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SOCIEDAD - VIERNES 4 DE NOVIEMBRE DE 2005


Inmigrantes en el bosque. JOSE L. NAVAZO

INMIGRACION / BELIONES
 

 Beliones, viernes 28, 0.10
de la madrugada

Inmigrantes en Marruecos
 

CEUTA
José Luis Navazo

joseluisnavazo
@elpueblodeceuta.com

Aun no había acabado de reponerme del viaje nocturno a Rabat, el pasado miércoles 26 , con Mohamed Haddad (relacionadopor el juez Del Olmo en el sumario por la masacre terrorista del 11-M y directamente acusado por la UCIE de participar en la misma, ya escribiré el domingo de ello) , tanto que la madrugada del jueves me pilló dormitando en el coche, a la altura del cruce de Larache, cuando el jueves a las 21.30 locales y tras salvar los tenderetes de la popular plaza del Feddán (ahora Hassan II) de Tetuán me incorporaba como corresponsl a la pequeña caravana que, organizada por la sección tetuaní de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos iba a acercarse a los bosques de Beliones, en las inmediaciones de Ceuta, para acercar ayuda humanitaria financiada por “Andalucía Acoge” que paliara, de algún modo, las durísimas condiciones en las que, pese al acoso y cerco de las fuerzas de seguridad marroquíes, sobreviven sesenta desconsolados seres humanos procedentes del Africa Subsahariana.

Tras un breve reagrupamiento a la altura del centro comercial “Marjane” proseguimos hacia F´ndiq (Castillejos), donde nos desviamos por la ruta de Tánger enfilando, “chuia chuia” pero confortablemente refugiados , el mítico “Boquete de Anyera”, con los vehículos avanzando zarandeados por ráfagas de lluvia emboscadas entre blancos rachones de niebla.

Poco antes del Biutz y de la antigua posición de “Cudia Federico”, un jeep y los parpadeos de unas luces nos indicaban un control de la Gendarmería: uno de los tres hombres de la patrulla nos pasa revista con su linterna. Pasamos sin mayores problemas como el resto de los coches de la expedición que, de forma aleatoria, confluían hacia el cruce que toma a Beliones. Aunque (toda precaución es poca) los miembros de la asociación habían intentado disimular las cargas de ayuda humanitaria, para mí que los gendarmes hicieron la vista gorda. Conociendo el país, el paisaje y el paisanaje, ¡anda que no iban a saber que pasaríamos por allí!. En fin, un “beau geste” al fin y al cabo y una práctica forma de no cerrar del todo la espita: cercados pero no acorralados, los inmigrantes subsaharianos aguantan a duras penas entre las inclemencias del invierno que se avecina y las sueltas migajas de ayuda que les llega.

Tras una parada en falso seguimos descendiendo por una sinuosa carretera =debajo de la cual se intuyen, recios y silentes, los crestones calizos del “yebel” Chinder en los que aun se alzan, orgullosas, las dos torres almenaras que constituían la avanzadilla del perímetro defensivo decimonónico que, enclavado en el campo exterior, velaba cual leal y eficaz centinela el sueño y la seguridad de Ceuta.

Entre el apagado ronroneo de los motores el estridente pitido de un móvil nos advirtió de la maniobra: capós que se abren, sombras que saltan del bosque y los activistas marroquíes que acercan a los inmigrantes, en una breve y animada baraúnda, un preciado tesoro: sacos de arroz, cajas con latas de sardinas, bolsas de leche pasteurizada y algunas bolsitas con medicinas. Mientras tanto, miembros de uno de los dos sindicatos de sanidad marroquís se interesan por la salud de los refugiados (CONTINUARA ...)
 

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