| El domingo 13 de diciembre de 2015 
					será un día que no se les olvidará jamás a los agentes de la 
					Policía Nacional, José Miguel Pitalúa y Abdelhilah 
					Abdesalam. Ambos asistieron a la mujer que irremediablemente 
					y por cuestiones de la naturaleza iba a dar a la luz en la 
					frontera del Tarajal.  Eran las 17.10 horas cuando ambos 
					agentes, que pertenecen al Turno 4 de la frontera, recibían 
					la “llamada telefónica del compañero que estaba haciendo el 
					control documental de peatones en la zona del puente 
					internacional”.  En la llamada se informa que una 
					mujer “ha roto aguas y está echando líquido”. Ante esta 
					situación, el agente Pitalúa cuenta que “salí rápidamente y 
					ví a una mujer que caminaba muy despacio, pero se encontraba 
					aparentemente tranquila”. Sin embargo, antes de llegar a la 
					oficina “la mujer empezó a gritar diciendo; ¡me duele! ¡que 
					viene, que viene! Pensábamos que le estaban dando 
					contraciones e intenté calmarla mientras el compañero 
					avisaba a los servicios de emergencias”.  Tras segundos de dolores y gritos, 
					la mujer se calmó un poco y le dije que se sentase, pero 
					ella me contestó; “¡no me puedo sentar que me duele! 
					Efectivamente, en menos de un minuto empezó otra vez a 
					gritar; ¡que viene, que viene, que va a salir y se me va a 
					caer aquí!...  Ante tal la situación “decidimos 
					tumbar a la mujer en el banco mientras que llegaban los 
					servicios de emergencias, que a la vez nos decía por 
					teléfono los pasos que teníamos que ir dando, pero la mujer 
					empezó a gritar de nuevo y se bajó las mallas y la ropa 
					interior y me encontré que la cabeza del niño se veía, así 
					que se lo comenté a mi compañero que estaba hablando con el 
					médico por teléfono”. De repente la oficina de la Policía en 
					la frontera se convirtió en un improvisado paritorio con un 
					`matrón vestido de Policía y un banco reconvertido en cama´.
					 No había otra opción, la 
					naturaleza había elegido el lugar y no quedaba más remedio 
					que salir al frente. El agente Pitalúa comenta que “le quité 
					los zapatos y la ropa, le puse una pierna arriba del banco y 
					la otra me la eché al hombro, recordando un cursillo que 
					había realizado, la coloqué cómoda y bien y al instante le 
					dio otro dolor y observé como iba saliendo la cabeza, así 
					que saqué la cabeza, le puse la mano debajo, salieron los 
					hombros y el resto salió solo. Me quedé con el bebé en los 
					brazos”.  Una vez hecho lo más difícil 
					tocaba actuar de nuevo porque el cordón umbilical aún unía 
					al bebé a su madre, así que nueva consulta al médico, que 
					seguía al teléfono y “nos indicó que había que abrigarlo 
					para que no cogiese frío”.  Pitalúa recuerda que “mi compañero 
					salió corriendo al coche y se trajo un abrigo nuevo que se 
					había comprado la mujer y allí metimos al niño, le pusimos 
					el bebé encima a la madre y ambos empezaron a llorar”. 
					Seguidamente llegó la ambulancia y ambos fueron trasladados 
					al Hospital Universitario.  Tras esta experiencia llena de 
					humanidad, el agente José Miguel Pitalúa asegura que “en los 
					once años que llevo de servicio ha sido lo mejor que he 
					vivido humanamente”.  Por su parte, Abdelhilal Abdesalam, 
					que es el agente que estuvo en contacto con el médico a 
					través del telénono, señaló que “es una labor humanitaria 
					impresionante y uno se siente con el deber cumplido y el 
					servicio realizado”, asegurando que “participar en el 
					nacimiento de un niño es algo increíble y lo es aún más al 
					ver la cara de felicidad de la mamá cuando tiene a su niño. 
					Lo que hemos vivido no tiene precio ninguno”.  Al finalizar el servicio, 
					los agentes se traladaron al Hospital para ver a madre e 
					hijo. 
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