PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura


Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - MIÉRCOLES 28 DE SEPTIEMBRE DE 2005

 

OPINIÓN / EL OASIS

La libertad de expresión
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Viajo hacia mi casa en el autobús de la línea y en él reina la algarabía de costumbre. La radio funciona a todo volumen, pero aun así debo prestar toda la atención del mundo para enterarme de lo que está hablando el político de turno. Aunque el empeño exige estar superior del oído. Le han preguntado sobre qué piensa de la libertad de expresión y responde lo siguiente:

-En nuestra democracia, la libertad de expresión funciona perfectamente. Es uno de nuestros grandes logros.
¡Toma del frasco! Y es que los políticos se creen que nos pueden seguir tratando como carajotes a cualquier hora del día.

Lo primero que debería haber dicho, semejante politicastro, es que la libertad de expresión es el menos respetado de los derechos inalienables. Y, a continuación, recitar de memoria que la defensa y garantía de las libertades públicas frente a las posibles arbitrariedades del poder constituyen la esencia de toda sociedad democrática. Lo cual no se cumple.

Una situación nada nueva y que, desde que el mundo es mundo, ha venido siendo motivo de lucha encarnizada entre los poderosos y el pueblo gobernado por ellos. La legislación sobre la libertad de expresión en la Atenas del siglo V representa un precedente de las actuales leyes acerca de la información: monopolio gubernativo de los medios de comunicación; norma para los comunicados particulares. El teatro era considerado el medio de comunicación social más peligroso, estando sujeto a medidas que podían significar la quema de las obras.

Más tarde, llegan los romanos y crean las bases legales de una censura político-social, que alcanzaba la pena de muerte para poetas, cantantes o autores de obras difamatorias o calumniosas. Y qué hablar de las normas implantadas por el cristianismo como religión oficial del Imperio romano. Persecución a todo hereje e implantación de edictos favorables a la ortodoxia. La quema de libros, durante el mandato de Constantino se hace costumbre y el primero que paga los vidrios rotos es un tal Ario.

Nos adentramos en la Edad Media, cuando estaba en su apogeo la alianza del poder temporal y el poder espiritual, y comprobamos cómo se castigaba cualquier instrumento de comunicación que pudiera cundir desorden en la sociedad feudal. Dicen las crónicas que sólo los viajeros, el bufón, el juglar y el pordiosero constituían una especie de contrasociedad, requerida a menudo por los poderosos para su diversión. Si bien la Iglesia se mantenía vigilante y dispuesta a intervenir.

En Ceuta, y si ustedes piensan lo más mínimo, sabrán rápidamente quienes cumplen diariamente las funciones de bufón y de juglar. Dentro de unos días aclararé las dudas que haya al respecto.

“Si se diera rienda suelta a la prensa yo no permanecería ni tres meses en el poder”. La frase corresponde a Napoleón Bonaparte. Y la pronuncia tras el estallido revolucionario y haber vivido la enorme floración de periódicos bajo un régimen, en un principio, de absoluta libertad de expresión.

La libertad de expresión es el grito continuado de una burguesía que necesitaba de ella para acabar con reyes, señores feudales y el poder de una Iglesia que mandaba a su antojo y se regalaba privilegios incesantes. Conseguido el logro, los propios burgueses, es decir, el capitalismo puro y duro, dejó al pueblo de lado y fue recortando sus libertades siempre y, en ocasiones, de manera total y absoluta. Oyendo decir al político, entrevistado por Carlos Herrera, que la libertad de expresión funciona perfectamente, en nuestra democracia, me han dado ganas de ventosear con fuerza para celebrar su acierto. Anda y que le den...
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto