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OPINIÓN - VIERNES, 14 DE ABRIL DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

¿Tú también, Luis?
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace muchos años, tantos como que me estoy refiriendo a la temporada 75-76, Amador me recomendó a un portero nacido en Betanzos, que acababa de cumplir 17 años y del que me dijo que estaba llamado a hacer grandes cosas en el fútbol español. Amador era un ex jugador del Atlético de Madrid, y dueño de la Casa Gallega de Palma de Mallorca. O sea, alguien con mucho dinero y mejores relaciones en la isla.

El portero se llamaba Francisco Buyo Sánchez. En cuanto lo vi ponerse en la portería, acepté la recomendación y el mallorqueta fichó a un guardameta que dejaba entrever un futuro esplendoroso. Amador lo acogió como un hijo y trató de protegerlo hasta extremos insospechados. Algo a lo que yo me oponía, total y absolutamente; de manera que así se lo decía, una y otra vez, al propietario del mejor restaurante de Palma, y a quien pocas personas se atrevían a llevarle la contraria.

Con 17 años, Buyo tenía voluntad y espíritu de sacrificio a raudales; voluntad y cualidades. El niño coruñés estaba ya sobrado de reflejos y coordinación, agilidad y flexibilidad y gozaba, además, de una capacidad intuitiva admirable. Y, sobre todo, daba gusto verle manejar el balón con los pies: su saque orientado era todo un espectáculo. Sin embargo, pronto descubrí que aunque reaccionaba muy bien en las salidas a ras de suelo, dejaba mucho que desear en el juego aéreo. Ya fuera en los balones frontales o los enviados desde los costados. Hablé con el segundo entrenador, Jaime Turró, y le dije que su misión iba a consistir, mayormente, en dedicarse a corregir los defectos de aquel diamante en bruto.

Era un espectáculo ver entrenarse a Buyo. Causaba sensación presenciar las actuaciones de aquel cancerbero de goma. Mas pasaban los días y se acrecentaban sus fallos en el área chica. Quedaba disminuido y a merced de los rematadores en cuanto se sacaba de las esquinas o el balón procedía de los laterales. En Mallorca, además de la prensa, Amador le hacía el artículo y, aunque nos llevábamos bien, terminó diciendo que si no jugaba Buyo era porque yo le tenía tirria. Nadie, excepto Turró, los jugadores y yo, quería reconocer que su titularidad nos costaba siempre perder los partidos por sus fallos en el juego por elevación.

Un día, recién nombrado Chus Pereda seleccionador de las categorías inferiores, me pidió mi opinión acerca de si Buyo estaba en condiciones de ser internacional juvenil contra Portugal. Mi respuesta fue rotunda: no. Espera que progrese algo más en el juego aéreo. Pereda, que había sido jugador de tronío y es excelente persona, andaba aún verde como técnico y se dejó guiar por los consejos de Amador. Entonces, lo advertí sentenciosamente: dado los delanteros con que cuentan los portugueses, mucho me temo que os hagan cinco o seis goles. Creo que fueron ocho los tantos encajados por Buyo. Lo cual influyó negativamente en el trabajo que Turró estaba realizando con él. Pues el chaval regresó de Portugal hecho polvo.

Podría seguir contando más cosas al respecto. Si bien diré únicamente que Buyo aprendió a defenderse en el juego aéreo, su gran tormento, anticipándose a los rivales. Una acción con la cual procuraba paliar un defecto que nunca le permitió ser internacional indiscutible. Muchas veces me han pedido que compare a Buyo con Casillas. Y la contestación ha sido siempre la misma: Buyo era mejor que Casillas en todos los sentidos. Y muy mal debe andar de porteros el fútbol español, cuando a Luis Aragonés le preguntan los periodistas sobre quién será el guardameta titular en el próximo Mundial, y responde, con la suficiencia de concursante seguro de sí mismo: “Hombre, eso es algo que sabéis de sobra!...”. Es decir, Casillas.
 

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