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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 09 DE AGOSTO DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

¡En forma!
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Como cada verano, las revistas femeninas salen al mercado cargadas de regímenes milagrosos y de las últimas novedades para mantenerse en forma y vencer la celulitis en el caso femenino y el buche de paloma por encima del cinturón y los michelines grasientos en el caso de los tíos.

No se crean, en la noche de los tiempos, la sociedades matriarcales hacían un auténtico culto de la obesidad y en algunos países africanos la gordura extrema en la mujer se asocia a prosperidad familiar y a que, el hombre es un triunfador capaz de cebar a la o las esposas. Cuando hay mucha canina el gordo triunfa, en el resto de los casos fracasa. Atrás quedaron los duros años cincuenta, casi de posguerra, en los que, las madres atiborraban a los niños con papillas de maicena y nos hacían sorber antes de las comidas una copichuela de Quina Santa Catalina, con una graduación alcohólica similar al vodka, porque decía el anuncio de la radio “¡Da unas ganas de comerrr…! Y los niños nos sentábamos a la mesa, que era una especie de instrumento de terror en mi caso, medio trompas por la Quina de los cojones y a comer “todo lo que hay en el plato” porque, cuando un niño o una niña de mis tiempos estaba obeso se le llamaba “Entradito en carnes” “Vende salud”o “¡Qué hermosura de chiquilla!”. En el caso contrario, cuando el infante presentaba una evidente delgadez, por genética, por constitución o por inapetencia se decía “¡Que lástima de chiquillo, parece que está tísico!”.

Para cualquier padre de la cruel España de hace medio siglo tener un hijo que pareciera tuberculoso por carecer de adiposidades era un auténtico trauma y nos intentaban cebar como a los pavos, por cuestión de la imagen de la familia, para que se notara que, en la casa, no había escasez. Así, a los cinco años, vomitando tras ser atiborrada de potajes repugnantes, a pescozón limpio por las santas monjitas, empezaron mis primeros problemillas con la comida y con la autoridad, porque me negaba en redondo a volver a ingerir mis propios vómitos, por mucho que me lo ordenara la madre superiora, por mucho que me tildaran de “endemoniada y díscola” y me llevaran a pedir perdón de rodillas a la capillita por mi falta de obediencia. ¡Tiempos dorados de la infancia…!

¿Qué mis ojos presentan un aspecto evocadora? Si, no puedo evitar los recuerdos, aún me parece sentir el picor de los piojos que eran endémicos en Nador y el cruel pinchazo en la barriga de la vacuna contra la difteria y la angustia estacional ante un nombre que se decía entre susurros “el piojo verde” que eran unas fiebres tifoideas que hicieron enfermar a mi pobre madre , pero no a mí, porque yo estaba vacunada y la vacuna la ponían en la espalda. ¿Y las epidemias de cólera en verano? Había que darle tres hervidos al agua y echarle unas gotitas de lejía y aún así, en las cávilas, los rifeños, mis paisanos, morían entre cagaleras, sobre todo en Mariouari que daba más fuerte la epidemia. ¿Venganza de la naturaleza? Tal vez, tipo Sodoma y Gomorra, algo parecido a una amenaza bíblica contra aquel poblado, presintiendo el Universo que, años más tarde, vería la luz entre sus cávilas mi cantante preferido después de mi gran amigo descansado Carlos Cano: Said Mariouari. ¿Qué no han oído ustedes hablar de Said Mariouari? Pues entonces es que no están a la última porque, a finales de los noventa, compuso una canción en español que se llamaba “La paloma” y era pa oírla.

Palabrita. Aquel año fue el número uno del hit parade de la feria de Melilla, la gente reía hasta las lágrimas cantando el invento, unos guasones hablaron de llevar a Said a Eurovisión y el cantante no supo asumir la inesperada fama y comenzó su decadencia. Si no han escuchado a Said no saben nada de música hispanorrifeña tipo años cincuenta étnico-experimental. Y encima la cancioncilla compuesta por el propio músico se bailaba, aunque no en plan batuka, la batuka sirve para quemar grasas, sudar calorías y estar en forma, la Paloma para mearte de risa, pero de risa sana, de pasarlo bien y mear adelgaza, es de todos bien sabido.

Aunque los diuréticos son peligrosos porque averían los riñones y el guaraná, el ginseng y el té verde pueden desencadenar crisis de ansiedad si se ingieren en compuestos antigrasas o quemagrasas, porque ponen muy nerviosa. De hecho están contraindicados con los antidepresivos tricíclicos. Y además yo no me fío nada de los compuestos presuntamente adelgazantes, con excepción de la alcachofa que desintoxica, pero quemar la grasa ni la L carnitina, la grasa hay que sudarla machacando en el gimnasio y andando, amén de ponerse en forma engañando al estómago con manzanas, litros de agua y yogures vitalínea desnatados 0 calorías. De regímenes, adelgazamiento, lucha cruenta contra los kilos malvados añadidos por los antidepresivos y tallas 36-38 lo se todo. Por eso me he burlado sádicamente, cada vez que una jilipollas con ganas de notoriedad y famosilla del papel couché ha salido a la palestra para proclamar con aires trágicos “¡Yo he sido anoréxica!”. A la frívola modelo Nieves Alvarez que “venció” a la anorexia la llevaron hasta al Congreso de los Diputados para relatar su experiencia y escribió un libro lleno de simplezas queriendo desenmascarar desde su status de top model internacional, los intríngulis de una enfermedad que es del alma y del cerebro y de la que algún día les hablaré en primera persona, largo y tendido si a ustedes les interesa.

Pero para estar en forma, lo principal es controlar y adquirir conocimientos leyendo, estudiando e investigando, hay que hacer primero un análisis serio y luego una síntesis. ¿Qué si yo sigo a mis años con problemillas con la comida? Pues si. Pero controlo porque conozco y la química me ayuda a tener las neuronas avisadas ¿Qué si Said Mariouari tenía anorexia? No .Más bien se empachó de éxito en la feria de Melilla, cantando en español con un acento rifeño tan cerrado que había que ser de Melilla para enterarse de lo que estaba diciendo, un pasón de tío y además, aunque no sabía música ni casi hablar español, componía sus canciones con música y en el idioma de Cervantes. Yo adoro a Said. Tanto como mantenerme en forma, luchar contra la adiposidad, comer sano con exceso de información con lo que se roza la vigorexia y controlar la anorexia identificándola y estudiándola. ¿Qué les de algún consejillo? Vale, le dicen a mi Editor que me ponga al frente de un consultorio, ustedes me exponen sus dudas y yo, la maestra liendre que de ná sabe y de tó entiende, se las disipo y encima les canto La Paloma de Said Mariouari. ¿Hay quien de más?.
 

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