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OPINIÓN - VIERNES, 14 DE ABRIL DE 2006

 
OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

La Caza de la Perdiz

Por Domingo Ramos


Vamos a tratar sobre aquel medico militar, joven, soltero, cuyo primer destino que ejercía le correspondió hacerlo en una de esas Intervenciones Territoriales que el Gobierno Español había creado en su Zona de Protectorado en Marruecos, donde su única distracción era la lectura, aparte de las tareas profesionales que le ocupaban demasiado tiempo, o el deporte de la caza que podía practicar con el Interventor y el Maestro, únicos residentes europeos en el lugar, actividad que no le agradaba lo más mínimo. Aunque también se ocupaba de gestionar su traslado a una capital andaluza de la que era oriundo, donde residían su familia y su prometida con las que solo se comunicaba a través del correo ordinario, pues en aquella época, hace mas de cincuenta años, era difícil conectarse telefónicamente a no ser que se desplazara a la capital del Protectorado, cosa que le imposibilitaba su ocupación, ya que podría incurrir en “abandono de servicio”.

O sea, que nuestro protagonista se las veía y deseaba por buscar la fórmula de que le asignaran un destino en la península. Y he aquí que conoce la llegada al lugar del General Jefe de la Zona, gran aficionado a la caza, principalmente de la perdiz, que venia a disfrutar de unas jornadas cinegéticas, dándose la causalidad de que, estando en la comarca, le afectaron una fiebres que necesitó de la asistencia del galeno por lo que fue requerido nuestro protagonista a fin de que le atendiera. Ni que decir tiene que el joven médico militar se prestó solícito a atenderle viendo así la posibilidad única de plantearle su demanda de ser destinado a su lugar de origen, por lo que conociendo de las debilidades del superior por la cacería de la perdiz, le recomendó unos días de estancia en la Intervención hasta su total recuperación a lo que éste último accedió.

A continuación nuestro protagonista se empapó del arte de la cinegética (que para eso el Interventor disponía de documentación al caso), entablando al día siguiente con el General, ya muy repuesto éste de su afección, una agradable conversación, detallando el joven médico todos los pormenores de las diversas especies de aves galliformes como la perdiz roja (Alectoris rufa), de tamaño medio, plumaje pardo-grisáceo, garganta blanca y collar negro, alas cortas que le permiten el vuelo rápido, aunque no sostenido, y cola corta. Su área se extiende, continuó explicando al General, por el Suroeste de Europa siendo en España muy frecuente y apreciada por su excelente carne. También hizo gala de sus conocimientos de la fauna autóctona y pasó a referir datos relativos a otras especies como la perdiz marroquí (Alectoris bárbara) cuya área se extiende por el África Nor-Occidental, Córcega y el Peñón de Gibraltar; la perdiz nival, la griega, perdiz gris o pardilla…ampliando su charla con datos de puesta de huevos, nacimiento de pollos, alimentación de que se nutren, o sea, una completa información relativa a estos vertebrados amniotas.

Luego mostró sus conocimientos sobre la variación genética de las principales especies que se dan en el orbe, haciendo hincapié en las necesidades que plantea la naturaleza multidisciplinar; mencionando que si se cambia el emplazamiento del área recreativa, las primitivas se ven sustituida por otras más resistentes. Total: sometió a criterio de su superior todo un tratado de los recursos naturales que nos proporciona el globo terrestre. Sería obvio relatar que el General se mostró altamente complacido de los profundos conocimientos y explicaciones del galeno a quien, no teniendo cosa que comentar ante la erudición demostrada, al tiempo que para agradecerle lo amena, grata y placentera explicación en materia tan de su gusto, se ofreció a él en lo personal y oficialmente para cuanto fuese de su necesidad. Ni que decir tiene (y aquí empieza el cuento) que el joven Teniente aprovechó la coyuntura para solicitarle el cambio de destino que, como no podía ser de otra manera, a la semana siguiente le fue oficialmente concedido.

Moraleja: ¿Cuántos se han servido, medrando, para prosperar y escalar puestos conociendo que era muy difícil lograrlos por méritos propios y para ello emplearon la astucia?.
 

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