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OPINIÓN - JUEVES 6 DE ABRIL DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ocurrió en el 98
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Estaba recién comenzado el año de 1998, cuando en el buzón de El Faro empezaron a depositar cartas dirigidas a mí. En ellas, sus autores se retrataban perfectamente como militantes del PP. Eran dos parientes y con un deseo común: hacerse con poder en el Gobierno local. Pero ambos sabían muy bien que ello les sería imposible mientras Jesús Fortes y Ricardo Muñoz tuvieran la última palabra al respecto.

De manera que los escribidores me contaban en las misivas todas las miserias posibles de sus compañeros y me alertaban ya sobre la llegada del GIL a Ceuta. Y, desde luego, no dudaban en manifestarme lo mucho que confiaban en que yo publicara las cartas, en vista de que me había ganado fama de no dejarme influenciar por nadie.

Así, además de estar al tanto de cuanto acontecía en la sede del PP y en los despachos del Ayuntamiento, pude conocer los nombres de todas las personas que iban a Marbella a ver si les recibía Jesús Gil para implorarle que su grupo se presentara a las elecciones de una Ceuta que, según decían, carecía de identidad y estaba tan olvidada como maltratada en todos los aspectos.

Muchos de los visitantes hicieron el viaje en balde; pues los verdaderos coordinadores de la llegada del GIL a esta ciudad, se habían encargado ya de emitir el informe correspondiente por el cual deberían no acceder a la entrevista con el gran jefe. Lo cierto es que no faltaron empresarios muy conocidos que actuaron contra Fortes, teniendo además unas magníficas relaciones con cargos del partido y hasta con la Delegación del Gobierno.

De aquellas cartas -las primeras fueron, como digo, depositadas en el buzón del periódico, mientras las últimas las terminaron metiendo por debajo de la puerta de mi domicilio, entonces en Delgado Serrano-, yo extraía fragmentos o párrafos que, habiendo pasado mi censura, consideraba que se podían publicar. Y no debió de irles mal a los coordinadores del gilismo cuando me notificaron que a Roca, un hombre todopoderoso en las filas del Gil, le gustaba mi manera de escribir y me notificaban que ya había tomado nota para proponerme un empleo de poco trabajo pero bien remunerado.

Mientras tanto, Jesús Fortes y Ricardo Muñoz se indignaban cada vez que leían cuanto yo contaba acerca de lo que se estaba tramando en Marbella y, por supuesto, de cómo mis confidentes conocían todas las interioridades del partido. Y en vez de hablar conmigo me empezaron a ver con malos ojos porque estaban convencidos de que yo recibía órdenes del GIL. A partir de entonces, mi teléfono sonaba muy avanzada la noche y las amenazas se convirtieron en algo habitual y a las que yo, desgraciadamente, no les presté la menor atención.

Lógicamente, el editor de El Faro estaba al tanto de cuanto acontecía y, por lo tanto, fue el primero que me dijo lo necesario que era que yo me apuntase a la comida que se iba a celebrar en la caseta de san Urbano -eran las fiestas de agosto-, propiedad de la Policía Local. Una cena que se daba para que Antonio Sampietro, acompañado por Aida Piedra y Luis Ortiz, ex marido de la señora Gunnila, y teniendo como anfitriones a Juan Carlos Ríos y José Eladio González, declarara a los cuatro vientos que el GIL se presentaría a las elecciones de junio de 1999.

Allí pude oír, entre la admiración de los colaboradores ceutíes, cómo Sampietro decía entre otras lindezas: “El GIl lo formamos un grupo de gestión y no somos políticos convencionales”. Y ponía como ejemplo el cambio que se había producido en Marbella. Otro día les contaré lo que le anticipé al editor de El Faro.
 

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