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OPINIÓN - DOMINGO 2 DE OCTUBRE DE 2005

 

OPINIÓN / EL OASIS

ZP se hizo el noruego
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Quienes hayan leído la Rectificación de la República, Ortega y Gasset, saben que éste pide una democracia acerada de Estado, lejos de egoísmos individualistas y de pueblo en la plazuela. Y remata así: “Una democracia que no sepa colocar la seriedad y la inexorabilidad del Estado por encima de cualesquiera insolencias particulares, será arrollada por la juventud”.

Nuestro mejor filósofo, de vigencia nunca caduca, conocía sobradamente que los extremados localismos españoles terminaban siempre causando enfrentamientos entre pueblos y evitando que España saliera a flote.

En los momentos que nos está tocando vivir, es conveniente enfrascarse en la lectura del maestro. Ayer leía yo, precisamente, Las provincias deben rebelarse contra toda candidatura de indeseables. Que podría traducirse por las Comunidades Autónomas deben oponerse a las candidaturas de políticos dispuestos a trocear España en mil pedazos.

Una España trastornada por hombres como Ibarreche, Carod Rovira, Maragall y otras gentes de esa laya. Gentes que se están aprovechando de la actitud de un presidente de Gobierno que empieza a sembrar dudas sobre la idea que tiene de nuestra nación. Hasta el punto de que hay ocasiones en las cuales parece que sea él quien anima a los localistas en sus reivindicaciones preñadas de egoísmos y de exclusiones. Sobre todo en el caso de Maragall.

El ex alcalde de Barcelona tiene muy claro que España se tiene que catalanizar. Una idea muy antigua y que él ha visto llegado el momento de hacerla realidad porque el Gobierno de ZP carece de disciplina y sí está maduro para intentarlo por todos los medios. Menos mal que enfrente está teniendo la oposición de muchos pesos pesados del socialismo que están que trinan con Maragall y, desde luego, con el comportamiento de ZP.

Un comportamiento melifluo a todas luces. Para ejemplo de lo que digo está la callada por respuesta que dio el otro día en Sevilla, en la cumbre con Marruecos, cuando le preguntaron al primer ministro marroquí, Driss Jettu, sobre las conversaciones de soberanía compartida, propuestas por Hassan II en los años 80.

A un presidente español no le cabía más que una respuesta: Ceuta es española mucho antes que existiera el reino de Marruecos y jamás será motivo de conversaciones que valgan para alentar ilusiones de entrega al país vecino. En esas situaciones no hay lugar para la diplomacia, ni para la buena educación, ni para el miedo a ofender al invitado. En esas situaciones, por encima de todo, lo que urge es desengañar a quienes no cesan de reclamar lo que no les pertenece. Por más que, al día siguiente, monten un nuevo número encaminado a causar desazón y miedo entre los españoles. Y, sobre todo, permitan a los quintacolumnistas airear en los medios que la situación de Ceuta y Melilla entorpece nuestras relaciones con Marruecos. Lo cual supone un problema que los demás españoles, es decir, los que no son de Ceuta y Melilla, no tienen por qué aguantar. Una canallada en todos los sentidos. Y que hacen, por ejemplo, que María Antonia Iglesias y Máximo Cajal sean personas despreciadas en ambas ciudades. Y no sin razón.

A partir de ahora, al menos en lo que a mí me corresponde, en cuanto estas criaturas vomiten expresiones enconadas contra Ceuta, las nominaré con el vocablo Quisling. Y es que el tal Quisling fue un político noruego que traicionó a los suyos cuando Hitler estaba en su apogeo. Y no sólo fue fusilado, sino que su apellido pasó a la historia como sinónimo de traidor.

ZP se lo ha ganado en Sevilla por su silencio. Ojalá rectifique y no siga haciéndose el noruego.
 

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