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OPINIÓN - SÁBADO 10 DE SEPTIEMBRE DE 2005

OPINIÓN / EL OASIS

El cuento mejor vendido
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El cuento es un hecho mágico capaz de reunir en torno al relator de turno a los seres más heterogéneos. De ahí que escribirlo implica no desestimar la reacción de los lectores. Dice. Augusto Monterroso: “Todo buen cuento tiene un cierto aire de chisme”. Si uno enuncia, “¿saben lo que pasó?”, enseguida encontrará a alguien dispuesto a escuchar el cuento. A diferencia de la novela, que pone en escena una serie de personajes, el cuento se centra en el héroe. El cuento que nos ocupa comenzó de la mejor manera que pueden empezar los cuentos; con una buena frase inicial o con un párrafo emotivo:

-Iker Casillas estaba en el Instituto, y el director le llamó a su despacho para comunicarle que el Real Madrid, que jugaba en Noruega un partido de Copa de Europa, lo había convocado debido a las bajas de Illgner y Contreras.

Y la gente al leerlo se imaginó al niño recogiendo su mochila, posiblemente repleta de chucherías, corriendo hacia su casa para decirle a los suyos que se iba a Noruega con la primera plantilla del Real Madrid. La historia es hermosa y sucede durante la temporada 97-98, siendo Jupp Heynckes entrenador del conjunto merengue.

El niño, aunque no juega, pues lo hizo Cañizares, aparece en las portadas de los principales periódicos deportivos y encandila a tirios y troyanos. Porque en un fútbol profesionalizado hasta la náusea es necesario que, de cuando cuando, sucedan historias tan maravillosas. El niño es agraciado y enamora, como ocurre con el personaje de todo buen cuento, a un público heterogéneo: a sus pies se postran las quinceañeras, las veinteañeras y así hasta desembocar en las señoras que sufren las consecuencias alocadas de sus hormonas. Sin olvidar de qué manera irrumpe en las vidas de quienes se beben los vientos por las piernas de los deportistas. Por lo que el niño fue pronto un icono del barrio de Chueca.

El cuento, con su magnífico comienzo, pronto se adentró en el nudo con el debú de Iker Casillas en el mítico San Mamés: fue un 12 de septiembre de 1999. El héroe encajó dos goles y evidenció carencias tan grandes, o más, que los reflejos e intuiciones con los que nos obsequió. Pero nadie quería verle defectos al personaje, con tal de no estropear una historia de tal calibre.

A partir de entonces, Iker se convirtió en la atracción de unos aficionados que hablaban de él como alguien que estaba llamado a revolucionar la forma de parar. Todo lo que hacía era hiperbolizado y sus fallos se silenciaban o se tomaban a bromas. Por lo tanto, desde que Jhon Toshack le dio la oportunidad, en España el cuento más vendido ha sido el protagonizado por Casillas.

Pocos fuimos los que dijimos, con machaconería, que el héroe no sabía salir de la portería; que se perdía en los balones aéreos y que era el peor enemigo de su equipo cuando se le lanzaban córnes o faltas desde los lados. Tampoco renunciamos a contar que era un desastre manejando el balón con los pies. Lo cual supone que sus saques de puerta sean tan ineficaces como perjudiciales para su equipo.

Pasaban los días, las temporadas, los años, y el cuento se vendía cada vez mejor. De manera que quienes seguíamos insistiendo en los errores del personaje, tan evidentes como injustificables, éramos visto cual excéntricos que no sabíamos ni papa de fútbol. Aquí los que sabían eran Tomás Roncero, Tomás Guach... y todos esos que han puesto de moda lo de: ¡Paradón de Casillas! Ahora, cuando el cuento parece el del alfajor, es cuando veremos a sus autores renegando de su autoría. Seguro que muy pronto el cuento será recordado como uno de tantos.
 

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