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OPINIÓN - MARTES, 29 DE SEPTIEMBRE DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

La lenta y peligrosa islamización de Europa

Por Jesùs Gonzàlez


La canciller Angela Merkel se equivoca cuando “celebra” los cambios sociales que traen los refugiados a Alemania. Se equivoca porque confunde un deseo con la realidad. Se engaña la canciller Merkel porque confunde su buena disposición personal con el mundo real. A Angela Merkel la engaña su buena fe, diría, su ‘mala buena fe’. La canciller confunde lo que ‘debería ser’ con lo que en realidad es. Como Merkel no quiere defraudar sus ideas románticas sobre refugiados rechaza la realidad de lo que se le ha metido –se nos ha metido– de rondón. El reto ya no es el trabajo y el acomodo, sino la integración. El reto es la integración de miles de personas procedentes de países distintos –Afganistán, Siria, Irak, Eritrea, Marruecos, Sudán, Libia, países del África negra, etcétera–, que ni siquiera profesan la misma rama del Islam, sunníes, chiíes, alauíes, que traen a Europa sus diferencias religiosas y/o políticas.

Que esos refugiados islámicos mantienen sus diferencias político-religiosas de sus países de origen en los países de acogida quedó demostrado en una llamada que una cooperante de nombre África hizo desde Amman, Jordania, el día 7 de septiembre, al programa de Carlos Herrera, en la COPE, para hacer saber que en el campamento de refugiados donde ella está hay sirios, palestinos, sudaneses e iraquíes, y hay que llamarlos, no por el nombre familiar, sino por el número que se les tiene asignado para que no haya violencia entre ellos al ser de facciones religiosas opuestas. Y, además, por qué negarlo, van a encontrarse en un continente que es, digámoslo ya, hostil al Islam. Todo eso lo sabe, por supuesto, la inteligente canciller alemana, pero no puede hacer nada porque se ha encontrado con hechos consumados, y porque es presa de la ideología de lo políticamente correcto, y, como no puede hacer nada, quiere convencerse, y convencernos a los demás, de que todos esos miles de refugiados, y los que seguirán llegando, van a traer de la mano cambios sociales muy beneficiosos para los países europeos en los que se asienten.

La canciller alemana no obvia que Alemania tiene una china en el zapato con los millones de turcos que viven en el país, sobre todo, en el barrio de Kreuzberg. Merkel sabe que muchas decenas miles de ellos aún no han aprendido a manejarse con el alemán, especialmente, los de más edad. Pero ¿qué va a decir si miles de refugiados de todo pelo y condición se han encaminado a Alemania? Por eso quiere que los países europeos de la UE se hagan cargo de miles de ellos. Pero va a tener que apechugar con la mayoría de los refugiados que han entrado en Europa. A estas alturas la canciller alemana habrá lamentado haber dicho en público que Alemania acogería a todos los que llegasen a sus fronteras. Habrá aprendido en carne propia que se es esclavo de las palabras y se es dueño de los silencios. Por otro lado, ya le habrán llegado noticias, por sus colaboradores más directos, de que centenares de asilados han desaparecido de los centros en donde han sido ubicados, e, incluso, paran los trenes en mitad del campo y de la noche para poner pies en polvorosa. Y que no es improbable que “cientos de salafistas” se hayan colado en Alemania. Por supuesto, que esos miles de refugiados, quién lo duda, van a traer cambios sociales a Alemania, pero me temo que no será para celebrarlo, como dice Merkel. Tal vez para lamentarlo. Podrían resultar una rémora para el tejido social alemán.

A todo esto, al tiempo que rechaza acoger a los refugiados, hermanos de religión, en su territorio, Arabia Saudí ofrece a Alemania construir 200 mezquitas en todo el país para atender las necesidades (religiosas) de los recién llegados. No se olvide que el Islam de la facción wahabita que se practica en Arabia es el más excluyente y el más refractario con cualquier tipo de valores occidentales, no ya con cualquier otra religión. Arabia no está interesado en labores humanitarias (eso que lo haga Europa), su objetivo es la expansión del Islam por todo Occidente. A este respecto, el obispo húngaro Laszlo Kiss-Rigo, responsable cristiano de la parte sur del país, manifestó que “esto es una invasión en toda regla”, y añadió que “se comportan de manera arrogante y cínica”.

Como a estas alturas la ingenuidad es intolerable, y, además, no podemos permitírnosla, no se puede obviar que Europa es refractaria al Islam, y la inmensa mayoría de esos refugiados son musulmanes de diferentes facciones. Los musulmanes encuentran difícil acomodo en las diferentes sociedades de los países europeos. El Islam tienen mal encaje en la sociedad occidental. En sus países de origen, sociedades más o menos cerradas, les han inoculado el virus de que Occidente es culpable de sus miserias, desdichas e infortunios y generan un sentimiento de rechazo a las culturas de los países europeos que los acogen, a nuestra civilización e incluso a la religión, pero, eso sí, desean nuestros euros, nuestra sanidad y nuestra libertad. En otras palabras, se les desata el deseo de esquilmar, sin pudor alguno, las arcas de los servicios sociales de los países de acogida.

Así, el periodista norteamericano Bruce Bawer, en su impagable libro “Mientras Europa duerme”, escribe que “muchos inmigrantes se han afanado con un éxito notable en explotar la generosidad de los Estados de bienestar occidentales”. Escribe Bawer que “para las personas que provienen de aldeas pobres de países no desarrollados con altos niveles de corrupción, el objetivo es quedarse con todo lo que se pueda”. Además, continúa Bruce Bawer en su libro, que “la ley islámica les da derecho a abusar todo lo posible del sistema de los infieles”, el derecho, en palabras de Kheir Sajer, de “engañar y mentir a los países que los acogen”. En Dinamarca, una población de musulmanes de apenas un 5% recibe un 40% de las ayudas sociales, se lee en el libro de Bawer. A este respecto, Ali Abd al-Alal, de Mayadeen TV (Líbano), investigador egipcio, afirma, según el digital AD, que el 80% de los musulmanes en Occidente vive de la asistencia social y se niega a trabajar. Su investigación aborda los problemas de la falta de aportación de los musulmanes en las sociedades occidentales en que viven, con el fin de disfrutar de los sistemas sociales de estos países. Señala que los musulmanes llegan a Occidente como refugiados o como inmigrantes ilegales, no a llevar riqueza a las sociedades de acogida, sino por el contrario, se convierten en una amenaza para la seguridad y la estabilidad económica de Occidente. Por no hablar de la delincuencia. Ali Abd al-Alal cree que la asistencia social concedida en la Unión Europea atrae a los inmigrantes como un imán.

Todo esto lo saben los políticos de los diferentes países europeos y los de la UE, saben que este sistema laxo de asistencia, basado, según ellos, en los derechos humanos, no funciona. Pero nadie quiere cambiar este estado de cosas por miedo a que lo despellejen vivo y lo califiquen de islamófobo, racista y/o xenófobo, como sucedió con Javier Maroto, alcalde en su día de Vitoria. La realidad les da miedo. Y como les da miedo suelen poner el Islam más allá de toda crítica, lo sacralizan, lo cual no solo es malo, es peor, pues en una sociedad democrática nada ni nadie puede estar a salvo de críticas. Constituye la razón de ser de la misma democracia. Además, si el ciudadano europeo intuye que el Islam es intocable, el sentimiento islamófobo podría ser imparable, si ya no lo es. Como advirtió el ensayista holandés Paul Scheffer, en el periódico NCR Handelsblad en el año 2000, “la cultura de la tolerancia está llegando a un límite”. Pero, lamentablemente, los políticos han destruido el espíritu de supervivencia y el espíritu crítico de la mayoría de los europeos.
 

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