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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 28 DE OCTUBRE DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Víctimas de un perverso entramado

Por Jesús González


A fuerza de mirar todos los días el mismo paisaje nos reconocemos incapaces de descubrir la mínima variación que en él se produzca. Vemos el conjunto, pero no los detalles. Así, creemos, por ejemplo, que todas las puestas de sol son las mismas. Craso error. Cada día tiene su afán y cada puesta de sol tiene el suyo. Esa luz –la del ocaso– que acompaña hoy al sol en su despedida no es la misma luz que ayer lo acompañó, ni será la de mañana. Pero para nosotros todas son iguales, no solemos apreciar diferencias entre unas y otras, o, al menos, la mayoría no es capaza de encontrar diferencias. Con el paisaje urbano sucede igual que, por ejemplo, con las puestas de sol. Nos parece siempre el mismo paisaje, la misma ciudad, apenas reparamos en lo nuevo que surge a nuestro alrededor, so pena que sea demasiado llamativo o escandaloso.

Llamativo, y escandaloso por muchos motivos, fue, semanas atrás, en efecto, el incendio en el llamado Monte de la Tortuga. Grandes columnas de humo negro se elevaban al cielo y podían ser vistas desde cualquier punto de la ciudad. Una vez que el Cuerpo de Bomberos y la UME pudieron atajar el pavoroso y voraz incendio quedó como recuerdo de él una negritud y una desolación que, a buen seguro, se convertirá en un aldabonazo en las conciencias de los ciudadanos y de los llamados a evitar que se produzca un incendio de estas características en cualquier lugar de nuestros montes. Es más, el pasado domingo 18, un grupo de ceutíes se reunió en el Mirador de Isabel II como acto reivindicativo para llamar la atención de los ceutíes, en general, y de nuestras autoridades, en particular, en el cuidado de nuestro escaso patrimonio forestal y natural. Fue un acto emotivo en el que se expresó el amor por la naturaleza y en el que se emplazó a la ciudadanía a cambiar su postura de acercamiento a la naturaleza. A verla como compañera en nuestro viaje vital y no como antagonista en ese viaje vital.

Al hilo de lo anterior, y a pesar de que en nuestra ciudad las construcciones ilegales se han convertido en una plaga, parece, sin embargo, que la ciudadanía no acaba de tomar conciencia de ello. Si el fuego como el del Monte de la Tortuga ha supuesto una catástrofe medio ambiental y ha movido a un grupo de ciudadanos a reunirse en el Mirador de Isabel II para protestar y, a la vez, para concienciar a la ciudadanía en general, la plaga de las construcciones ilegales y las apropiaciones indebidas de parcelas no mueven a los ciudadanos a mostrar su repulsa por estos hechos. Y sin embargo construir en donde no se está permitido constituye un atentado de igual tamaño como podría ser un incendio, o convertir nuestras playas o nuestros campos en vertederos.

Parece que a iniciativa del consejero de Fomento, Néstor García León, se va a confeccionar un mapa de la construcciones ilegales en nuestra ciudad. Si con ello se van, no solo, a detener las construcciones ilegales, y el cerramiento de parcelas, sino que se va a proceder a su demolición, pues habrá que saludar la puesta en marcha de ese mapa de construcciones ilegales. Pero me temo que tan solo va a quedar en buenas intenciones, y no porque la administración local no se ponga manos a la obra, sino porque, por un lado, las leyes, –y las “medidas cautelares” de los jueces–, en este aspecto, son muy permisivas y garantistas con los malos, y, por otro, porque el ciudadano que ha sido pillado in fraganti con las manos en la masa, es decir, construyendo o parcelando ilegalmente, se pasa por el arco del triunfo de la entrepierna lo que le diga el policía local, el expediente que se le incoe, las leyes, los reglamentos y las normas.

Como ejemplo ilustrativo de lo anterior, detrás del Ambulatorio de la Seguridad Social ubicado en la barriada Príncipe Felipe, allá en las inmediaciones del Tarajal, se han levantado tres casas ilegales, casas que, a pesar de haberse incoado un expediente a cada una de ellas y de la advertencia de los agentes de la Policía Local a los ciudadanos responsables de tamaña ilegalidad, en las tres viviendas se ha trabajado sin parar, ya de día, ya de tarde, ya de noche. Se ha descargado impunemente material de construcción e introducido en el interior de las viviendas, se han colocado ventanas, con sus respectivas persianas y las correspondientes rejas. Y ya hay palés de madera dispuestos para rodear las casas y aislarlas del entorno. Ya están siendo habitadas y se ven señales de ello, tales como sábanas colgadas en el exterior, y grupos de niños jugando en las inmediaciones de las casas. Y, finalmente, ya se ha colocado en el dintel de cada una de ellas su número correspondiente, el 6, el 7 y el 8. Todo ello demuestra una desfachatez, un desprecio por las leyes, por las normas y por los reglamentos, que el común de los ciudadanos venimos obligados a observar y a respetar. Pero parece que los ciudadanos abyectos, como estos que hacen caso omiso del debido respeto a las leyes, siempre consiguen salirse con la suya con la ayuda de las leyes permisivas y garantistas e, insisto, con las consabidas “medidas cautelares” de los jueces.

Así, de esta manera, han surgido, como setas en otoño, casas ilegales, y cerramientos de parcelas, por doquier, por toda la geografía de nuestra ciudad, ante la impotencia de la administración, no solo, para derribar esas construcciones, sino para empapelar, como se merecen, a esos ciudadanos, que, a buen seguro, tendrán, como siempre, quienes salgan en su defensa para que les sea proporcionada conexión a agua y a luz, aludiendo que esos ¿ciudadanos? pagan sus impuestos y, ¡qué pena!, los hijos menores son los que pagan el pato de la dureza de la administración al negarse a concederles conexión a agua y a luz. Pero, claro, los valedores de esos facinerosos, que se pasan las leyes por la entrepierna, como Caballas y MDyC, miran para otro lado como si estas ilegalidades no fueran con ellos. Es más, claman contra el partido en el gobierno en la Asamblea, tachándolo de insensible ante las necesidades y dificultades de quienes han hecho caso omiso de toda admonición sobre las ilegalidades que estaban cometiendo.

A veces, somos víctimas de un perverso entramado que no somos capaces de percibir, pero una mirada atenta a lo que está sucediendo en nuestra ciudad de un tiempo para acá no nos puede dejar indiferentes ni podemos sustraernos a las luces rojas que se van encendiendo en Ceuta sobre un peligro inespecífico, que, lentamente, va tomando cuerpo y que, sin duda, va a condicionar nuestro futuro. Y estas construcciones ilegales muestran bien a las claras un desafío, muestran que una parte muy específica y concreta de la ciudadanía se niega a respetar el ordenamiento por el cual nos gobernamos, y con ello, con su negativa, esos ciudadanos pertenecientes a ese segmento muy diferenciado de la población ceutí, hacen gala de un desprecio por todo lo que no sea lo propio y lo que los caracteriza.
 

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