por poblaciones invasoras. Saben y callan que más pronto que tarde empezarán los conflictos étnicos. Saben y callan el aforismo que sostiene que si quieres destruir una nación, destruye su homogeneidad étnica. Saben y callan que no solo lo deliberadamente cruel tiene efectos perniciosos, sino lo que creemos bueno puede ocasionar efectos desastrosos. Saben y callan, en fin, que la sociedad multicultural ha devenido en fracaso estrepitoso. Saben y callan que ignorando todo eso nos ponemos en peligro. Saben todo eso, pero se esfuerzan por callar.

Finalmente, esos multiculturalistas, que se frotan las manos ante la perspectiva de la realización de sus sueños multiculturales, deberían tener en cuenta que la muerte de todos los sueños es cuando se hacen realidad. Y, aún más, puedes ignorar tu estupidez, pero no esconderla.
 

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