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OPINIÓN - JUEVES, 17 DE SEPTIEMBRE DE 2015

 
OPINIÓN / COLABORACION

Tanjazz 2015

Por Agustín González


La ensoñación es un estado complejo en vigilia, muy sutiles han de ser los elementos que la provoquen, es de suponer que Jung tenía algo de razón y que el subconsciente es una trama de lugares comunes. Ciertos resortes son activados cuando la noche, el olor de los jazmines, el patio de un palacio y la música se unen, porque el resultado, logra reacciones absolutamente oníricas.

Eso le ocurre al festival de Jazz de Tánger, la ciudad ya de por sí se presta, late fuerte con su carácter internacional, con su singular mezcolanza, que injustamente, las circunstancias políticas y comerciales del momento, le robaron, para atribuírselas a la Casablanca de Bogart. Una Tánger cosmopolita que seguiría enamorando a la generación Beat, pero que se abre a la modernidad y al desarrollo. Tan cerca, pero tan lejos por diferentes motivos, es hoy una parte muy importante de nuestra historia, no en balde, es la única ciudad islámica del mundo que cuenta aún, con una plaza de toros.

El lugar elegido desde hace dieciséis años para la realización del festival, no deja espacio a interpretaciones, el sultán Moulay Hafid, nunca llegó a disfrutar de su palacio en Tánger, no creo que fuera el tipo de hombre que diera pena a nadie, pero con todo y con eso, se lo perdió centrifugado por las intrigas coloniales. Luego lo compró el estado italiano. Actualmente es un espacio incomparable, embriagador en su bella hechura colonial, sello del arquitecto español Diego Jiménez Amstrong, gracias al tamaño y disposición de patios y salas, ofrece el lugar ideal para la realización de este evento.

Desde su primera edición, allá por 1999, el festival promueve la música como vehículo de tolerancia y paz, destacando su capacidad para promover el diálogo entre culturas. Este año, el festival ha girado en torno a “Jazz cinco continentes”, y ha sido reconocido con el sello de la Unesco como parte de las celebraciones de su 70 aniversario. Han logrado reunir artistas provenientes de todos los rincones del planeta, 22 bandas con más de 100 artistas, de estilos no siempre emparentados con el Jazz. Por mencionar algunos, Nikki Hill, plato fuerte del festival, fue eléctrica y brutal, Ivan “Melon” Lewis & Cuba Express abrieron la noche del sábado de forma sensacional, y nunca olvidaré la melancólica voz de Ruby Landen, que escuché apoyado en la exótica barra del Tanjazz Pub.

El ambiente que el promotor de este evento, el publicista francés Philippe Lorin logra imprimirle al festival, está a caballo entre la platea de La Scala y lo más selecto de los garitos de Nueva Orleans, en cualquier caso, gente de todo tipo unidos por la música y los momentos irrepetibles, multitud de nacionalidades con predominio marroquí, español y francés.

No puedo por menos, que recomendar la asistencia a todos los lectores a este festival. Quizás por desconocimiento, quizás por otros motivos, lo cierto es que la presencia de los ceutíes ha sido notoriamente escasa, más aún, si tenemos en cuenta lo especial del evento y la escasa distancia que nos separa de Tánger. Realmente lo aconsejaría a cualquiera que tuviera que tomar un barco, o incluso un avión, más aún a los que tan sólo han de recorrer una pequeña distancia en carretera.
 

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