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OPINIÓN - MARTES 8 DE NOVIEMBRE DE 2005

 
OPINIÓN / EDITORIAL

El Senado, testigo de la ‘Generación del 2005’

Que la Cámara Alta, el Senado, debería ser la sede de la dialéctica territorial es una evidencia que así plasmaron los auténticos constituyentes en la tan recordada ahora transición. Sin embargo, el ‘hemiciclo’ del ‘Senatus’ español protagonizó ayer, lo hará hoy y concluirá mañana el auténtico debate donde las voces de los distintos territorios de España, a excepción del vasco, pudieron ser oídas.

Hoy en día el Senado no es la Cámara territorial a la que se aspira, por cierto, y se erige en un bastión de peleas políticas donde la mayoría en este escenario es distinta a la de la Cámara baja.

Pero las autonomías de España han podido ser oídas y, algunas, hasta escuchadas. Las dieciocho regiones del país que se han dado cita han reclamado -la mayoría- solidaridad interterritorial, algo de lo que hablará esta mañana el presidente de Ceuta al que le toca turno junto a Baleares, Madrid, Castilla y León, Melilla y Extremadura.

El Estatuto catalán, la ausencia de los vascos y, en primer término, el susto que nos proporcionó Rodríguez Ibarra -recuperándose del implacable infarto sufrido poco antes del inicio de la sesión autonómica del Senado- han sido el aderezo a la ensalada que en tres tomas van a tener que digerir los presentes y los ausentes. Que un territorio de España no quiera estar representado, por petición propia, en semejante instancia; que otro territorio hable de la nación española como ente con el que colaborar -desde la misma altura institucional-..., no deja de ser un asunto preocupante que marcará, con toda probabilidad, el futuro de la nueva historia de un país que empieza a dejar de serlo tal y como hasta ahora era conocido.

La descentralización está bien, pero como todo, hasta eso tiene un límite que nunca se puso y que ya, por más que se quiera, no se puede enmendar.

Las históricas paredes del Senado son testigos mudos de la ‘Generación del 2005’ con la que parece acabar la trilogía de la dramática historia de España: ‘98’, ‘27’ y... ésta.
 

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