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OPINIÓN - MARTES 20 DE DICIEMBRE DE 2005

 

OPINIÓN / EL OASIS

Cena en el Tryp
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

No es que lleve vida de ermitaño. Pero sí es cierto que, desde hace bastantes años, estoy acostumbrado a levantarme muy temprano y, por tanto, pasadas las diez de la noche comienzo a sentir unos deseos enormes de estar sobándola. De ahí que pocos espectáculos televisados sean capaces de mantenerme con los ojos abiertos y mucho menos puedan evitar que se me abra la boca a cada paso. Bostezos anunciadores de que mi organismo pide piltra a paso de legionario.

De ahí que cuando José Antonio Muñoz, editor de El Pueblo de Ceuta, me invitó a la comida de hermandad de la empresa, dijera que sí. Sin embargo, en cuanto quedé enterado de que lo que había era una cena, cuyo comienzo estaba fijado a las once de la noche, los párpados empezaron a cerrárseme como acto reflejo a una situación desacostumbrada para mí. Tentado estuve, pues, de volverme atrás y decirle que no al hombre que tenía la ilusión de reunirse con todos los que hacemos el periódico.

Un periódico que ha cumplido ya una década de existencia -parece que fue ayer cuando a mí me tocó escribir algo sobre su nacimiento- y que se ha afincado definitivamente en la vida de una ciudad que, dicho sea de paso, está lo que se dice esplendorosa. Y es que Ceuta, atractiva de día, de noche se pone que no hay que no hay quien la aguante. Es un chorro de luz... Sí, ya sé que suena a cursilería pero a estas alturas me importa un bledo y parte del otro cualquier comentario al respecto. En suma: que el sábado a las diez y media de la noche llegaba yo al Hotel Tryp dispuesto a cumplir el trámite de un compromiso contraído por respeto a la empresa y, cómo no, a los compañeros.

En la sala de estar del establecimiento tuve la oportunidad de charlar cierto tiempo con Mustafa Mizzian, en compañía de Andrés Domínguez. A quien eché de menos en la comida que la Ciudad ofreció a los medios de comunicación. Mustafa me habló de su intervención en el pleno sobre el debate de los presupuestos. Pero en el fondo es un admirador de Juan Vivas y sabe perfectamente que el hombre que está de visita en Bosnia es, sin duda, una figura política, profeta en su tierra -como bien apunta Antonio Gil-, y que acabará siendo ministro cuando el PP gane las elecciones generales.

De manera que pegando la hebra fui dándole coba a mi organismo, a fin de que no protestara ruidosamente por alterar su costumbre. Y a fe que mereció la pena vivir todo lo que ocurrió a continuación en el salón, llamado Tropical, situado en la cuarta planta del hotel. Fue una cena espectacular en todos los sentidos. Digna de una empresa donde sus jóvenes periodistas, algunos recién llegados a esta tierra, descubrieron que los ceutíes saben ser cercanos en momentos claves.

Durante horas, todos los comensales pudimos mostrarnos acordes con nuestra personalidad y el ambiente que reinó en la gran mesa, magníficamente dispuesta y servida, fue extraordinario. Hubo alegría, orden festivo, y a medida que crecía el estímulo causado por el buen vino, las anécdotas se sucedieron y las risas invadieron el local.

Así, ni siquiera tuve el menor atisbo de bostezo. Porque frente a mí estaban Pedro García y José Antonio Cera: gallego, el primero; y andaluz, de Sevilla, el segundo. Ambos hicieron que nos partiéramos de la risa. Humor diferente en dos periodistas, nacidos en regiones tan lejanas y distintas, pero a su vez tan españolas como para que el resultado fuera de esos que obligan a los actuantes a saludar varias veces.

No faltaron las palabras de rigor, y a mí se me ocurrió recordar que sigue pareciéndome un milagro que este periódico haya aguantado todos los embates, habidos y por haber, para seguir estando en la brecha. Felicidades a la empresa.
 

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